Ante la mirada de vacunadores y vecinos que hacían las veces de invitados, se agarraron de las manos y comenzaron a girar lento en el centro de la cancha de básquet del gimnasio al ritmo de Danubio Azul, el clásico vals de los casamientos que sonaba en un parlante dispuesto para la ocasión.

Con el barbijo puesto y mirándose a los ojos, ofrecieron un espectáculo de felicidad y esperanza ante una decena de vacunadores que los observaban con orgullo.

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