Your browser doesn’t support HTML5 audio

Por Carlos Zapico

En largas charlas con Roberto Pichón Guatti muchas veces escuchamos cosas de las que no teníamos recuerdo pleno, y esta es una de ellas, porque sin lugar a dudas fue un hecho que tuvo un significado notable en el tiempo, y esto viene a cuento porque bajo la presidencia de Pichón, el Atlético Boxing Club había tenido noches brillantes de boxeo, y una de ellas había sido con la presencia de Nicolino Locche, donde el estadio se había llenado sobradamente.

Con muchas ganas de repetir la visita que les había dejado importantes ganancias además a los albiverdes, Pichón se contacta con quien tenía la posibilidad de concretar este tema que no era otro que Tito Lecture, el manager más grande de esos tiempos y que regenteaba nada menos que el mítico Luna Park en la ciudad de Buenos Aires.

El dirigente galleguense se encontró con una extraña posición por parte de Lecture quien le planteaba cambiar y traer una figura que, según su entender, estaba creciendo en el boxeo nacional, pero Guatti insistía con Locche porque sabían lo bien que les había ido y no querían perder la oportunidad de repetir el tema, sin importar quien fuera el rival o algo por el estilo.

A tal punto fue el cruce de opiniones, que Pichón Guatti se decidió y viajó a Buenos Aires para entrevistarse con Tito Lecture en el mismísimo Luna Park y allí el manager le planteó que intentaban darle cabida a un santafecino que venía haciendo todo bien, y que si bien Guatti quería otra vez al pampeano, primero tenía que llevar a esta nueva promesa a Río Gallegos, promesa que se llamaba Carlos Monzón, “un pibe de Santa Fe que venía muy bien”.

Pichón tuvo que bajar la cabeza y aceptar que Carlos Monzón viniera a Río Gallegos, donde en una noche con mucha curiosidad se presentó como figura en el segundo piso de la Avenida San Martín, frente a un mendocino tan desconocido como el protagonista. La pelea comenzó con bastante ritmo y los primeros golpes los dio el proyecto santafecino, pero después en la continuidad del combate pactado a diez asaltos, Carlos Monzón comenzó a desaparecer de la escena, a tal punto que la pelea fue mala incluso con algunas opiniones de la tribuna que no fueron buenas ni para el club ni para nadie, y lo que prometía ser la gran figura de la noche pasó a ser alguien que se defendió como pudo, sin sacar alguna mano como la gente. Cuando todo terminó, Pichón se dirigió al camarín donde ya estaba el recordado “Gordo” Blanco que además era el conserje de la entidad, y tenía a Carlos Monzón con un brazo dentro de un balde con muchísimo hielo y con una cara de dolor notable, por lo que ya esperaban la presencia de un médico al que habían llamado con urgencia.

Carlos Monzón tenía quebradura de la mano derecha por lo que fue atendido con premura y, luego de ello, viajar nuevamente a Buenos Aires para su rehabilitación que le llevó varios meses para volver a tener su mano en condiciones de combatir, pero esa noche la gente sin saber lo que había pasado, se había ido con descontento por el espectáculo, mientras que Pichón Guatti ahora sí estaba más que preocupado.

Monzón se fue en su primera y única visita a Río Gallegos como boxeador profesional y tardó varios meses en volver al ring y bastante tiempo después le ganaría el título mundial a Benvenuttien en su reducto italiano, pero de Río Gallegos, se fue enyesado y con la cabeza gacha.

EN ESTA NOTA Carlos Zapico

Leé más notas de La Opinión Austral