Los chilenos venían con todos los títulos de su región de los últimos años. Era un equipo fuerte y duro. Doña Albanie Ladouch de Suárez donó el trofeo “René Ferrada” puesto en juego en esa oportunidad.

El partido se jugó el viernes. El marcador lo abrió Cañavete y el empate estuvo a cargo de Pedro Vidal. Así podría haber terminado todo, si no fuera por la reunión posterior de camaradería que tuvo lugar en el local del “Pig y Whistle” de Williams Davidson. Allí, charla va y charla viene decidieron volver a jugar el domingo, para “desempatar”.

Las crónicas del momento relataron este segundo partido como una “dramática lucha de titanes”. Tal fue así que, cumplidos los 90 minutos no hubo goles por lo que se fue a tiempo suplementario y a un segundo alargue sin que se lograra abrir el marcador. Por lo que, en reunión de delegados de ambos clubes se resolvió jugar “hasta que aparezca un gol que daría el ganador”.

Repleto de público el campo del ex hipódromo, muy cercano adonde hoy se erige el gigante verde en la Avenida San Martín, vibró durante dos horas y 15 minutos más, cuando los chilenos lograron el ansiado gol, en los pies de Bórquez, quedándose con el memorable encuentro.

No sería el último partido entre los albiverdes y los Scout. La Copa “Gustavo Lago Rivera”, disputada a tres partidos, los enfrentó en 1924, 1925 y 1926. Pero del sinfín de partidos, ninguno fue como aquella primera interminable confrontación.

Hubo otros equipos chilenos con los que jugó, como el Deportivo Chile, al Audax Italiano y al Deportivo Español, pero como contra el Scout, pocas veces.

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