Nancy Oyarzo es una vecina de Río Gallegos que perdió a su perro luego de llevarlo al veterinario para que lo castre.
Homero era un Bulldog inglés sano, de un año y medio, pero tenía una dermatitis en el cuello, algo que le ocurre seguido a razas de este tipo.
Lo llevaron a un profesional para que viera su cuello y “aprovecharon” la anestesia que implicaría la intervención por la dermatitis para castrarlo.
Sin embargo, su salud fue empeorando con el correr de las horas y alrededor de las 23, falleció repentinamente.
“La realidad es que yo no hice ninguna denuncia, ni siquiera volví a la veterinaria a pedir explicaciones. Estoy destrozada, no tengo ánimos ni fuerzas para pelear supongo”, contó Nancy a La Opinión Austral.
Para la vecina, “fue todo muy rápido” y no pudieron contactar al profesional. “Homero empezó a caminar tipo 21:30 de la noche y a la media hora se empezó a agitar, pensamos que podía ser normal o que estaba asustado, lo sacamos a tomar aire y al rato murió con nosotros ahí, todavía ni nos acostábamos”, se lamentó Nancy.
Lo único que quería, agregó, era “un llamado, algo de respeto, pero desde la veterinaria no lo hubo, ni siquiera una explicación”.
Habían elegido esa veterinaria porque “era de trayectoria”, pero llegó a la conclusión de que “no sabían tratar a la raza”. Su caso se suma al de otros que han perdido su perro en circunstancias extrañas.
La dueña de Homero lamentó todo lo sucedido y, con profunda tristeza, contó que pasaron toda la noche pensando “en la seguidilla de malos pasos, pero ya es tarde, por más que sea culpa nuestra o del veterinario, él ya no está”.
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