George Floyd -el afroamericano- cuya muerte a manos de un policía desató protestas en cinco continentes y puso al mundo a reflexionar sobre la injusticia racial, era honrado en una iglesia de Houston, antes de su entierro y del último adiós de un país, de repente enfrentado a la tensión racial, la debacle económica y el coronavirus, todo en un año electoral.
El féretro color dorado con los restos mortales fue ingresado a una iglesia de Houston por varios hombres afroamericanos con traje negro y barbijo negro por el coronavirus, para una ceremonia con varios cientos de asistentes, entre ellos parientes y amigos de Floyd vestidos de blanco, políticos locales y personalidades, y que tuvo seis días de duelo.
El cuerpo de Floyd -quien tenía 46 años cuando murió- fue llevado a un cementerio en un carruaje tirado por caballos y sepultado junto al de su madre, un día después de que unas 6.000 personas se congregaran para rendirle su último gran homenaje público en Houston.
Floyd murió el 25 de mayo pasado en Minneapolis, estado de Minnesota, durante una brutal detención, llamando a gritos a su madre mientras el policía blanco que lo mató de asfixia, que fue acusado de homicidio, clavaba su rodilla sobre su cuello.
En el último de tres homenajes en una semana, miles de personas esperaron para ver los restos de Floyd dentro de un féretro, muchos vestidos con remeras con la inscripción “No Puedo Respirar”, la frase que repitió la víctima mientras el policía lo ahogaba hasta la muerte.
Luego de la ceremonia en la iglesia Fuente de Alabanza, que fue la única parte pública del evento, el entierro en el cementerio de Pearland, cerca de Houston, era sólo para los familiares y algunos invitados.
“Duele mucho”, dijo ayer Philonise Floyd, hermano de Floyd, sollozando en las puertas de la iglesia de Houston.
“Tendremos justicia. La tendremos. No dejaremos que se cierre esta puerta”, agregó.
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