La fundación Pañuelos Amarillos se fundó en Tucumán el año pasado. Un grupo de amigas se sensibilizó y empatizó con historias de muchas madres de niños que habían padecido abusos y no poseían las herramientas para acompañar a sus hijos en ese doloroso y largo proceso judicial y psicológico.

“Cuando una madre hace una denuncia de abuso, queda sola”, resumió su referente, la abogada Colomba Nasca, en diálogo con La Opinión Austral.

Puso en discusión los tiempos de la Justicia y, por ejemplo, apuntó que “en Buenos Aires te dan turno para una Cámara Gesell de acá a un año”. “Queremos crear conciencia social que un niño no puede estar esperando Justicia como si hubieran robado un teléfono celular. Se pierde la infancia mientras transcurre el proceso judicial”, sostuvo.

Ejemplificó también con la causa del empleado municipal de Río Gallegos, “donde han pasado prácticamente más de diez años con el abusador libre. Eso no puede ser y es algo increíble. Al no cerrarse el proceso judicial, es como que no termina de cerrar la herida”, consideró.

“El abusador no se corrige. Se le da una condena o deja en libertad y vuelve a violar. La sociedad tiene que darse cuenta, no puede ser que los niños vivan protegiéndose. La víctima tiene que caminar con la frente alta, no es culpable, como la quiere hacer sentir el abusador”, agregó.

Por último, comentó que además de contener a las madres, otro fin de la fundación es “la sanación de las víctimas”, pero cuando ya son mayores. “Su madre trata de hacerlo cuando son pequeños, pero luego inician un proceso particular ellos mismos cuando ya son más grandes”.

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