Antes de seguir leyendo levanta la mirada y fijate cuántas mujeres tenes alrededor. Si les preguntas cuántas atravesaron alguna situación de violencia es probable que la respuesta no te sorprenda. De hecho, es probable que ya sepas la respuesta.
El reciente sondeo del Ministerio de las Mujeres de Nación arrojó cifras que ponen sobre la mesa la importancia de hablar de la violencia psicológica, la más frecuente y silenciosa.
La primera encuesta de prevalencia de situaciones de violencia de género a nivel nacional arrojó que, entre los tipos, la psicológica es la más usual con un 42 % de mujeres que la atravesaron, la económica y patrimonial con un 23 %, física 23 % y sexual 18 %.
“Mira, es fuerte, pero yo creo que prefiero un cachetazo antes que te violenten psicológicamente“, escuché una vez afuera de un bar y fue el puntapié de este escrito. Uno de los tipos de los que poco se habla es la violencia psicológica. Ahora bien, partimos de la base: ¿qué es?
La ley N° 26.485 de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres la define, en su artículo N° 5, como “la que causa daño emocional y disminución de la autoestima o perjudica y perturba el pleno desarrollo personal o que busca degradar o controlar sus acciones, comportamientos, creencias y decisiones, mediante amenaza, acoso, hostigamiento, restricción, humillación, deshonra, descrédito, manipulación o aislamiento. Incluye también la culpabilización, vigilancia constante, exigencia de obediencia o sumisión, coerción verbal, persecución, insulto, indiferencia, abandono, celos excesivos, chantaje, ridiculización, explotación y limitación del derecho de circulación o cualquier otro medio que cause perjuicio a su salud psicológica y a la autodeterminación”.
Por lo que este tipo de violencia ejercida es denunciable, no sólo ante la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) y la Oficina de Género, sino también porque la vía penal, ya que configura un delito de acción penal.
La violencia psicológica no sólo es la más frecuente, sino que es de las menos denunciadas, pero su impacto causa estragos.
A nivel provincial
En la ciudad de Río Gallegos y Caleta Olivia, el Poder Judicial de nuestra provincia cuenta con dos Oficinas de Violencia Doméstica (OVD), creadas en los años 2013 y 2015 respectivamente.
La Opinión Austral pudo saber cifras que arrojan las OVD locales y de las estadísticas realizadas se observa que éste tipo de violencia es la mayor fuente de violencia doméstica.
Del 1 de enero al 31 de diciembre del año 2021 la violencia psicológica o verbal, continúa siendo el tipo de violencia que predomina en los casos atendidos, con un total del 98,68 % en Caleta Olivia y del 95,78 % en Río Gallegos.
Analizando específicamente este tipo de violencia, se advierte así que, del total de personas afectadas, para el caso de las mujeres en la ciudad de Caleta Olivia el grupo de edad predominante, lo constituye la franja etaria comprendida entre los 30-39 años, en un total de 75 casos (33,04 %); luego la franja etaria constituida por las adultas entre 22 y 29 años, en 65 casos (28,63 %); en tercer lugar, las adultas entre 40-49 años, en 30 casos, (13,22 %) y el resto de franjas etarias lo hacen en menor porcentaje.
En Río Gallegos, el grupo de edad predominante lo constituye la franja etaria comprendida entre los 22-29 años (179 casos – 25.21 %); en segundo orden se encuentra el grupo de 30-39 años (138 casos – 24.64 %) y en tercer lugar, coincidiendo con la ciudad de Caleta Olivia, la franja etaria de 40-49 años (82 casos – 11.56 %).
Por último, cabe destacar que, en 18 casos, en Caleta Olivia, las personas afectadas radicaron denuncia por padecer únicamente violencia psicológica (7,93 %), en tanto que en Río Gallegos en 44 casos (6.2 %) las personas afectadas concurrieron a esa oficina únicamente a denunciar situaciones de violencia de éste tipo.
El iceberg
Es común asociar la violencia con la física, golpes, empujones, zamarreos. Sin embargo, la propia legislación reconoce que es mucho más amplia.
La normativa determina la existencia de seis tipos: física, psicológica, sexual, económica y patrimonial, simbólica y política. Además, fija ocho modalidades: doméstica, institucional, laboral, contra la libertad reproductiva, obstétrica, mediática, en el espacio público y público-política. Se agrega una que es la violencia ejercida contra las mujeres en espacios digitales o ciberviolencia, que no está tipificada en la ley 26.485.
Sin embargo, está reflejada en los recientes proyectos que reconocen y penalizan el uso de las tecnologías como modalidad para manifestar la violencia.
Se trata de la ley Belén que busca tipificar como delito la difusión no consentida de material íntimo y que toma su nombre de Belén San Román, una joven de Bragado que se suicidó tras ser víctima de esa acción, y de la ley Olimpia, que busca incorporar a la violencia digital en la ley de Violencia por Motivos de Género y toma su nombre de Olimpia Coral Melo, también víctima, quien impulsó una ley que penaliza la difusión de contenido.
Pero volviendo a la primero, se hará foco en las violencias invisibles, sutiles y naturalizadas, aquellas que pasan desapercibidas y, para peor, están socialmente aceptadas.
Una manera de graficarlo es el “iceberg de la violencia de género”, divulgado por Amnistía Internacional que explica con claridad este fenómeno.
La imagen muestra un iceberg como lo conocemos y, en él, los distintos tipos de violencia existentes, el más visible y en sus formas explícitas: femicidio, agresión física, insultos y, a medida que baja, las menos visibles e implícitas: control, culpabilizar, invisibilización, manipulación y demás.

La gráfica de Amnistía Internacional refleja con claridad el concepto de iceberg.
El Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación traduce el significado del gráfico: “El iceberg representa de una manera gráfica y metafórica cómo se van erigiendo, sobre una base invisible y naturalizada de prácticas violentas, otras formas de violencias visibles y más extremas“.
“Se reproducen a través de prácticas, discursos y estereotipos de género como por ejemplo los celos, la posesión, el control, los chistes machistas que nos degradan, los micromachismos, que nos objeten cómo vestirnos, las publicidades sexistas, etc.”, expone Cecilia Maloberti, directora de Programas Integrales de Prevención del MMGyD.
A su vez, agrega: “Las violencias invisibles, sutiles, naturalizadas, al pasar desapercibidas como tales, lo que van generando es una condición de posibilidad para que sucedan y emerjan otras violencias más visibles como zamarreos, tirar el pelo, gritos, golpes. Hasta llegar a la punta del iceberg que representa los femicidios, travesticidios y transfemicidios”.
¿Otro dato contundente? Acorde al último registro de datos públicos de la línea 144 emitido por el Ministero de Mujeres de la Nación arroja que, entre enero y junio de 2022, se recibieron 63.202 comunicaciones a las tres sedes de la Línea 144.
Respecto a la relación a los tipos de violencia registrados, el 94 % manifestó haber atravesado violencia psicológica, mientras que el 64 % refirió el ejercicio de violencia física y el 14 % violencia sexual. En el 13 % de los casos se utilizó un arma (de fuego o punzocortante).
¿Qué tan común es?
“-Hola Naza, ¿con qué vas hoy?
-Violencia psicológica, una doble página.
-Uh, esa yo la viví”.
El diálogo se da en la redacción, en un espacio de trabajo. No hubo que preguntar ni acotar nada, sólo mencionar esas dos palabras: violencia psicológica.
La charla siguió con un relato bastante estremecedor, pero para nada sorprendente. “¿Sabes qué pasa? Pasaron años hasta que lo noté, toda la vida diría”, continúa la historia que dura un buen rato.
La clave es detectarla, ponerle nombre y poder exteriorizarlo y hablarlo. Las implicancias de quienes atraviesan la violencia psicológica en la cotidianeidad tienen un impacto muy fuerte en el desarrollo personal y profesional de la persona.
Las relaciones interpersonales se deterioran, se genera una sobrecarga, culpabilización y ensimismamiento del cual no es tan simple salir porque, además, se suele minimizar este tipo de situaciones.
“Yo me di cuenta cuando hablaba mal de todas las personas que me rodeaban. Me quería hacer creer que él era mejor y después entendí que lo que buscaba era que este sólo con él“, se suma un relato.
No siempre la violencia psicológica escala a otras formas de violencia y, en este punto, la probabilidad de denunciarla se reduce aún más.
“La primera vez que detecté violencia psicológica por parte de mi pareja fue cuando discutimos por ‘X’ motivo por WhatsApp y, al no querer hablar más del tema, me amenazaba con llamar al teléfono fijo de mi casa o caer directamente a golpear la puerta, yo viviendo con mi familia y ellos sin saber que teníamos una relación“, contó otra sobreviviente a La Opinión Austral.
Profesionales consultados aseguran, desde la experiencia sobre cómo identificarla y registrarla, que hay que hacer foco en cuáles son los modos bajo los cuales se la permite.
Un profesional de la psicología que aborda estos temas con pacientes indicó: “Es como si hubieran muchas creencias y construcciones que operan en la psiquis y que van legitimando niveles muy terribles de destructividad y, por lo general, ligados a la culpa“.
Por ejemplo, hay frases de mujeres que dicen “no, no puedo irme y dejarlo” o “el es así cuando toma no más”.
“Detrás de esos pensamientos ‘buenos’ y bastante culposos viene una carga de autodestrucción terrible“, agrega.
¿Qué hacer?
Primero es fundamental la detección de la violencia psicológica. Para su abordaje, existen dispositivos clínicos individuales o terapias convencionales, pero también, se aborda con dispositivos grupales denominados de mutua ayuda.
Lo principal, aseguran profesionales, es armar redes: institucionales, lazos, vínculos, y comenzar a construir la salida de esa situación.
Principalmente, una de las primeras recomendaciones es hablarlo con amigos o familiares y comenzar a buscar ayuda profesional y asesoramiento.
Evitar la culpa es el primer paso. Cada localidad tiene servicios de salud, desde al apoyo social, jurídico y psicológico.
En términos de feminismo, se habla de la práctica de empoderamiento que, en lo terapéutico, apunta a comprender las causas de las desigualdades y, a partir ahí, encausar la vida las mujeres hacia una vida autónoma.
Esto es la reconstrucción de su propia vida como sujeto de derecho capaz de tomar decisiones por sí misma.
MÁS DATOS: 6 DE CADA DIEZ MUJERES NO LO CUENTAN
Acorde a la encuesta de prevalencia de violencia contra las mujeres realizada en 12 provincias del país por el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, seis de cada diez mujeres que atravesaron violencia por parte de su pareja o ex pareja no acudieron en búsqueda de contención ni compartieron lo sucedido con nadie de su entorno.
La más común: la psicológica, que suele estar combinada con otros tipos. El 64 % indicó haber atravesado algún tipo de episodio de violencia doméstica por parte de una expareja a lo largo de su vida.
El 17 % de las mujeres atravesó situaciones de abuso sexual, actos o relaciones sexuales, cometido por parte de varones con o sin vínculo familiar.
Las consecuencias de la violencia en la salud mental de las mujeres son múltiples. Se destacan como consecuencias negativas depresión, angustia y miedos. Entre los impactos más alarmantes, casi el 30% de quienes atravesaron situaciones de violencia ejercidas por una expareja y el 10% de quienes las atravesaron de parte de una pareja actual reportaron la falta de deseo de seguir viviendo. Asimismo, son más frecuentes las consecuencias entre quienes atravesaron violencia física por parte de una ex pareja.
Entre las mujeres que atravesaron algún tipo de violencia a lo largo de sus vidas, solo el 21 % realizó la denuncia. La mayoría, 77% no la realizó y el 2% concurrió a algún dispositivo institucional, pero no denunció.
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