La severa contingencia climática y sus consecuencias, ocurridas a mitad de semana en Río Gallegos, generaron de nuevo no pocas complicaciones urbanas; desde anegamientos en arterias céntricas y en la periferia, hasta incluso provocar la evacuación de familias enteras que debieron partir con lo puesto a los lugares de alojamiento que se implementaron ante la urgencia.
La intensidad y duración de las lluvias arrojaron un récord que fue calificado como “histórico” desde la oficina local de meteorología, que desde el inicio de semana había alertado a las autoridades de un fenómeno climático con características inusuales, cosa que finalmente ocurrió, pero como reconocieron desde esa área, “incluso con un registro que estimábamos era entre los 30 y 50 mm, nos pareció mucho, pero nunca como el de 58 mm. La realidad sobrepasó la marca”.
Las precipitaciones fueron abundantes desde las 11:00 horas hasta bien entrada la noche, en que perdió intensidad, pero ya las consecuencias eran ineludibles. Los analistas y quienes estuvieron al frente del socorro y ayuda a los sectores más desprotegidos declararon a los medios que todo podía haber sido peor: en efecto, si bien el viento era fuerte, la bajamar ayudó a que el agua no rebasara por encima de lo ocurrido. Es que la ciudad, pese a sus más de cien años y a la expansión de su territorio por el incremento poblacional, carece de un sistema pluvial de desagote que permita el fluir natural del agua acumulada.
La romántica postal del Río Gallegos escasamente poblado a inicios de los cincuenta quedó en eso: Una postal. Ante las diversas corrientes migratorias que aportaron densidad demográfica cuantitativa entre los sesenta, ochenta y luego a partir del año 2000, la posibilidad de implementar un plan específico de desarrollo urbano, que contemplara las necesidades habitacionales, además de las características propias del terreno, ha sido por debajo de los requerimientos desde las diversas gestiones a cargo de la ciudad. Es por eso, que en varios sectores de aquel Río Gallegos de postal quedaron los desniveles naturales que facilitaban el escurrimiento del agua acumulada. Un antiguo poblador, por ejemplo, recordaba que en el cruce de las calles Alfonsín y Estrada, había una zanja de regulares proporciones.
Otro aspecto importante a tener en cuenta fue la labor solidaria de los vecinos, que ante el panorama doloroso vivido por los evacuados -y que en forma rápida pudieron ser contenidos en un gimnasio acondicionado al respecto- prestaron colaboración con elementos donados que pudieran paliar las necesidades o pérdidas materiales sufridas. En buena hora.
En el otro extremo es criticable la indiferencia que como ciudadanos tenemos ante la necesaria solución conjunta que nos exige el descarte de basura que, sumado a la irregular recolección domiciliaria, genera cuadros como los de días anteriores a la tormenta, donde era posible observar contenedores de residuos atestados. La lluvia y el viento contribuyen a que, en muchos casos, las bolsas queden no sólo a merced de las condiciones climáticas, sino además de la voracidad de los perros sueltos.
Esta dualidad en nuestro accionar como habitantes de Río Gallegos, nos enfrenta a todos por igual a nuestra realidad: la ciudad está fundada sobre afluentes naturales, ha tenido un crecimiento sostenido poblacional y el trazado de calles o rellenos del terreno no han contemplado los desagotes que esta geografía exige. Situada a la vera de una costa, afronta como todo el planeta, el visible cambio climático. Se impone la planificación urbanística que supla los errores previos y cree soluciones a las necesidades de hoy y el futuro.
A comienzos del mes pasado y durante una rueda de prensa las autoridades comunales presentaron un Plan de desarrollo urbano a cumplir en varias etapas; el mismo incluye tareas de limpieza, reacondicionamiento de espacios públicos, cartelería, etc., además de dotar a la ciudad, por fin, de un sistema que permita una mayor fluidez en el sistema pluviocloacal: “en algunos casos con zonas abandonadas durante décadas”, según sostuvo la titular de Obras Públicas del Municipio.
La obra tiene un plazo de dos años y se sabe cómo son los plazos de tiempo en las obras públicas. Los denominados troncales, en etapa de trabajo, permitirán el escurrimiento eficaz de trazas complicadas. Por otra parte la obra es compleja: no sólo hay que tender cañería, sino que se debe romper y luego reparar. Y por si esto fuera poco un troncal no solucionará el problema de Río Gallegos; en realidad se necesitan seis.
Se impone tomar medidas paliativas como potencial solución, que permitan ir afrontando lo más apremiante en el corto plazo, mientras se realizan las tan esperadas obras de fondo. La crisis financiera generalizada se mueve en un compás distinto al de los requerimientos de la ciudadanía. Es posible sembrar en el desierto, también ganarle un muelle al mar. Con trabajo y objetivos comunes, tal vez buscando soluciones transversales, desarrollando estrategias desde todos los ámbitos y buscando complementar posiciones de los distintos protagonistas, podamos encontrar respuestas quizá donde hoy no imaginamos porque la ciudad es de todos.

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