En este mismo espacio más de una vez nos hemos referido a la situación provocada por los constantes anegamientos. La última vez, hace un mes, cuando llovieron casi 60 mm en menos de 24 horas, las fortísimas inundaciones en calles que nunca se habían anegado. Este viernes cayó la mitad, y sin embargo los paisajes fueron casi idénticos. “La realidad sobrepasó la marca”, decían los funcionarios a principios de abril, ahora pasó lo mismo.
Es que el suelo y el sistema de desagües están más que colapsados y las obras que desde hace décadas, todos los que pasaron por el Palacio de San Martín y Alfonsín reconocían que eran imprescindibles, siguen sin llegar.
La primera etapa de la solución definitiva, luego de años de plantearla, finalmente sería licitada en septiembre del año pasado. Sin embargo, a ocho meses de aquel momento, la obra no ha comenzado ni se sabe cuándo ocurrirá.
Lo que es peor es que la división de los pluviocloacales requiere de otras seis obras similares que, salvo una en la que se habría avanzado en el diseño del proyecto, las demás son sólo una expresión de deseo.
Las propias autoridades reconocieron en su momento el “abandono” respecto de la necesidad de este tipo de obras imprescindibles en la ciudad. Sin embargo, se logró terminar un paseo costero mucho antes que los pluviales, que comenzaron a ser planteados desde el inicio mismo de la gestión.
El pluvial Sarmiento tiene un plazo de dos años, por lo que si comenzara hoy, quizás estas mismas autoridades podrían cortar “simbólicamente” la cinta inaugural.
Hablar, el día después de una intensa lluvia, parece ya un clásico, pero no por eso menos necesario. Sigue siendo determinante el poder reflotar que estamos como estamos por falta de planificación, por falta de infraestructura, porque pasaron décadas y nadie encaró la solución real que requería Río Gallegos, quizás y en muchos casos está comprobado, por las mezquindades de la política que mide, muchas veces, la obra pública como una herramienta electoral cortoplacista. El corte de cinta da votos, una obra de cloacas o un desagüe pluvial no se ven, no se inauguran, pero mejoran la calidad de vida de los vecinos de manera ostensible.
En más de 40 años esas mezquindades políticas privilegiando lo electoral sumadas a las crisis económicas que también han hecho lo suyo y la desidia que ha caracterizado a muchos, llevaron a que la realidad hoy nos sobrepase.
El plazo de ejecución de uno de los siete troncales que se requieren para que los vecinos no sufran las inundaciones, no pierdan pertenencias una y otra vez o deban abandonar sus hogares de manera momentánea porque el agua los arrecia, son dos años como mínimo. Se trata de una obra de envergadura y los tiempos podrían alargarse.
Esto quiere decir que por delante hay más de una década de obras, si se hicieran todas, para que la ciudad pueda avizorar un desenlace diferente ante cada tormenta que se presente y la población pueda dormir tranquila.
El problema es que, en medio de esa larga espera que se mantiene, el cambio climático hizo de lo suyo, y con cada lluvia copiosa la situación se va complejizando más.
Por esa razón, reiteramos, como lo hicimos en editoriales anteriores, la necesidad de que se adopten los paliativos necesarios. Esta lluvia estaba anunciada. Había un alerta lanzado con el tiempo suficiente como para que una cuadrilla de operarios revisara las bocas de tormenta. Atender en especial esas intersecciones donde la laguna se presenta apenas caen los primeros milímetros.
Aunque el Municipio atraviesa una fuerte crisis económica, existen nichos y formas en las que se pueden gestionar los fondos necesarios para poder adquirir las bombas que se requieren para reemplazar las que ya son obsoletas y poner en aquellos puntos donde hoy no hay.
Si esos fondos no fueran posibles, pues se podría comprar de manera gradual, de a una. En su momento se estimaron que se requieren 20, con los Fondos Soja, en un año eso es más que posible.
Se requiere planificación, gestión y por sobre todas las cosas, decisión. No sólo de las autoridades locales, también del resto de la clase dirigente. Río Gallegos no deja de ser la capital de Santa Cruz y estuvo gobernada tanto por oficialismo como por oposición y en sus viviendas habita gente del más diverso pensamiento político, y todos demandan que se adopten soluciones.
Por ello se requiere un trabajo mancomunado para poder encontrar los paliativos más eficientes para atravesar de la mejor manera cada tormenta hasta que las obras requeridas sean, finalmente, encaradas y terminadas.

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