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En la mañana del viernes, un episodio insólito sacudió el Aeropuerto Internacional Armando Tola, en El Calafate. A las 9:30 horas, un pasajero de apellido Pereira, quien se encontraba realizando el check-in para un vuelo hacia Ushuaia, hizo una broma que desató un importante despliegue de seguridad.
Durante el proceso de despachado de equipaje, el joven se acercó a la operaria y, en un tono que no se puede considerar como el más apropiado en tales circunstancias, expresó: “Tengo una bomba“. La trabajadora, visiblemente alarmada, le advirtió que ese tipo de comentarios no eran adecuados y que activarían los protocolos de seguridad. Sin embargo, el pasajero, lejos de tomar en serio la advertencia, se dio media vuelta y se retiró del mostrador. Esto dejó atónita a la empleada del lugar que debió activar el protocolo correspondiente.
“Él ya había hecho el check-in, estaba por subirse a ese vuelo a Ushuaia. Había despachado la valija y ahí en el camino, cuando le preguntan sobre lo que llevaba en la valija, les dice eso” y finalmente fue trasladado al calabozo de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA)
A raíz de esta situación, la operaria rápidamente notificó a su supervisora, quien a su vez activó todos los protocolos correspondientes. Se dio aviso a la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA), a la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC), así como a bomberos y ambulancias de la Policía Federal, mientras se procedía a evacuar a aproximadamente 250 personas que se encontraban en el aeropuerto y en dos vuelos próximos a despegar, indicaron fuentes judiciales consultadas por La Opinión Austral sobre lo ocurrido.
“Tomen sus cosas personales. Hay amenaza de bomba. Bajen todos“, fue el mensaje que recibió la tripulación, generando una atmósfera de incertidumbre entre los viajeros.
En el aire se sentía el pánico y el terror de los pasajeros que vieron a los integrantes de las fuerzas de seguridad correr por el edificio en busca de un potencial artefacto peligroso. Además, algunos fueron descendidos de las aeronaves que estaban por salir hasta llevarlos a un punto seguro donde podrían estar a resguardo.
A los 20 minutos de la alerta, un equipo especializado en explosivos llegó al lugar y realizó una inspección externa del equipaje del pasajero. Afortunadamente, no se detectó ninguna amenaza y, tras la apertura del equipaje de Pereira, se confirmó que no había ningún artefacto peligroso.
Sin embargo, la situación había escalado hasta convertirse en un ilícito penal. Las autoridades decidieron proceder con la detención del joven, quien quedó a disposición del Juzgado de Primera Instancia de Río Gallegos, a cargo de Claudio Vázquez y la secretaria penal N°1 a cargo de Carlos Cerezoli..
Este sábado, Pereira fue indagado de manera remota desde el juzgado, donde participó su defensa y la fiscalía a través de la plataforma Jitsi. Se desconoce que respondió Pereira al ser consultado si quería dar su versión de lo ocurrido; más allá de eso, se pudo saber que se le imputó el delito de entorpecimiento de servicios de transporte aéreo, según lo estipulado en el artículo 194 del Código Penal argentino, el cual se aplica a quienes alteren o dificulten los servicios de transporte, tales como aviones, o por vía marítima o como suele suceder con cortes de rutas nacionales sin generar un peligro real.
La gravedad de la situación llevó a que el juez impusiera una caución real de 10 millones de pesos para su posible liberación, medida que refleja la seriedad con la que se abordan estos incidentes en el contexto de la seguridad aeroportuaria.
Respecto de la situación de los vuelos, las demoras en las partidas fueron notorias: el vuelo de LADE que debía salir a las 9:50 finalmente despegó a las 11:03, mientras que otros vuelos, como el AR 1839 hacia Buenos Aires y el de Flybondi hacia Ushuaia, también experimentaron retrasos significativos
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