En 2014, Nicolás Zepeda, un joven chileno de 26 años, llegó a Japón con el propósito de continuar sus estudios. Durante su estancia, conoció en el campus de la Universidad de Tsukuba a Narumi Kurosaki, una destacada estudiante japonesa de 21 años. En febrero de 2015, comenzó una relación romántica.
A lo largo de más de un año, esta noviazgo se fortaleció, pero llegó a su abrupto final de forma tumultuosa. En 26 agosto de 2016, Narumi se mudó a Francia para estudiar en la Universidad de Franco Condado, alejándose de Nicolás. A pesar de la separación, él persistió en sus intentos de comunicación y comenzó a acosarla.
El evento que marcó un punto oscuro en la historia ocurrió finales ese mismo año. Después de encontrarse con Zepeda en la ciudad francesa de Besanzón, Narumi desapareció sin dejar rastro, y hasta hoy, su paradero es un misterio.
Este caso, ampliamente conocido como “Narumi“, tuvo un impacto a nivel internacional, ya que el procedimiento legal implicó a autoridades de tres continentes distintos: Francia, donde se desarrollaron los acontecimientos; Japón, la tierra natal de la víctima; y Chile, el país de origen del chico, quien fue acusado de asesinato.
En el primer juicio, el tribunal francés dictó una sentencia de 28 años de prisión para Zepeda por el cargo de homicidio. La principal teoría presentada por la fiscalía sostenía que habría asfixiado a Narumi y luego habría desechado su cuerpo en el río Doubs.
Se especulaba que el crimen tuvo lugar en la habitación de la joven. Sin embargo, la defensa de Zepeda buscó anular el juicio y solicitó un nuevo proceso legal con el argumento de que la joven desapareció por propia voluntad y podría estar con vida en otro lugar. En la actualidad, a las puertas del segundo juicio, sigue sin encontrar la pieza clave de evidencia: el cuerpo de Narumi.
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