Detrás de cada heladería artesanal en la Argentina seguramente hay una historia familiar atravesada por la pasión por el helado, la lucha por ser emprendedor en el país, el desafío de la innovación constante y el legado de generación en generación.

Argentina tiene una larga tradición en helado artesanal la cual se encuentra ligada a la inmigración italiana que trajo recetas originales. Su distingue por el uso de ingredientes de calidad y una carta de sabores clásicos y originales, además de la atención personalizada, un fenómeno que se replica en la gran cantidad de heladerías a lo largo y ancho del país.

Cuatro pioneras en sus lugares de origen son: La Fe, fundada en 1942 en Pergamino, provincia de Buenos Aires; Portho Gelatto, creada en 1998 en San Juan; Helados Tito, un clásico desde 1965 en Río Gallegos, Santa Cruz; y Dino, con 41 años de tradición en Resistencia, Chaco.

 

1. Heladería Portho Gelatto en San Juan 

La historia de Portho Gelatto, una heladería sanjuanina con el foco puesto en un producto de calidad artesanal y en una atención cálida y cercana, es la historia de la familia Nieto.

“La heladería nació hace 22 años en el barrio Camus, en una ciudad pegada a la Cordillera. Mis viejos se quedaron sin trabajo y decidieron invertir en este proyecto que hacíamos en casa”, recuerda Santiago Nieto, maestro heladero del emprendimiento familiar.

“Al principio revendíamos lo mejor de las distintas heladerías de la zona. Mi papá empezó a contagiarse de esta pasión y quiso comprar su primera máquina, lo que fue un quiebre para la familia porque hubo que hipotecar la casa. Viajó a Buenos Aires para aprender a usarla y trajo el eslogan ‘calidad que se distingue’ para trabajar”, cuenta Santiago.

No fue fácil: los primeros helados no salían muy bien. Fue gracias a los clientes, quienes probaron y aportaron diferentes ideas, que lograron formar la cartelera de sabores, que hoy tiene 70 gustos permanentes y el pistacho sanjuanino como estrella de la casa, consignó El Cronista.

“Pasó el tiempo y aprendimos mucho. El oficio me fue entrando por las venas y con mis hermanos profesionalizamos esa pasión, pero seguimos siendo una empresa familiar”, apunta Santiago, quien en 2013 y 2015 obtuvo el tercer puesto en el Campeonato Nacional del Helado Artesanal, y el primer puesto en 2019.

Portho obtuvo el primer puesto en el Gelato World Tour Challenger 2017. Y gracias a ese premio participó en el campeonato mundial del helado en Rimini, Italia. Hoy tienen en marcha su nueva planta de fabricación, 11 sucursales en la provincia y un proyecto de franquicias en todo el país.

2. Heladería Dino en Resistencia, Chaco

Dino Rafael Paganucci nació en Fray Bentos, Uruguay, en 1952 y se nacionalizó argentino hace 51 años. Es el maestro heladero de Helados Dino, la heladería que fundó hace 41 años con su compañera de vida Laura y sus dos hijos Natalia y Mariano, en Resistencia, Chaco.

Dino hoy va por la tercera generación, con los nietos a pleno en el negocio familiar. Su vocación de maestro heladero lo llevó a crear más de 400 sabores. Se destacan los naturales, hechos con frutas de la provincia, como el mamón.

“Empecé con mi familia, con mi señora, cuando mi hijo era muy chico. Trabajábamos muy duro, casi 15 horas por día elaborando helado. Después empezamos a innovar y a crear gustos, respetando el código alimentario argentino, con frutas de acá, como la frutilla, el melón, el pomelo”, explica Dino.

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Durante la pandemia la pasó mal, pero se dedicó a capacitar a sus 7 empleados en la fábrica para que todos estén en condiciones de hacer helado artesanal. Tiene tres locales. Y una de sus últimas innovaciones, que le da orgullo, son los tragos helados: tiene 7 en la carta.

3. Heladería La Fe, Pergamino, Buenos Aires

Alejandro Mazza es el maestro heladero de la heladería familiar La Fe, donde trabaja desde el año 1991 a la par de su padre Raúl, quien la compró en 1971. El negocio fue fundado el 24 de setiembre de 1942 en la tradicional esquina de Castelli y San Nicolás, de Pergamino.

Mazza cuenta que cuando su padre compró la heladería, le dio otra impronta gracias a su visión innovadora: postres helados, masas finas heladas, helado en rollitos y hasta delivery, que en los ’70 no era habitual.

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“En 2005 empezamos a tener problemas con nuestro proveedor de dulce de leche heladero, entonces empezamos a desarrollarlo. Porque es un representa el 30% de la venta de mostrador y cuando cambia la materia prima, el cliente enseguida la nota. En 2007 construimos la fábrica de dulce de leche La Vaca Aplicada e hicimos un negocio aparte al de la heladería”, relata Mazza.

La Fe hoy tiene 11 sucursales en Pergamino y más de 10 gustos de dulce de leche. “Mantenemos la forma de hacer helado y los productos naturales”, asegura Mazza, que destaca las innovaciones: helado sin gluten, dietético y para veganos.

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4. Heladería Tito en Río Gallegos, Santa Cruz

Sus comienzos se remontan a 1965, cuando Guillermo ‘Tito’ García creó la primera heladería de Río Gallegos, en el cruce de las calles Roca y Perito Moreno.

En 1973 Eduardo ‘Chiqui’ García le compró el negocio a su hermano. Cinco años después, con esfuerzo y sacrificio, compraron un terreno en Corrientes y Zapiola, donde inauguraron su casa central a fines de 1979.

“Antes la gente no tenía la práctica de comer helado todo el año y el invierno era muy difícil. Le empecé a tomar cariño al negocio y la gente acompañó. Tuvimos épocas muy malas, pero el amor por el helado te hace seguir. Cada vez que hacíamos un gusto nuevo, se lo hacíamos probar al cliente. Así de alguna manera se sienten parte”, dice Eduardo García.

¿La especialidad de la casa? El helado de calafate, un fruto típico de la Patagonia de sabor único muy parecido al arándano.

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