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Un llamado de auxilio por una posible intoxicación por monóxido de carbono mantuvo en vilo esta mañana a los vecinos de la capital santacruceña. El personal de la División Cuartel Dos de Bomberos de la Policía de Santa Cruz actuó con rapidez y, afortunadamente, logró controlar la situación sin víctimas fatales ni heridos. Sin embargo, el incidente encendió las alarmas sobre un peligro que, con el frío polar acechando en la Patagonia, se vuelve aún más latente: el gas mortal que no se ve ni se huele, pero que puede ser letal.
El fantasma del invierno
Con las temperaturas bajando a niveles críticos y los hogares recurriendo a estufas y calefactores, el monóxido de carbono (CO) se transforma en una amenaza silenciosa. Los bomberos de la capital de Santa Cruz no dudaron en calificarlo como un “enemigo invisible”, recordando que su presencia solo se detecta cuando ya ha comenzado a afectar la salud. “No avisa, no tiene olor, no irrita los ojos, pero puede matar en minutos”, explicaron desde el cuerpo de emergencias.
El caso de esta mañana —cuyos detalles específicos no fueron revelados— podría haber terminado en tragedia. Según datos de la Asociación Toxicológica Argentina, cada año se registran alrededor de 200 muertes por intoxicación con CO en el país, la mayoría durante los meses invernales. Y Santa Cruz, con sus heladas prolongadas y el uso intensivo de artefactos a gas, no es ajena a este riesgo.
Señales que salvan vidas
Los síntomas de una intoxicación por monóxido son engañosos: dolor de cabeza persistente, náuseas, mareos, vómitos y una debilidad que puede confundirse con agotamiento. “Muchas víctimas piensan que es un simple malestar y no actúan a tiempo”, advirtieron los bomberos. La clave, insisten, está en la prevención: revisar anualmente calefones, estufas y cocinas con gasistas matriculados, asegurar la ventilación de los ambientes y nunca usar hornos o braseros para calentar las habitaciones.
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