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El 3 de mayo, la madrugada en Río Gallegos trajo consigo una tragedia que conmocionó a vecinos, compañeros de trabajo y familiares de Alan Márquez, un joven camillero de 30 años, trabajador del sistema de salud local. En un hecho aún cargado de incertidumbre, Alan cayó desde el tercer piso de un edificio ubicado en el barrio 400 Departamentos, en la capital de Santa Cruz. El impacto fue tan violento que los médicos que lo asistieron en primera instancia no dudaron en calificar su sobrevivencia como “milagrosa”.
Las fracturas que sufrió fueron múltiples y severas, con especial compromiso en la región pélvica, lo que motivó su urgente traslado a Córdoba capital. Allí fue internado en el Sanatorio de la Cañada, donde permanece en estado crítico. Según los especialistas, la operación a la que será sometido este lunes representa un paso decisivo para su recuperación: una cirugía compleja, de alta demanda técnica y con riesgos considerables, tanto por la magnitud del daño óseo como por su estado general.
Alan sufrió fracturas múltiples y severas, con especial compromiso en la región pélvica.
La espera por esta intervención se vio prolongada algunos días, en principio prevista para el viernes pasado, debido a una demora en la llegada de los materiales quirúrgicos. La madre de Alan, Julia Noemí Flores, quien lo acompaña minuto a minuto en Córdoba, explicó a sus allegados las razones de esta reprogramación a través de un emotivo audio que rápidamente comenzó a circular entre conocidos, familiares y redes sociales.


“Se demoraron los materiales. Llegaron tarde, cerca de las cuatro de la tarde, y ahora los están esterilizando. El médico decidió operarlo el lunes temprano. Yo creo que todo es por algo. Alan también lo cree así”, expresó Julia. Pero su relato fue más allá de la logística médica. Con una voz quebrada por el dolor, pero también iluminada por la fe, compartió una conversación con su hijo que tocó profundamente a quienes la escucharon.
Según contó, Alan, pese a su estado, le dijo: “Mami, todo pasa por algo. Hoy oscurece, pero comienza el sábado de Dios. El lunes será la operación, y hay que respetar ese tiempo”. La convicción de Alan conmovió incluso a su madre, quien, en medio del caos emocional, reconoció haber encontrado consuelo y dirección en las palabras de su hijo.
La operación iba a realizarse el pasado viernes pero hubo una demora por la llegada de los materiales.
“Tremenda enseñanza para mí. Una vez más, Dios tiene el control de todo. Nosotros, imperfectos, nos dejamos llevar por el mundo. Pero Alan me lo recordó: Dios no deja nada al azar”, afirmó con lágrimas contenidas.
Más allá de la lucha médica, la batalla de Alan se libra también en el plano espiritual. En la habitación de terapia intensiva, lee el Nuevo Testamento, reza junto a su madre y se aferra a su fe como ancla ante la incertidumbre. “Está fortalecido, contenido, emocional y espiritualmente muy fuerte. Le agradezco a quien trajo la Biblia, porque no tuve tiempo de pensar en eso, y sin embargo, él se aferró enseguida a la palabra de Dios”, comentó Julia.
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