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El investigador y escritor patagónico, Mario Echeverría Baleta falleció este jueves por la noche, luego que el vehículo en el que se trasladaba volcó en la Ruta Provincial N°5.

Baleta viajaba rumbo a El Calafate junto a su nieto mayor -quién se encuentra fuera de peligro-. Por razones que se tratan de establecer, el escritor perdió el control del rodado y terminó volcando a pocos kilómetros de La Esperanza.

Un conocedor de la Patagonia

Baleta, tenía 85 años, nació el 28 de mayo de 1938 en El Calafate y es una de las personas que más sabe sobre la historia de los tehuelches. Su contacto con los habitantes originarios le permitió conocer esa cultura ancestral, a la que le dedicó la mayoría de sus escritos, publicaciones y libros.

Completó sus estudios obligatorios en la villa turística y luego se recibió de Profesor de Educación Física en la Ciudad de Buenos Aires. Regresó para ser docente en Santa Cruz, donde impulsó con mucho ímpetu la actividad del handball, hasta entonces inexistente. También difundió el folklore en Santa Cruz, ámbito en que también se lo considera referente.

Años más tarde, ingresó como dibujante técnico a la Vialidad Nacional, donde también se desempeñó como topógrafo. Además, fue director del Museo Jesús Molina de Río Gallegos, ciudad que eligió para residir.

A lo largo de su trayectoria como escrito, Echeverría cosechó más de 20 libros editados. La mayoría de ellos dedicados a la cultura tehuelche, aunque también se dedicó a la historia de Santa Cruz y, principalmente, de El Calafate. Algunas de sus obras destacadas son: “Joiuen Tsoneka” (leyendas tehuelches); “Toponimia Indígena de Santa Cruz”; “Kai Ajnun” el milenario arte Tehuelche de los Quillangos pintados; “La momia del Cerro Gualicho”; “Cuadernillos de Leyendas Tehuelches”; “Vida y leyendas Tehuelches” (leyendas mitológicas); “Cuentan los Chonkes”; “Koonek” (leyenda de El Calafate); “Raíz folklórica de la Patagonia”.

El día que La Opinión Austral registró el “reencuentro” de Echeverría con las obras de “Lobo” Peña

En agosto de 2022, durante la Feria del Libro Infantil y Juvenil en el Atlético Boxing Club tuvo un mano a mano especial con Mario Echeverría, su hija Graciela y “Yaka”, el cazador de libros que atesora obras del fallecido Héctor Rodolfo “Lobo” Peña, una de las plumas santacruceñas más brillantes y amigo de Echeverría. Aquí la crónica de Hugo Ferrer de aquel encuentro:

“LOBO” PEÑA LOS UNIÓ “Yaka, el cazador de libros”, con Mario Echeverría Baleta y su hija Graciela miraron algunos de los textos de Héctor Rodolfo “Lobo” Peña. “¡No lo puedo creer! Yo con esto no sólo vuelvo a mi infancia, sino que veo al ‘Lobo’ como si estuviera vivo, charlando con nosotros acá”, dijo Graciela. FOTOS: LEANDRO FRANCO/LA OPINIÓN AUSTRAL

El sábado 6, casi a las 15:30, durante la recorrida, me detuve ahí. Abrí la revista Argentina Austral. Mientras la miraba, descubrí una nota de cuando se inauguró el monumento a Roca sobre la avenida San Martín. Quise comprarla. El vendedor me dijo: “No, de acá no vendo nada”.

De repente, escuché la exclamación de una mujer: “¡No lo puedo creer! ‘Lobo’ está acá”.

En ese instante “nació”, en vivo y en directo, una tremenda historia de libros, amigos, familia, recuerdos, frases, nostalgia, risas. Todo de pie, al lado de uno de los caballetes del stand que estaba repleto de obras. De fondo, la música, los shows y los juegos de luces.

Como si fuera una película, hay que presentar a los protagonistas.
Él, Marcelo Aníbal Morel, más conocido por “Yaka”. Su apodo es “Yacaré”. Se lo puso su abuelo de Corrientes. Y él mismo lo modificó y así firmó sus libros, como “Yaka”. Tiene 52 años. Se define como “El cazador de libros”. Llegó a Río Gallegos hace 18 años. Es enfermero en el Hospital Regional de Río Gallegos.

Ella, Graciela Echeverría. Escritora y representante en Santa Cruz de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores). “Soy la hija de Mario Echeverría Baleta”.

Lobo” fue, es y seguirá siendo Héctor Rodolfo Peña, protagonista exclusivo de esta crónica. En Santa Cruz se celebra cada 4 de agosto el Día del Escritor Santacruceño en homenaje a este talentoso artista de las teclas y las palabras. Murió el 17 de julio de 2003 en El Calafate, donde descansan sus restos.

EXCLUSIVO: JUNTOS PARA LA OPINIÓN AUSTRAL Domingo 7, en el Boxing Club. Graciela Echeverría, su padre Mario Echeverría Baleta y Marcelo Morel, alias “Yaka”, emocionados por haber rescatado su historia. “Yaka”: “La vida quiso que me toque tener este tesoro”. Graciela: “¡Gracias Marcelo! ‘Lobo’ te debe haber dicho: ‘Andá a recogerlo’ y debe estar contento mirándote”. Mario: “Hasta nos sentábamos juntos en la escuela”. FOTOS: LEANDRO FRANCO/LA OPINIÓN AUSTRAL

“Papá” es Mario Echeverría Baleta. Tiene 84 años, nació el 28 de mayo de 1938, casi tres meses antes que “Lobo” Peña. El que más sabe sobre la historia de los tehuelches y creador de grandes obras. Conoce como pocos la Patagonia. Por sus venas fluye Santa Cruz.

Después de esta introducción, se produjo un diálogo de ida y vuelta. Imperdible.

Yaka: – Acá estoy con mis libros y quise traer especialmente los de “Lobo”. Hay muchos materiales de su padre, le dijo a La Opinión Austral.

Graciela: – Reliquia, historia pura, increíble. La verdad, ¡no lo puedo creer a esto!
Mientras aumentaba la sorpresa de Graciela, Yaka agarró algunos ejemplares de Argentina Austral, la misma revista que yo estaba mirando antes de descubrir este mágico “reencuentro”.

Yaka: – Esta revista era de él, acá de Santa Cruz.

Graciela: – ¡“Argentina Austral”! En mi casa había cientos de estas.
De repente, ella giró y señaló una de las obras de “Lobo”. “Esto es una guía histórica que se escribió con la máquina de escribir de mi papá, en mi casa y si vos te fijás bien, esta es la letra de él. Este es el número de teléfono que tenía el ‘Lobo’ y esta es su firma”.

Aunque suene obvio, le pregunto qué siente al ver eso. “¡No lo puedo creer; para mí es terriblemente emocionante. Yo con esto no sólo vuelvo a mi infancia, sino que veo al ‘Lobo’ como si estuviera vivo, charlando con nosotros acá, emocionado por haber rescatado su historia, su vida, porque para él escribir era su vida”.

Y sigo. ¿Y al ver la imagen de “Lobo”? “Es impresionante, la verdad que todo esto es como si golpeara el pecho tantas veces”.
Y llegó una pregunta que corre el velo sobre las personas, las cosas, la vida misma.

– Y por qué vos no tenías este material?

Graciela: – Yo sé que mi papá se lo pidió a la familia y no se lo dieron a él. No sé cómo fueron las circunstancias en las que no accedieron a dárselo. El “Lobo” y mi papá eran como hermanos, mejores amigos, y bueno, esas cosas de la vida hicieron que este material fuera rescatado por el amigo Morel.
Inevitablemente, ahora “Yaka” es el protagonista.

– ¿Cómo lo encontraste?

Yaka: – Yo soy profesional de la salud, en el sector del quirófano, así que hago enfermería y por cuestiones de la vida, me encontré con una señora que necesitaba asistencia. Siempre trato de dar todo de mí, lo que tengo es mi profesión; así que fui a la casa de esta señora, la atendí; vive sola, es una señora de casi 80 años. Le comenté que yo escribía y ella es docente jubilada. Me dijo que tenía algunas cosas en su galpón y que quizás me interesaban; así que me fui a su casa y cuando abrí el galpón, vi una acumulación de libros. Mi corazón parecía que se iba a salir del lugar.

Agarré mi carro, estaban todos llenos de polvo. Es como que iban a ser destinados a otro lugar y por cuestiones, no sé, de la vida, me tocó tener este tesoro; así que esto es para compartir con todos porque es historia de Río Gallegos, historia de un gran escritor de acá.

Graciela: – ¡Gracias Marcelo! ¿Viste que la vida tiene esas cosas? El “Lobo” te debe haber dicho: “Andá a recogerlo” y debe estar contento mirándote. Para él escribir era su vida, dejaba su corazón, su sentimiento, todo ahí. Yo me acuerdo una vez cuando era chica y empezaba a escribir, un día después de leer Trágica Patagónica, le dije emocionada: “¿’Lobo’, cómo puedo hacer para escribir cómo vos?” y me dijo: “¿Te gusta escribir?” y le digo: “Sí, claro” y me dice: “Estudiá, leé mucho y vas a dejar de escribir cuando no tengas nada más para decir”. Imaginate, una persona para que te diga eso es porque escribe con toda su alma.

Yaka: – Sí, es que uno pone el alma, el amor, la ira, todo, uno despliega en ese papel blanco y la pluma es lo que hace arar lo que dice tu corazón; eso es principalmente escribir con el corazón y yo, cuando leo algunos libros de él: “El sol duro de junio golpeaba desde lejos, enfocando oblicuamente su camino, era curioso en los días así, tan fríos, el brillo del sol de la tarde parecía el de un foco diluido, borroso, brillo anti brillo, oculto tras una grasa de bruma y parecía que golpeaba; era como una luz metálica, fría, muy a propósito para acariciar las lagunas escarchadas; esas mismas lagunas que una vez roto su caparazón de hielo, por las ruedas de los autos, servían de oscuros bañaderos a los gorriones inflados, resistentes, oscuros por el frío, pero también por el humo incesante, lento de cientos y cientos de chimeneas que nacían como tales, y negro de multiformes estufas acompañadas de carbón”.

Graciela: – ¡Qué belleza! ¡Cuánto Hectór hay ahí! Él está vivo todavía ahí y va a seguir así, vivo, en el alma de cada escritor santacruceño, porque si hay algo que nos enseñó es esta soberanía literaria.

Yaka: – Esta es la esencia de un escritor santacruceño que dejó su alma en tantas plumas, en tantas hojas; me llena de felicidad tenerlo y compartir con mi amiga acá. Esto también es para todos los santacruceños, no sólo para mí; yo lo tengo, lo resguardo, pero es para todos. La literatura nos une.

Fue tal el impacto que Graciela convenció a su padre, Mario Echeverría Baleta, para que el domingo fuera al Boxing. Cerca de las 16, se produjo otro milagro. Mario y su “reencuentro” con “Lobo”. Graciela, “Yaka” y La Opinión Austral, testigos y protagonistas.

Emocionado, recordó algunos de los momentos que compartió con “Lobo”. Y así, hasta ratificó lo que me había dicho el sábado Graciela: efectivamente, era suya esa letra escrita en las páginas del comienzo de algunas de las obras de “Lobo”.

Mario: – Sí, esa letra es mía. Le escribí eso a “Lobo” porque siempre compartimos todas las cosas; hacíamos esto, lo otro. Él venía a mi casa, yo iba a la de él; siempre así. Me da mucha alegría y me hace recordar todo lo que vivimos con mi querido amigo Héctor. Compartimos desde primer grado, nos sentamos juntos hasta que terminamos la escuela primaria. Siempre mi compañero de banco era él.

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