Un manto de dolor y desazón cubre las costas patagónicas tras la trágica noticia del incendio que consumió la morada de José Óscar Pacheco y su compañera, Florinda, el pasado domingo.
Un evento que arrasó con su hogar y que también golpea el corazón de la pesca artesanal de la provincia, enlutando la memoria de una pareja que dedicó su vida entera al mar y a las inclemencias de la naturaleza. La investigación para esclarecer las causas de este siniestro, provocado por personas desconocidas, ya está en marcha, mientras la comunidad lamenta la pérdida material y simbólica de un espacio que era testimonio viviente de una existencia de sacrificio y profundo arraigo.
José Óscar Pacheco, un pescador artesanal con más de 30 años de oficio, y Florinda, su incansable compañera, eran figuras emblemáticas de la zona de Río Gallegos y Punta Loyola. Su vida, plasmada en un documental subido a YouTube en 2022, era una rutina diaria de entrega al mar, “pescar, mariscar y venir acá y estar acá”. Juntos, “los dos solos hacemos el trabajo todos los días”, solo ocasionalmente con la ayuda de sus nietos o hijos los fines de semana. Su historia es un reflejo de la tenacidad y la lucha de tantos trabajadores del mar en nuestro país.
La existencia de los Pacheco no estaba exenta de desafíos. José Óscar describía la zona de Punta Loyola como un lugar de “mucho viento”, un “problema que tenemos acá”. Las condiciones climáticas, a menudo “infernal” y “terrible”, hacían que muchos días “no da a nada”, llegando a pasar “una semana sin pescar”.
Este viento no solo dificultaba la navegación, sino que impedía algo tan fundamental como “tirar la red”, el método preferido de José Óscar, quien no se sentía atraído por la caña o la lata. El Río Chico, a pesar de su apariencia, es un lugar “bien feo” y “muy peligroso”, con correntadas “grandes” y vientos que se levantan “en la nada”, pudiendo dejar a los pescadores varados en la isla por días. La diferencia entre marea baja y llena significaba 20 o 30 minutos más de travesía para llegar a la isla, y la vuelta con la carga de pescado era la verdadera “pelea” contra el oleaje.
A las adversidades del clima se sumaba la preocupante escasez de pescado. José Óscar lamentaba que “antes había mucho, ahora ya no hay nada. Los barcos se han llevado todo”. Incluso señalaba que “a veces los barcos están pescando en la boca de entrada”, afectando directamente el sustento de los pequeños pescadores. Esta merma en la pesca obligaba a una constante presencia en el agua: “Para poder subsistir tiene que estar todos los días”, ya que si no se pesca en el día, “no hay plata”
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