Por Gonzalo Benito Zamora, especial para La Opinión Austral

Un tigre herido es un animal muy peligroso. Lastimado y acorralado, la única salida posible es salir hacia adelante mostrando sus dientes y sus garras. Es un momento crucial, en el que el instinto de supervivencia le indica que para seguir con vida va a tener que defenderse con toda su energía. En política pasa algo parecido. Cuando un dirigente de fuste, con capacidad de liderazgo y conducción está acorralado, o cuando lo dan por muerto, es el momento en el que, si tiene sangre caliente, puede salir hacia adelante mostrando los dientes, pegando zarpazos y dejando en claro que aún no está vencido.

En Argentina, el Peronismo es un claro ejemplo de resiliencia política. A lo largo de su historia, ha enfrentado y superado múltiples desafíos: desde el golpe militar de 1955 y el exilio de Juan Domingo Perón, pasando por los 16 años de resistencia, los fusilamientos y la lucha armada en la década del ’70 (aunque aún haya que profundizar más el análisis sobre estos eventos). Más recientemente, la renovación del movimiento en la década del ´80, la salida a la crisis social en 2003 de la mano de Néstor Kirchner, la crisis de la Resolución 125, la muerte del conductor en 2010 y el lawfare contra líderes peronistas, como Cristina Fernández de Kirchner, han demostrado su capacidad de adaptación. Incluso la victoria de Alberto Fernández en 2019, a pesar de la posterior decepción, subraya esta fortaleza inherente. Estos eventos históricos reflejan no solo la habilidad del Peronismo para recuperarse, sino también su constante evolución y resistencia.

Otros ejemplos de la historia reciente reflejan que el movimiento fundado por Juan Domingo Perón es quizás el único con esta virtud. El radicalismo está sumergido en una crisis de identidad desde el desastre político, social y económico del 2001. El PRO, una experiencia liberal moderna y democrática, surgida de la figura del ingeniero Mauricio Macri, está en un proceso de descomposición muy particular, pasando en muy pocos años de gobernar la Nación, la Provincia de Buenos Aires y la Ciudad Autónoma en el mismo período a ser prácticamente devorado por el fenómeno de La Libertad Avanza. Otras experiencias anteriores como la UCeDé, el desarrollismo frondizista o la llamada “izquierda nacional” tuvieron experiencias breves y desaparecieron.

En Tierra del Fuego está sucediendo un fenómeno similar.

A nadie escapa la fuerte crisis política y personal que atravesó Walter Vuoto el año pasado. A raíz del suicidio del senador Matías Rodríguez, que aún debe ser abordado con la responsabilidad de saber que hay una familia que perdió a su ser querido y cuestiones que son exclusivamente del ámbito personal y privado, la figura de Vuoto comenzó a ser objeto de fuertes cuestionamientos. No solo hubo expresiones de dirigentes peronistas, como las que en más de una ocasión manifestó el intendente de Río Grande Martín Perez. También existieron varias expresiones del gobernador Gustavo Melella (¡quien incluso llegó a decir que había visto el expediente!), o del radical Pablo Blanco, e incluso algunos artículos periodísticos, con excesiva información de “fuentes muy confiables”, firmados por el hijo del senador en el diario Clarín. La situación toda permitía pensar que el futuro político del principal dirigente kirchnerista de Tierra del Fuego estaba en franco descenso.

Atravesado el verano y habiendo asumidos las nuevas autoridades electas (tanto locales como nacionales), algunos dirigentes del Partido Justicialista, como el mencionado Perez y el intendente de Tolhuin Daniel Harrington, empezaron a plantear que era necesaria una renovación en el justicialismo. Amparándose en los planteos surgidos a nivel nacional por la derrota en segunda vuelta de Sergio Massa contra Javier Milei, los intendentes en cuestión aprovecharon para trasladar ese análisis a Tierra del Fuego.

Asumir la conducción del Partido Justicialista era leído como el camino de Martín Perez para descartar a un contrincante (Vuoto), frenar el objetivo (re) reeleccionista de Melella y encaminar su candidatura a la gobernación fueguina. Por otro lado, aunque nunca se expresó públicamente, Harrington seguramente intentaría apostar a la creación de una carta orgánica en Tolhuin que le permitiera establecer un nuevo estatus jurídico y ser nuevamente candidato a la intendencia.

Sin embargo, el año 2024 rápidamente viró hacia otro lado. La movilización del Partido Justicialista y las diversas ramas que componen el Peronismo en Tierra del Fuego empezó a producirse. Primero los trabajadores, la columna vertebral, que encabezados por la CGT se pusieron al frente de la lucha contra el ajuste implementado por Javier Milei. Luego la juventud, que llevó adelante un campamento de formación con la participación de distintos referentes de toda la provincia. El protagonismo de Vuoto comenzaba a reconfigurarse.

De estar acorralado, a tomar la iniciativa. Fue el principal dirigente político en asumir el compromiso del 1° de mayo de la CGT (Melella firmó semanas más tarde), fue la figura principal en el encuentro de la JP, en el que estuvo acompañado por legisladores, diputados, senadores y concejales. En este punto, ya se comenzaba a rumorear que el intento de Perez y Harrington de asumir la conducción del Partido Justicialista quedaría solo en esa carta publicada en “X”.

Vuoto aceptó el convite, convocó al Consejo Provincial del PJ y se resolvió llamar a elecciones internas para el mes de septiembre. Pero al parecer alguna clase de viento helado hizo que el principal contendiente, Martín Perez, decidiera fingir demencia, hacer de cuenta que nunca existió la misiva en la que se reclamaba “renovar para volver a representar”, y así afirmar que su única preocupación era contener la situación social en su municipio en vez de entrar en disputas internas. Una opción distinta tomó su socio en la aventura de conducir, Daniel Harrington, que acompañó casi la totalidad de las definiciones del Consejo Provincial.

Después de los embates y de haber sido blanco de la “necropolítica” que emplearon propios y extraños, Vuoto parecía haberse encontrado en la encrucijada de resolver si entregar el bastón de mariscal o, por el contrario, plantarse y dar la pelea. Con una innegable capacidad de reacción, decisión y conducción, el presidente del justicialismo mostró que aún no estaba vencido y que si querían su lugar les iba a costar mucho más que un comunicado en redes sociales.

Así fue que se presentaron más de 6 mil afiliaciones, se resolvió un cronograma electoral, una junta y se puso fecha. Quien desee puede presentar su lista, sus avales y que la base elija, expresaron dirigentes de distintas líneas internas. Hasta ahora nadie levantó el guante, y los que tiraron la piedra esconden la mano y parecen encaminados a intentar lograr afiliaciones a otros partidos.

El último episodio de este resurgimiento fue el encuentro de la rama femenina del peronismo, que se dio cita este fin de semana en Ushuaia con la presencia de unas 1300 mujeres justicialistas de Tierra del Fuego y la participación de dirigentas del orden nacional como Paula Penacca, Sabrina Selva, Juli Strada, y Lorena Pokoik.

En un año donde el oficialismo provincial pretende reformar la constitución en simultáneo con la crisis recesiva producto de las políticas de ajuste aplicadas por Javier Milei, el desarrollo de espacios de debate y organización son vitales. Cuando las estructuras del Estado crujen y la representación política está cuestionada, lo más saludable es que los partidos políticos, pilares del orden democrático, estén activos y en acción. Cuáles serán los próximos pasos está por verse, pero lo que es seguro es que esta actitud activa que desplegó Vuoto en los últimos meses debe (ría) estar lejos de terminarse. Y si alguien analiza que ya fue suficiente, me permito decirle que ese sería un grueso error. La democracia, sea interna o externa, necesita de partidos activos, en constante movimiento, y el mejor momento para hacerlo siempre es el actual. Tampoco hay que dejarse engañar por los falsos analistas que plantean que las disputas intestinas en el PJ distraen a los dirigentes de la situación social, cuando hace 3 meses celebraban como un profundo acto de democracia interna la magra elección que tuvo la UCR.

Si me vas a empujar no me des por muerto, hasta que me caiga de verdad”, dice la canción. Tal vez el proceso actual sirva para que algunos dirigentes tomen nota, empezando por no dar a nadie por muerto antes de tiempo. Los contrincantes de Walter Vuoto no tuvieron en cuenta que nadie entrega el mando sin luchar y que, en este caso concreto, peor de lo que estaba no podría estar. ¿Qué más podía sucederle? Una vez que se toca fondo, solo queda subir. Y eso es lo que está haciendo Vuoto. Directo hacia la superficie.

Gentileza: El Delivery TDF

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