El pasado 10 de agosto, en el Día de la Fuerza Aérea Argentina, la Base Aérea Militar de Morón en Buenos Aires fue el escenario de un acto trascendental donde el suboficial auxiliar Jorge Daniel Pereyra recibió la Medalla Malvinas al valor y heroísmo en tiempo de paz. Esta distinción, dictada por el Poder Ejecutivo de la Nación, no es un logro menor; es el corolario de una misión audaz, una “Operación Polar” que en 2019 llevó a Pereyra y a su equipo hasta los confines más inhóspitos del Polo Sur.
Con la humildad que caracteriza a los grandes, Pereyra relató el significado de esta condecoración: “Esto fue una decoración dictada por el poder ejecutivo de la nación y la verdad que fue muy enorgullecedor para mi persona” comenzó diciendo en una entrevista que se realizó este viernes en LU12 AM680.

La condecoración que recibió Pereyra. (FOTO: LA OPINIÓN AUSTRAL)

Un orgullo que trasciende lo individual para abrazar a toda la institución y, por extensión, a la nación. La misión que motivó este reconocimiento fue encomendada por la superioridad: “poder ir con dos aviones hasta lo más ínfimo de lo que es el Polo Sur”. El objetivo era claro y contundente: “para la protección, ¿no?, de lo que es el territorio nacional, para marcar la presencia en en zonas en las cuales pertenecen a la República Argentina“. No se trataba solo de un desafío logístico, sino de “demostrarle al mundo de que nosotros tenemos la capacidad de querer estar y proteger lo nuestro, ¿no es cierto? Lo que es nuestro patrimonio nacional”.

El viaje

La “Operación Polar”, llevada a cabo en 2019, consistió en un viaje épico, realizando escalas hasta Belgrano 2, la base más austral que posee la Fuerza Aérea. El desafío no era menor; se trataba de una expedición que “hacía más de 60 años” que no se lograba hasta esos puntos de nuestro territorio. Dieciséis fueron los valientes que participaron en esta gesta, enfrentándose a condiciones que ponen a prueba los límites de la resistencia humana. Pereyra describió la crudeza del ambiente con una frase que hiela la sangre: “hubo unos días de 74 grados bajo cero“.

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En este entorno hostil, no solo la maquinaria, sino también el espíritu humano es llevado al extremo. “Es muy al límite. La verdad que hay que hay que poner la cabeza en frío y decir, ‘Che, vamos a hacer esto y tenemos que aguantar esto, tenemos que hacer esto y uno tiene que ir preparado mentalmente, físicamente y y tratar de decir, yo sí puedo, yo sí lo puedo lograr‘”, confesó Pereyra.

Es una misión donde “uno pone vida, pone alma, pone suspiro, pone toda la inteligencia o toda la idoneidad que que va consumiendo durante el largo de los años”, y donde “el cuerpo que es lo que tiene que aguantar, la mente, la psicología de la cabeza que tiene que aguantar uno”. El éxito de esta operación fue rotundo, culminando “exitosa al 100%”, un testimonio de la capacidad y el compromiso de nuestros hombres y mujeres de uniforme.

El avión

Para esta gesta se utilizó una aeronave específica: el DHC6 Twin Otter, de fabricación canadiense Viking. Este avión es pura y exclusivamente “una aeronave que se utiliza para zonas de extremo frío y se utiliza para zonas de corto aterrizaje, corto despegues, de pistas no preparadas”. Su versatilidad es asombrosa, capaz de operar en “una pista de tierra, como puede ser en el glaciar en medio de la Antártida… en un glaciar que está flotando en el mar como en la nieve, como en el agua, como en cualquier zona” dijo el suboficial en declaraciones a la Decana de la Patagonia.

Pereyra posando delante de un avión. (FOTO: LA OPINIÓN AUSTRAL)

Este “avión muy noble” es clave para la Fuerza Aérea en el sur, brindando apoyo a científicos que investigan en la Antártida. Pereyra enfatizó el compromiso con la seguridad: “Nosotros ponemos mucho énfasis en que esa aeronave va a salir segura y si no va a salir segura, nosotros no la sacamos hasta que estemos conscientes de que la aeronave va a volar, va a ir y va a volver”.
Pero, ¿quién es Jorge Daniel Pereyra? Un hombre de carrera sólida y vocación inquebrantable. Mecánico de aeronaves de la Fuerza Aérea, su trayectoria es vasta y rica en experiencias, con “varios destinos“, “varios títulos” y participación en “muchas maniobras”. Su pasión por “los fierros” y la mecánica lo acompaña desde chico en El Carmen, su pequeño pueblo natal en Jujuy. Confesó que nunca había visto un avión hasta que se interiorizó con la aeronáutica, y una vez dentro de la Fuerza Aérea, se quedó: “cuando entré me gustó bastante, me quedé”. Desde Córdoba, donde se recibió, su carrera lo llevó por la fábrica de aviones, el área material Quilmes, la novena brigada aérea de Comodoro Rivadavia, hasta su actual destino en la décima brigada de Río Gallegos, la cual ayudó a reabrir hace casi cuatro años.

El colegio

Además de su servicio militar, Pereyra es profesor de aeronáutica en el Industrial N°6 de Río Gallegos, una labor que ejerce con la misma dedicación que sus vuelos polares. Para él, la Fuerza Aérea es un camino de oportunidades inigualables: “La Fuerza Aérea te da mucho, te hace conocer lugares impensados, te da la oportunidad de hacer cosas que uno capaz que cree que nunca pueda llegar a hacer”. Su vida es un constante aprendizaje, un “camino de no dejar de estudiar”, fundamental ante el avance imparable de la tecnología en la aviación. Su compromiso se extiende a la sociedad, habiendo trabajado intensamente en todo el país, por ejemplo, durante la pandemia de COVID-19.

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