“Es una vergüenza lo que están haciendo. ¡Siguen robando! En mi mesa Milei sacó más de cien votos y cuando veo la planilla tenía cero. El delincuente de Massa que está acá ¡se tiene que ir!”, dice una mujer de mediana edad que agita los brazos por debajo de una bandera argentina que se anudó al cuello como los superhéroes norteamericanos. La mujer está protestando en plaza de Mayo con un grupo pequeño. No hay toma panorámica ni drones. La movilización para denunciar que hubo fraude es pobre, sin embargo, en la dimensión paralela que representan las redes sociales la cosa tiene otro clima, porque cientos de cuentas replican la idea de que a La Libertad Avanza le robaron la elección el pasado 22 de octubre, y para probarlo usan fotos falsas.
La imagen que eligieron corresponde en verdad a una marcha que hubo hace dos años frente a la Casa Rosada. Sergio Massa ni siquiera había asumido como ministro de Economía. Nadie imaginaba que en Argentina intentarían matar a la vicepresidenta, ni que el economista libertario llegaría a ser candidato a presidente.
A decir verdad, la remontada del peronismo tampoco era fácil de adivinar. Las encuestas que se difundieron en la previa hablaban de paridad en el mejor de los casos, con excepción de una que lo daba ganador por siete puntos. Ese informe que sí manejaba Massa y no dejaron filtrar es el que ahora dice que en noviembre Milei ganaría por un margen ínfimo.
La sorpresa de LLA con el resultado no le permitió agitar los fantasmas de fraude con antelación, pero lo cierto es que tampoco las ideas de trampa se movieron demasiado los días siguientes, sino hasta que Milei selló con un abrazo televisado su acuerdo con Patricia Bullrich. Recién entonces la maquinaria de trols del PRO hizo lo suyo.
A esta altura nadie niega quién maneja los hilos de la campaña de LLA. Como el mago de Oz, que lo dirigía todo con omnipresencia, pero en realidad era un pequeño hombre detrás de las cortinas, Mauricio Macri representa la cara visible de una maquinaria que hace años construye narrativa antikirchnerista en nuestro país. No una nueva, una distinta, que cambia apenas algunos modos, pero que, en esencia, no es ni más ni menos que el antiperonismo de mitad de los ’50. También entonces la oligarquía hablaba de defender “la libertad“ frente a la “tiranía“. Luego vendrían el golpe, las bombas en la plaza y cuando la muerte no resultó, la proscripción, la resistencia armada, la vuelta, otro golpe, pero esta vez el último, porque: Nunca Más
“Frente a invocaciones de fraude sin fundamento que en estos días desinforman a la opinión pública y socavan a la democracia como sistema de creencias compartidas –en tanto desconocen que el único escrutinio válido es el definitivo a cargo de la Justicia Nacional Electoral-, se vuelve necesario recordar tan trascendente hecho institucional, como un modo de poner de relieve el valor que revisten para la historia de la democracia argentina las elecciones periódicas, libres, transparentes y auténticas… El único escrutinio válido es el definitivo“, dijo la Justicia Nacional Electoral (JNE), que se vio en la obligación de aclarar los tantos a través de un comunicado. No es para menos, a cuarenta años de democracia y en una Argentina convulsionada por discursos que reivindican la larga noche en la que nadie pudo elegir, hablar de fraude es cuanto menos delicado.
Al igual que Macri cuando mandó a dormir a la gente luego de la derrota de 2019, mientras que la contienda en redes encendía alarmas de robo electoral, el líder libertario no habla de fraude ni se ensucia, pero fue desde su usina, una web para realizar denuncias que nunca se canalizaron vía judicial, desde donde liberaron el fantasma.
Macri es el hombre detrás de la cortina y, como sucede con el mago de Oz en el libro de Lyman Frank Baum, hizo su aparición sobre el final, tomando las formas de jefe de campaña. Por eso el fin de semana ambos se reunieron para definir cómo van a conseguir los cien mil fiscales que necesitan para cuidar el voto antikirchnerista, eso que ahora Pablo Avelluto, ministro de Cultura de Cambiemos, dice que “funciona como una droga, hasta que un día la dejás”. Y es que como para Raúl Alfonsín cuando, en una entrevista con Mauro Viale en Canal 26, dijo que “nuestro limite es la derecha y la derecha es Macri“, para otros, ese umbral se llama Milei.
Bueno, también es difícil separar la paja del trigo cuando la posverdad opera como una miel pegajosa que lo funde todo, porque ayer mismo dirigentes de LLA, entre ellos legisladores electos, lazaron un durísimo comunicado “En defensa de las ideas y del proyecto libertario“, en el que repudiaron la alianza con el hombre detrás de la cortina, bajo el siguiente argumento: “Este acuerdo, moral e ideológicamente, es nuestro límite“.
El 6 de enero de 2021 se produjo la toma del Capitolio de los Estados Unidos. Cientos de manifestantes intentaron tomar por la fuerza el poder, ante la idea de que Donald Trump había sido víctima de un fraude cometido por el Partido Demócrata.
El arrebato duró cuatro horas y el presidente jamás envió refuerzos a los uniformados que estaban en el edificio. Algunos murieron en los enfrentamientos, otros se suicidaron días después. Los actos de violencia que se dieron ese día fueron la cristalización de una clara manipulación por la que, todavía hoy, Trump está dando explicaciones en la Justicia.
“El 6 de enero no fue simplemente una protesta, representó el movimiento más grande en la historia de nuestro país para hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande“, sostuvo Trump entonces, mostrando cierta “sorpresa” por los acontecimientos.
Sin embargo, no sólo fue el aliento deliberado y explícito del presidente republicano lo que provocó esa escalada profundamente antidemocrática, sino que -como hoy sabemos por numerosos testimonios, investigaciones y documentales- sus equipos de comunicación fueron tejiendo una red de mentiras a través de plataformas virtuales como 8chan (de ahí también surgieron los movimientos antivacunas norteamericanos), que hacía tiempo preparaban el terreno para el desenlace.
Pizzagate, por ejemplo, fue una teoría conspirativa que decía que había una red de pedofilia comandada por Hilary Clinton que funcionaba en el fono del restaurante Comet Ping Pong. De eso se habló y se sigue hablando. En el medio alguien armado hasta los dientes intentó un día rescatar a los niños y quedó detenido. También recientemente se estrenó la película Sound Of Freedom, que supone estar basada en hechos reales contados por un exintegrante del gobierno (Tim Ballard) que decidió revelar cómo operaban las redes de pedofilia con ayuda del Estado norteamericano hasta 2013. Ante la negativa de varias plataformas a difundirla por la falta de veracidad, se anuncia como “la película que el gobierno no quiere que veas“.
“Se hizo famoso denigrando personas en la televisión. Lanza duros ataques contra sus críticos en línea. Porta un revoltoso corte de cabello que se ha convertido en meme. Y hoy es el líder de la extrema derecha de su país”. Así caracterizó el New York Times a Javier MIlei en una nota publicada el mes pasado bajo el título: “Javier Milei, un ‘mini Trump‘, podría ser el próximo presidente de Argentina“.
Lo mismo podría contarse sobre la toma del Planalto en Brasil cuando Jair Bolsonaro no quiso reconocer la derrota.
Las denuncias de fraude constituyen amenazas a las democracias moderna, y una amenaza para la paz porque subvierten el orden de qué es real y qué no desde una dimensión cuya línea es difícil de distinguir para una enorme porción de usuarios de las redes sociales.
Sin embargo, en todos los casos hablamos de un intento de volver a un estado anterior de las cosas, anulando la voluntad popular, opacando la celebración democrática.
En el caso de Argentina, hablar de fraude constituye una amenaza tangible aun cuando Milei nunca haya gobernado, porque sus ideas suponen un retroceso todavía más dañino para un país con nuestra historia.
Este año, un informe del Instituto de Desarrollo Digital de América Latina y el Caribe (IDDLAC) reveló cómo las redes amplificaban el discurso negacionista de Milei. “Esto atenta contra la convivencia y la paz social que supimos construir y consensuar en estos 40 años de democracia“, alertaron.
Que personas como Cecilia Pando le reclamen a específicamente a él que libere a las “víctimas” de las políticas de Derechos Humanos que les dieron cárcel a los militares que secuestraron, violaron, robaron bebés y mataron argentinos/argentinas habla de que su llegada a la presidencia alimenta expectativas de ese tipo.
“Las medidas que deberá tomar su gobierno provocarán un aumento de la conflictividad social… Las fuerzas de seguridad, las Fuerzas Armadas, deberán actuar para restablecer el orden. ¿Qué efectivo estaría dispuesto a reprimir si después es perseguido por la Justicia?”, dijo la esposa del mayor retirado Rafael Mercado.
Está claro que saben qué vienen a hacer y que sólo hay una forma de conseguirlo. El contrato electoral es claro y a cara descubierta. Ahí sí que no hay fraude.
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