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Por Jorge Cicuttin
A menos de una semana del comienzo de 2026, el Gobierno consiguió un triunfo político que parecía muy difícil días atrás y que catapulta a un primer plano a varios funcionarios -casi “recién llegados”-, empodera a Javier Milei con un Presupuesto a su medida -salvo algún retoque-, moldea desde lo económico una mitad de mandato clave para sus aspiraciones reeleccionistas, y vuelve a tirar por el piso las intenciones opositoras de formar un frente sólido que discuta el poder con los libertarios.
La aprobación legislativa del Presupuesto 2026 confirmó el camino económico y la estrategia política del oficialismo en esta nueva etapa.
La del palo y la (poca) zanahoria.
La del ajuste más largo y profundo que recuerde la democracia.
La de dividir y reinar.
La de un Estado reducido a un simple espectador de las decisiones del mercado, con proyectos que solo marcarán los privados y con una política exterior alineada en extremo al Estados Unidos de Donald Trump.
El Senado convirtió en ley el Presupuesto para el próximo sin tocar una coma de como llegó de Diputados, donde el oficialismo solo tuvo que entregar el capítulo 11. Milei definió que no iba a perder más tiempos en negociaciones para reinstalarlo. Ya verá como reasigna algunas partidas. Pero debía salir sí o sí antes de fin de año.
Y lo logró. Con mucha rosca.
El oficialismo se impuso por 45 votos a 25, sobre un peronismo dividido, un Pro obediente y el apoyo de un sector de la UCR. De Catamarca, Tucumán y Jujuy llegaron los votos peronistas necesarios.
Pese a los esfuerzos, la oposición no logró hacer caer los artículos 12 y 30 del capítulo 2, que profundizarán el ajuste en educación, ciencia y tecnología y desfinanciarán el sistema nacional de defensa.
Mucha rosca con los gobernadores. La vieja política de “dame los votos y decime qué necesitás”. Diego Santilli, Lule y Martin Menem y el secretario de Hacienda, Carlos Guberman, siguieron la sesión desde el despacho de Patricia Bullrich. Desde este bunker se coordinaron las reuniones y se hicieron los llamados para conseguir los votos que faltaban.
Las dudas en el Senado giraban en torno a los artículos 12, 30 y 25 del capítulo 2. La flamante senadora Bullrich se anotó un gran triunfo en su primera batalla legislativa, mereciendo el elogio de Milei y dejando en un segundo plano la “rebeldía” de la vice Victoria Villarruel. Ya no hay lugar para rebeldías en el Senado, los senadores oficialistas peregrinarán por el despacho de Bullrich de ahora en más para definir todos los temas sensibles.
Y otro que se anotó un poroto fue Diego Santilli. El recién llegado ministro del Interior manejó bien la billetera y logró algunos votos que parecían lejanos. Un ejemplo fue la reunión con el otrora rebelde gobernador de Chubut, Ignacio Torres. Allí se sumó el voto de Edith Terenzi al capítulo 2. A cambio, se acordó el avance en un entendimiento por la deuda de la Nación con la caja previsional provincial.
El Gobierno necesitaba con urgencia tener un Presupuesto acorde a los requerimientos del Fondo Monetario Internacional antes del próximo 9 de enero, cuando venza un nuevo compromiso de deuda. Con este panorama de gastos del Estado, el ministro Luis Caputo quedó en condiciones de refinanciar los vencimientos.
Caputo tuvo otro regalito del Senado: La sanción del proyecto de Inocencia Fiscal, que limita la capacidad de control y sanción de los organismos fiscales como incentivo para que los dólares no declarados ingresen a la economía formal. Una suerte de blanqueo encubierto.
Fue el triunfo de la rosca política, consiguiendo nuevos “amigos” políticos y dividiendo a una ya dividida oposición. Un buen antecedente para la batalla parlamentaria que se viene: la Reforma Laboral y la Reforma Penal. Pero eso será recién en febrero.
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