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La difusión del índice de pobreza conocido este jueves es quizás el dato más fuerte que nos ha dejado estos nueve meses del gobierno de Javier Milei.

En seis meses, este gobierno sumó más de un 10% de pobres en el país. Casi 25 millones de personas en el país son pobres y 8,5 millones son indigentes. Estos millones de argentinos están dando una muestra de la magnitud del daño de este plan económico de recesión y ajuste. El 66,1% de los menores son pobres. Un costo social gigante.

Este dato nos confirma que la Argentina ya no es el país que era, por lo menos, hasta mediados de los 70. No tenemos una sociedad que pueda diferenciarse de América Latina porque su porcentaje de pobres lo acerca a otros países de la región.

Se acabó la idea de la movilidad social ascendente que nos llevó a tener esa clase media que tanto movilizaba en términos de consumo, en lo económico y cultural.

Hoy hay que pensar en una movilidad social descendente: una amplia mayoría de argentinos lucha diariamente para no “caerse de la balsa”, para no seguir bajando escalones. Ya no piensa en cómo mejorar, solo en cómo no empeorar tanto.

En sus cuatro años de mandato, los gobiernos de Mauricio Macri y de Alberto Fernández aumentaron la pobreza en unos 6 puntos en cada administración. Milei casi duplicó ese porcentaje en apenas 6 meses.

La Argentina supo tener una clase media fuerte y culturalmente homogénea. Esta situación pone en tela de juicio las representaciones de progreso. Este proceso de movilidad social descendente está sumando al bando de los “perdedores” a grandes grupos sociales donde se encontrarán docentes, empleados privados, profesionales, trabajadores de la administración pública y profesores universitarios, entre otros.

Esta situación se ve agravada por un Estado que ha decidido no invertir ni en salud pública, ni en educación pública ni en infraestructura.

La Argentina es un país de pobres.

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