Your browser doesn’t support HTML5 audio
El regreso de Pity Álvarez en el estadio Mario Alberto Kempes ya es uno de los acontecimientos musicales del año. Este sábado por la noche, ante más de 40.000 personas llegadas desde todo el país, el histórico referente del rock barrial volvió a subirse a un escenario propio luego de años marcados por problemas de salud mental, adicciones y la causa judicial por el homicidio de Cristian Díaz, cuyo juicio continúa suspendido.
La expectativa era total. Hasta minutos antes del inicio del show nadie sabía en qué condiciones se presentaría el músico. Sin embargo, cuando sonaron los primeros acordes, todas las dudas se disiparon: Pity salió con energía, entereza y una contundencia artística que sorprendió incluso a los más escépticos.
Como tantas veces ocurre con los mitos, bastó que tomara la guitarra para que todo cobrara sentido. Durante casi tres horas de show, Álvarez demostró que su obra envejeció bien y que su talento sigue intacto. La voz sonó firme, los riffs precisos y la conexión con el público fue inmediata.
El recital fue también un punto de encuentro generacional. Además de seguidores históricos de Viejas Locas e Intoxicados, hubo una fuerte presencia de jóvenes menores de 25 años, que nunca lo habían visto en vivo pero conocen su cancionero de memoria. La lealtad del público fue absoluta.
Provocación, ironía y sensibilidad
Fiel a su estilo, Pity combinó momentos de profunda introspección con escenas deliberadamente provocadoras. Su ingreso al escenario incluyó una performance que generó polémica inmediata, contrastando con canciones cargadas de sensibilidad como “El Rey”, una de las más introspectivas de su carrera.
El estallido llegó con clásicos como “Intoxicado”, “Nena, me gustás así” y “Homero”, este último presentado con una frase que emocionó al estadio: “Este tema se lo hice a mi papá y lo alcanzó a escuchar antes de morir”.
El pogo fue constante y el Kempes se transformó en una fiesta popular, con banderas flameando y una mística que recordó a los grandes rituales del rock argentino.
Una banda sólida y una puesta en escena potente
Acompañado por una banda de sesionistas de alto nivel —Matías Mango, Gabriel Prajsnar, Juan Colonna, Hernán Salas y Bárbara Corvalán—, más invitados históricos como Peri Rodríguez y Miguel Tallarita, el sonido fue uno de los grandes puntos altos de la noche.
La puesta en escena tuvo a Pity siempre en el centro, con cambios de vestuario constantes y guiños irónicos, como la proyección de una intro de Mirtha Legrand que derivó en el canto masivo de “Reggae para Mirtha”.
“Me tengo que hacer cargo de las cosas que hice”
Uno de los momentos más fuertes llegó cuando el músico hizo referencia, sin rodeos, a su pasado:
“Me tengo que hacer cargo de las cosas que hice, ¿no?”, dijo antes de una potente versión de “Te empezás a chorrear”.
La frase resonó con fuerza en un contexto donde su situación judicial es imposible de eludir. Aun así, el público eligió el camino de la música y la memoria colectiva.
Un final histórico en Córdoba
El tramo final fue demoledor: “Fuego”, “Nunca quise”, “Lo artesanal”, “Perra” y “Quieren rock” sellaron una noche inolvidable. Visiblemente cansado pero firme, Pity respondió hasta el último acorde, mientras el público sostuvo la intensidad hasta el cierre.
En uno de sus monólogos más comentados, lanzó: “¿Quién me va a juzgar? ¿Dios? ¿A mí, que soy Dios? Sólo el universo puede juzgarme”.
Con esa frase, Cristian “Pity” Álvarez cerró un regreso tan esperado como complejo. El artista volvió. El mito sigue vivo. Y el rock argentino sumó una noche que ya es historia.
Leé más notas de La Opinión Austral
Compartir esta noticia

