Rostros tensos. Ojos llorosos, al mismo tiempo que enrojecidos por la ira. Gritos. Insultos. Esos gestos que exigen y reclaman pero que a la vez imploran un “no damos más”. Todo esto registran en los últimos días las cámaras que cubren los piquetes vecinales por los cortes de luz.

El malhumor social imperante se está nutriendo de una inflación galopante que destruye la mayoría de los salarios llevándolos a nivel de subsistencia, una temperatura insoportables con récords de calor que se superan semana a semana y cortes de energía eléctrica que cierran negocios, inhabilitan ascensores, dejan sin agua a casas y edificios y pudren los costosos comestibles que algunos pudieron acumular en las heladeras. Como un final digno del mejor humor negro: están llegando las boletas de Edesur y Edenor con un brutal aumento tarifario.

Un combo explosivo. Desgastante. Una situación llevada al límite para miles de habitantes de la Ciudad de Buenos Aires, el conurbano y algunos puntos del interior del país.

Y estalla la bronca.

FOTO: CRÓNICA

Bronca más que justificada. Hastío que se muestra en cada corte de calle y ataque a las oficinas de las empresas distribuidoras de energía.

Esta bronca estalla en un momento muy delicado para el Gobierno, en el comienzo de un año electoral difícil, con índices económicos preocupantes y que obligan a recalibrar el programa que intentó poner en marcha el ministro Sergio Massa. El tigrense ve desinflar su candidatura presidencial con cada índice de precios que arroja el Indec.

Esta bronca parece estar lejos de convertirse en un estallido social similar al 2001. Pero obliga a cambiar el cálculo electoral.

Es una alerta para el gobierno, por supuesto, pero también para la oposición. La pregunta es cuánto está dispuesto a tolerar la gente un mayor ajuste económico, pasarla peor cuando ya la están pasando mal. Las propuestas de políticas de shock –sacar de raíz los subsidios, aumento de tarifas, fuerte devaluación, etc-, empujarían al abismo a decenas de miles de argentinos que están agarrados al borde apenas con las uñas.

Esta bronca aumenta por la actual crisis de representación y el desprestigio de la política, situación que aumenta el interés por candidatos como Javier Milei. La opción ya no es aferrarse a una tabla de salvación sino “castigar a”. El sector decepcionado por el sistema va en aumento.

Javier Milei.

Un ejercicio interesante y también necesario es mirar fuera de las fronteras, más allá de la bronca en las calles porteñas por los cortes de luz. La bronca se podría decir que viene asumiendo una escala planetaria. El sistema democrático y partidos burgueses tradicionales se muestran enfermos. Y lo mismo ocurre con los medios de información tradicionales. Su credibilidad decae en la medida en que aumenta el sistema desinformativo de las redes sociales.

El malestar con la política tradicional genera rabia e impotencia, bronca. El consultor y asesor político ecuatoriano Jaime Durán Barba insiste con la “emocionalidad” como característica de las campañas electorales en la actualidad. La política apunta hoy a lo emocional más que a lo racional. Y esas emociones estallan buscando lo irracional, no es una cuestión de fe religiosa o de magia, se aceptan propuestas irracionales.

Jaime Durán Barba.

No son pocos los analistas internacionales que ven una crisis de la racionalidad. Esta aumenta en la misma medida en que crecen los temores.

Hay una falta de respuesta de la política tradicional ante el temor al “desclasamiento”. Esto lo explica bien Ignacio Ramonet en un libro imprescindible “La era del conspiracionismo”. El autor señala que “aunque para algunas familias el desclasamiento todavía no sea real, todos los blancos pobres lo viven como un peligro inminente para sus descendientes”. Ramonet lo comenta al hablar de la base del electorado de Donald Trump en los Estados Unidos. Los llamados “white trash” (la basura blanca), es sector blanco, rural y pobre del Estados Unidos profundo.

El sector blanco, los simpatizantes de Trump.

El fenómeno Trump en Estados Unidos, Jair Bolsonaro en Brasil, o el de Giorgia Meloni en Italia, son de una mirada obligatoria para los argentinos. Especialmente porque estamos frente a candidatos presidenciales –como Milei y Patricia Bullrich– que los reivindican.

Por todo esto la bronca que hoy se ve en las calles, al margen de su legitimidad y de que deben ser atendidos los reclamos, es una luz de alerta. Tanto para el oficialismo como para la oposición, hablando en términos electorales. Una situación difícil que hoy explota por los cortes de luz y que en el futuro puede estallar por otros motivos. Si la clase política no tiene en cuenta todo esto no hará más que aumentar el peligro.

Leé más notas de Jorge Cicuttin