Lucas González tenía 17 años, era de Florencio Varela y se convirtió en otra víctima de “gatillo fácil” cuando efectivos de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires balearon el auto donde circulaba con amigos. Este jueves a la tarde, después de agonizar durante poco más de 24 horas en el hospital El Cruce de su ciudad, el joven futbolista falleció.

Ellos tiraron por tirar. En medio de la desesperación buscábamos otros policías para que nos ayudaran hasta que mi amigo gritó y ahí me nublé. Vimos a un patrullero que estaba recorriendo la zona, le toqué bocina y no me ayudó, siguió de largo”, relató Julián, amigo y conductor del auto en el que viajaba Lucas.

Lucas comenzó a jugar al futbol desde muy chico. En su infancia temprana vistió la camiseta de Racing, luego pasó a Defensa y Justicia y antes del comienzo de la pandemia, se había ganado un lugar en Barracas Central.

Lucas era un buen pibe, respetuoso. Nunca trajo ningún problema”, aseguró Daniel, Coordinador de Fútbol de Barracas Central. “Todos sus compañeros lo querían mucho, nadie decía nada de él”, agregó.

El joven aguardaba su oportunidad para debutar en la primera de su club que milita la Primera Nacional.

“En Barracas jugaba de volante por izquierda. Jugaba a pierna cambiada porque era derecho, pero podía jugar de enganche, de ocho o también, cuando el equipo lo necesitaba, jugaba de cinco. Tenía un muy buen primer pase. Era muy técnico, un jugador que cuando estaba se notaba, porque el equipo jugaba de otra manera. Armaba juego, no era egoísta con la pelota, te hacía participe todo el tiempo”, contó Adrián Monzón, compañero de equipo y amigo de la adolescencia, en diálogo con Página 12.

Monzón conoció a Lucas cuando tenía 9 años. Ambos jugaban en Racing. Compartieron solo un año y medio en la institución de Avellaneda, pero sellaron una amistad inquebrantable.

Años después, cuando se enteró que Lucas se había quedado libre en Defensa y Justicia, le propuso que fuera a Barracas para volver a estar juntos. “El primer día que vino tuvimos una práctica, al técnico le gustó como jugaba y el otro día jugamos un partido amistoso con Riestra y entró de titular”, recuerda.

Lucas, además de su objetivo de jugar en primera, también “soñaba con comprarle una casa a su mamá. “’A la Cintia’, así me lo decía siempre, cada vez que hablábamos de qué iba a hacer cada uno”, comentó Monzón.

“Era una muy buena persona, muy carismático. En el grupo era muy querido por eso. Llegábamos a las 7 y media a los entrenamientos y ya arrancaba con sus chistes, a bailar, a joder. Siempre estaba alegre, nunca lo ibas a ver de mal humor. A veces no le tocaba entrar, pero seguía tirando para delante. Lucas tenía la chispa, no se merecía para nada terminar como terminó”, aseguró su amigo.

“Era humilde y trabajador. La verdad que se rompía el lomo todos los días. Se levantaba a las 5:45 de la mañana para ir a entrenar y después lo levantaba el papá de un amigo que nos llevaba a los dos juntos. Más de la mitad de este año, fuimos juntos a todos los entrenamientos porque el papá de un compañero nos llevaba a los dos o sino nos llevaba mi mamá”, añadió Monzón.

Tenía unas condiciones bárbaras. El entrenador, a principio de año, le dijo que era uno de los mejores que tenía, que con la pelota era distinto”, concluyó el joven respecto a su amigo que perdió la vida este jueves.

 

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