El Presidente apeló a la “responsabilidad colectiva” para encarar lo que aparece como una suerte de pico de contagios de coronavirus en el AMBA en esta semana, pero se cuidó de no asegurar que se trata de “un último esfuerzo”. Porque el futuro cercano sigue cargado de muchas dudas.

Cumplidos los cien días de cuarentena en la Argentina, la medida que arrancó el 20 de marzo tuvo un alto costo económico pero muy bajo en cuanto a pérdida de vidas. El apoyo de la mayor parte de la sociedad a las medidas tomadas por el gobierno continúa alto, pero este consenso que era muy amplio en el comienzo empezó a sufrir un desgaste que va de la mano con la aparición de un “discurso del odio” de parte de un sector –aún pequeño- de la oposición.

La consultora Analía Del Franco dio a conocer un trabajo de campo realizado pocas horas después del anuncio presidencial del viernes. El sondeo realizado en el ámbito del AMBA sobre 640 casos, mostró una extensa adhesión, y casi el 77% de los consultados apoyó el endurecimiento de la cuarentena por las próximas dos semanas mientras que el 71% adhirió a lo expresado por el Presidente en el anuncio.

Las que vienen serán dos semanas difíciles, con cifras duras de contagiados en el AMBA y el malhumor de los comerciantes que deben volver a cerrar las puertas de sus negocios. Y con una pregunta que sobrevuela: ¿Es el último esfuerzo?

Se arranca una nueva etapa con costos y riesgos para el gobierno nacional. Donde ya no hay mucho espacio para cometer errores, donde se sufre del “fuego amigo” y se reclamarán resultados rápidos para convencer a muchos de que vale la pena el esfuerzo.

Se deben cuidar y mucho las palabras que se utilizan, y mostrar un frente sólido. Por esto último, el anuncio de Alberto Fernández, Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta esta última vez fue grabado y no se permitieron preguntas del periodismo. Hubo mucho cuidado para evitar cualquier cruce entre Kicillof y Larreta, cuando es indisimulable que afloran diferencias sobre el nivel de encierro de la sociedad.

La pandemia ofrece pocas posibilidades de elección y Alberto Fernández intenta elegir el mal menor, con la premisa de salvar vidas y que no estalle el sistema sanitario, como ocurrió y ocurre hoy en algunos países del mundo.

Pero las encuestas muestran que, si bien el apoyo a la gestión frente al virus sigue siendo alto, la mala situación económica gana cada vez más espacio en las preocupaciones de la sociedad.

“El problema de la economía es la pandemia, no la cuarentena”, aclaró el Presidente, explicando que el coronavirus está provocando la caída de todas las economías del mundo. Fernández insistió con que una empresa, un comercio se pueden recuperar, pero no ocurre lo mismo con una vida que se pierde.

Pero una parte de la sociedad no está tan convencida de esto último. Si bien el Presidente dice que “un negocio se puede reabrir pero una muerte es irreversible”, no está claro que post-pandemia decenas de miles de empresas o comercios puedan reabrirse en un breve plazo una vez que cierran. ¿Cuántos de los negocios que bajaron las persianas en estos meses no volverán a abrir tras la pandemia?

La experiencia en las provincias que han reabierto la economía y aun lo que mostraron los comercios que comenzaron a funcionar en el AMBA, es que el consumo no remonta y la gente tiene mucho cuidado en gastar, excepto lo que es alimento y medicamentos. Aunque se flexibilice la circulación, la oferta y la demanda no se recuperan a la misma velocidad.

La post-pandemia se afrontará con una actividad económica empequeñecida y un alto nivel de pobreza.

No obstante, hay algunos datos positivos. Por el momento no hay un desborde de precios, los ahorristas renovaron los plazos fijos en pesos y el dólar no se desbordó después del primer salto. La emisión monetaria se mantiene sin producir un espiral inflacionario.

Claro que a diferencia de otros países que sufren la pandemia, la economía argentina ya venía mal, sin crecimiento. Esto agrava el derrumbe y genera dudas sobre la posibilidad de un rebote inmediato. El impacto de esta pandemia sobre el empleo y la situación social es insoslayable.

Aquí es donde aparece el rol del Estado, un protagonismo que aceptan hasta algunos sectores empresarios que festejaban la época de achicamiento y ajuste del macrismo. Programas como el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), que entró en una tercera etapa, más la ayuda para pagar salarios privados con el “Programa de Asistencia al Trabajo y la Producción” (ATP), evitaron una situación social cercana al abismo.

Tenemos por delante una cuarentena que se extiende en el tiempo, con una vuelta atrás para imponer mayor rigidez en los grandes centros urbanos. Frente al agotamiento social, la salida pasa por un llamado a la responsabilidad colectiva.

Este esfuerzo que se alarga en el tiempo tiene sus costos en el humor social, la imagen del gobierno y los bolsillos de los trabajadores. Se escuchó decir la semana que pasó que “la gente aceptaría mejor la cuarentena si hubiera veinte mil muertos y no mil como los que tenemos”. Pensamiento cínico. Con veinte mil muertos, la cuarentena habría llegado tarde y los reclamos contra el gobierno se multiplicarían.

¿Cuánto esfuerzo más acepta la sociedad? Una pregunta que solo pueden responder los que no han muerto por el virus.

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