Supongamos que Mirta trabajó toda su vida y que nunca cobró un peso por eso. Supongamos que ella, que tiene hoy más de 65 años, se ocupó de atender el hogar, de esperar a los chicos con la comida lista, la ropa lavada en una casa de camas tendidas y con un marido con el que no compartía las tareas de cuidado. Ella, la única sin vacaciones, feriados ni aguinaldos.

Hoy en nuestro país hay una generación de hijos de muchas Mirtas que están dispuestos a votar proyectos que creen que el esfuerzo que ellas hicieron no vale nada, y prometen eliminar las moratorias jubilatorias. Es el negacionismo que alcanza a las mujeres.

Este año el candidato a presidente de Libertad Avanza -la extrema derecha-, Javier Milei, presentó recorte jubilatorio y la vuelta de las AFJP (privatización del sistema previsional) como propuestas electorales. Dijo que las miles de mujeres que ingresaron al sistema por las moratorias que estableció el kirchnerismo en 2004 representaban una falta de respeto” para los “verdaderos trabajadores. Ellas no lo son para la cosmovisión fascista, no merecen reconocimiento porque, por mujeres, las tareas asignadas al hogar son asunto innato. Aunque, claro, esta posición niega que el universo de trabajo precarizado está habitado en su mayoría por mujeres.

Una década después de la primera moratoria, se estimó que el 86 % de las personas que se jubilaron fueron mujeres. Sobre todo amas de casa o trabajadoras de casas particulares con menos de una década de aportes. Mirta y muchas otras mujeres que se ocuparon de criar a los hijos en hogares cálidos, que durante la crisis de 2001 salieron a limpiar casasajenas, fueron así reconocidas por un Estado que había recuperado el sistema que durante el menemismo quedó en manos de privados.

Con la llegada de la alianza neoliberal Cambiemos, se avanzó en una reforma previsional y se retrocedió en derechos, impactando negativamente en las pensiones, la Asignación Universal por Hijo que les dio a las mujeres (el 99 por ciento de las beneficiarias lo son) un piso para parar la olla, las jubilaciones, pensiones, entre otras.

Con recorte a jubiladxs, AUH y pensiones no contributivas no hay Ni Una Menos” fue uno de los lemas de la consigna de distintas organizaciones y sindicatos que afuera del Congreso esperaron, aquel 17 de diciembre de 2017, que el macrismo no tuviese las manos para el recorte.

Porque el Ni una Menos, consigna que surgió en 2015 con las voces de comunicadoras argentinas y fue ejemplo en el mundo, precedente del “Mee Too” en Estados Unidos o del Yo Te Creo, Hermana” de España, es un grito colectivo por las muertes a manos de la violencia de género, que en nuestro país suceden cada 30 horas, pero también es importante recordar hoy que esa es la punta de un iceberg que se sostiene con la inequidad de todo el sistema que reproduce distintas violencias.

Tanto Cambiemos -que finalmente, a fuerza de las manifestaciones, debió prorrogar la moratoria– como Libertad Avanza, tienen los ojos puestos en las jubilaciones. Una discusión regresiva en lo social, pero que daría un ataque certero a quienes se encuentran, todavía hoy, en peores condiciones de acceder a los aportes: las mujeres y disidencias.

Si las mujeres ganaran menos que los hombres, las empresas estarían llenas de ellas“, fue la respuesta que dio Milei a una periodista que le preguntó qué era la brecha salarial. Es decir, la diferencia que existe entre lo que cobra una mujer y un varón por la misma tarea.

El punto es que, aunque datos del Gobierno Nacional hablan de un 30% en el mercado formal y de un 35% en el informal, no es algo lineal, sino que se resignifica cuando una empresa decide contratar a un varón y no a una mujer, entendiendo que su condición le supone una carga de tareas, como el cuidado del hogar y de los hijos, por las que el varón no deberá preocuparse.

No tan distintos

No hay otra experiencia en Argentina de un partido de derecha que ingresara al poder por los votos previo a Cambiemos, integrado por Propuesta Republicana, la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica. Y lo cierto es que, más allá de las formas en las que el partido libertario expresa sus ideas, no muy al fondo del asunto hay una afinidad clara en su mirada sobre los derechos. Liberales en lo económico, conservadores en lo social.

Es para ambos espacios, el Frente de Todos, pero sobre todo el kirchnerismo, una fuente que los aglutina, que los ubica en un lugar de la historia y frente a la necesidad de vencer al progresismo o como mejor lo definen: al populismo, que no es otra cosa que la aplicación de políticas que respondan a las demandas sociales.

Pero, ¿acaso no hay mujeres que dentro de la derecha y el partido libertario estén a favor del Ni Una Menos? Claro que las hay. Lo que no existe es una interpretación homogénea de qué provoca esas muertes y, por lo tanto, es imposible acordar cómo abordarlas desde la praxis política.

“Hay que poner fin, de una vez, a los relatos. Desde su creación, el Ministerio de la Mujer sólo sirvió para la creación de cargos políticos y como caja para la militancia“, aseguró este 8 de marzo la ministra de Educación de Horacio Rodríguez LarretaSoledad Acuña. Esta idea es ampliamente compartida por otra integrante del PRO, Patricia Bullrich, que prometió que si llega a la presidencia desarmará el ministerio, que fue creado en la gestión de Alberto Fernández, respondiendo a demandas históricas de las mujeres y del colectivo LGBT.

Es este otro punto en común con la extrema derecha. “No voy a pedir perdón por tener pene“, afirmó el economista de peinados raros luego de ratificar que no habrá Ministerio de Mujeres en su hipotético gobierno, en el que, de ser posible, también derogará el aborto legal, seguro y gratuito y la Educación Sexual Integral, porque es una forma de “adoctrinamiento de las infancias.

Según la Encuesta de opinión sobre religión, política y sexualidad“, realizada por la Red Latinoamericana y del Caribe de Católicas por el Derecho a Decidir, nueve de cada diez personas en el país aprueban la ESI en los colegios.

La ESI es un derecho que surge de la Ley N° 26.150 del año 2006, que creó el Programa de Educación Sexual Integral enmarcada en la Ley N.º 26.206 de Educación Nacional, pero tuvieron que pasar varios años hasta que se la pudiese poner en vigencia, por los argumentos que esgrimían sectores conservadores, entre ellos la Iglesia.

Hablar de cuidar el cuerpo y la salud, de valorar la afectividad, garantizar la equidad de género, respetar la diversidad y conocer los derechos de los chicos y chicas significó que siete de cada diez casos de abusos intrafamiliares se detectaran en las escuelas, o que disminuyeran en más de un 55% los embarazos adolescentes.

Como Milei, que lo dice, Cambiemos también fue contra la ESI y entre 2015 y 2019 jibarizó el presupuesto del programa, al tiempo que no se articuló con las provincias en donde continuaban resistiéndose a ley federal. Por el contrario, alentó consignas como “con mis hijos no te metas“.

Es cierto que hay una intencionalidad en la potencia discursiva de Milei, que busca desorientar, confundir y generar impacto y que está por fuera de cualquier concepción ideológica de la política. Pero incluso ahí aparece una mirada con sesgo de género, cuando dice que los padres pueden vender a sus hijos y el ejemplo inmediato siguiente es: “La venta de niñas, por ejemplo para el matrimonio, es algo más viejo que la escarapela“. Está hablando de algo gravísimo que nuestra sociedad no toleraría.

La “Libertad Avanza”, pero para las mujeres retrocede.

Hubo un tiempo…

Peronismo es muchas cosas. Conviven en este movimiento ideas más o menos conservadoras, pero si hubo un espacio cuyas prácticas significaron los mayores avances sociales fue el del modelo nacional y popular instaurado en 2003 por Néstor Kirchner.

El exgobernador de Santa Cruz puso en agenda la reivindicación de los Derechos Humanos y, por consiguiente, la de las mujeres que no tenían derecho a decidir sobre su salud reproductiva.

Durante su gobierno se aprobaron las leyes de parto humanizado, la ley de Educación Sexual Integral, las mujeres pudieron dejar de rogar por una autorización médica para ligarse las trompas de falopio (contracepción quirúrgica) y la práctica se hizo a solo requerimiento.

Antes de que terminara su gestión, en días previos a la asunción de Cristina Fernández, su ministro de Salud, Ginés Gonzáles García, redactó el primer protocolo nacional de atención de los abortos no punibles. Es decir, cinco años antes de que la Corte sacara el fallo FAL que aclaró lo que el Código Penal dice desde 1921, que una mujer con padecimiento mental o violada tenía derecho a acceder al aborto. Todo esto además de la creación de programas para la atención de víctimas de violencia de género, de trata.

Durante el gobierno de Cristina se sancionó la Ley Trata de Personas (2008), que tipificó como delitos la explotación sexual, prácticas esclavistas, privaciones de la libertad y la extracción ilegal de órganos. Luego vino el Matrimonio igualitario (2010), que puso a Argentina en la vanguardia, conjuntamente con otro hito para la igualdad social como fue la identidad de género.

El neoliberalismo se opuso sistemáticamente a estos avances en materia de Derechos Humanos que llegaron junto con una política de memoria, verdad y justicia, a la que también se resistieron.

La agenda

Un discurso que se escuchó bastante durante el gobierno actual, sobre todo luego de la derrota que vivieron los oficialismos en las elecciones de medio término, circuló en torno a que el Gobierno de Alberto Fernández se había ocupado demasiado de atender una agenda de minorías. Esto en función de la creación del Ministerio de Mujeres y de los esfuerzos orientados al debate por la sanción del aborto.

Sin embargo, fue un argumento de perogrullo. Visto a la distancia, nadie puede creer que se desatendió la economía por atender una agenda que, en definitiva, también pide mejores salarios e igualdad de oportunidades.

Desde el primer Ni Una Menos hubo más de 2.280 femicidios. Desde 2015 para acá existe una mayor visibilización de la violencia porque hay más denuncias, gracias a que las mujeres lograron que de esto se hablara, pero los efectos de la violencia no mermaron.

Las muertes por violencia de género se explican, son un síntoma colectivo y ninguna sociedad cuyos gobiernos miren para un costado o anulen la garantía de derechos para que las mujeres vivan mejor, podrá jamás decir que hizo algo al respecto.

Por eso, no va a haber Ni Una Menos sin ESI, sin Ministerio de la Mujer con políticas realmente federales, si retroceden los programas de salud sexual, si no se lucha contra la brecha salarial y si Mirta no se jubila.

 

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