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Por Jorge Cicuttin
“La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”. No hace falta ser marxista ni haber leído la obra del economista y filósofo alemán para conocer una de sus frases más famosas. La utilizó Karl Marx para comenzar su obra “El 18 de brumario de Luis Bonaparte”.
¿Con qué sentido utilizarla hoy?
No son pocos quienes encuentran puntos en común entre los gobiernos de Javier Milei y Carlos Menem. No se trata solamente de la reivindicación de quien fuera un todopoderoso ministro de Economía y padre del “uno a uno”, Domingo Cavallo, por parte de Milei. Lo calificó de “el mejor ministro de Economía de la historia”. Coinciden en muchos aspectos, aunque Cavallo marca algunas diferencias, como insistir con la salida del cepo cambiario.
Milei hoy está eufórico. Puede mostrar cifras y porcentajes varios que muestran, como decía Menem, que “estamos mal, pero vamos bien”. O, prefiere decir el presidente libertario, “estamos dejando de estar mal y ahora vienen solo buenas noticias”. Y muchos parecen creerle, ya que varias encuestas marcan que su imagen positiva dejó de caer tras “el ajuste más grande de la historia” y en algunos casos volvió a crecer.
El Gobierno muestra la fuerte caída del riesgo país, la baja de la inflación -la de octubre perforaría el piso del 3%-, una leve recuperación del consumo, cierta mejora del salario registrado, un dólar “blue” a la baja y el Banco Central que sigue comprando “verdes” para sus reservas. El carry trade sigue a todo ritmo mientras se vive un “veranito financiero” que el gobierno festeja.
Para mejor, el triunfo de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos le abre las puertas -así lo entiende Milei-, a un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario y la llegada de fondos frescos -dicen que se necesitan, por lo menos, unos 15.000 millones de dólares-, que apuntalen el programa y permitan la salida del cepo cambiario.
Claro que, recordando la historia, algunos encienden alarmas por las características de este momento financiero. ¿Volvemos a una época similar a la de la plata dulce? La “tablita” de José Alfredo Martínez de Hoz en la dictadura militar permitió una apreciación del peso y aumento del consumo. Fue una ficción. La historia económica del país muestra también que el carry trade ha terminado en crisis macroeconómicas.
La Argentina ya ha vivido momentos de euforia financiera de corto plazo que terminaron en crisis económicas.
Ocurre que pese a la mejora en la imagen presidencial, existe una grieta entre la euforia y el optimismo del Gobierno por la marcha de la economía y lo que percibe la mayor parte de los argentinos en su situación personal y la de su familia. Los bolsillos de la mayoría de los argentinos no sienten esta supuesta bonanza.
Por más que la inflación siga bajando, los pequeños aumentos se sienten, las jubilaciones continúan en el subsuelo, los gastos en salud se vuelven insostenibles, el desempleo sigue aumentando, no hay obra pública, se cierran negocios y las tarifas de los servicios ocupan cada vez un mayor porcentaje de los ingresos familiares. No se percibe esa mejora que se da en los negocios financieros.
Por el momento, las inversiones no llegan. Y si se dan, se registrarán en pocos sectores. Ninguno vinculado a un deprimido mercado interno como el actual.
Otra señal que preocupa al gobierno es que -tal como ocurrió durante el menemismo y con Martínez de Hoz-, se espera una fuerte salida de dólares por el turismo. La Argentina se ha vuelto cara en dólares, no ofrece precios llamativos para los extranjeros. Por el contrario, los argentinos que aún pueden, están viendo las posibilidades que ofrecen otros países, como Brasil, para sus vacaciones. Hay precios más accesibles en playas brasileñas -incluso en algunos lugares del Caribe-, que en la costa argentina.
En este marco, los gremios aeronáuticos entraron en una guerra contra el Gobierno con paros que afectaron a miles de personas. Esto le dio luz verde a Milei para insistir con la privatización de Aerolíneas Argentinas y desregular todo el sector aerocomercial. “Si siguen parando Aerolíneas se privatiza o se cierra”, advirtió Milei. Frase muy parecida a la de “ramal que para, ramal que cierra” que lanzó Carlos Menem cuando se enfrentó con los gremios ferroviarios en la previa a la privatización absoluta del sector. Esto terminó con la destrucción del sistema ferroviario argentino. La privatización de Aerolíneas Argentinas con el menemismo tampoco terminó bien.
Pero parece que la historia se vuelve a repetir, tanto con Aerolíneas como con los ferrocarriles.
Hay ejemplos del pasado que no son buenos para el país, si el Gobierno insiste con ciertas medidas. ¿Se habrá aprendido?
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