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Muchas de las miradas estuvieron puestas este fin de semana en los nombres que encabezarán las boletas, tanto en el oficialismo como en la oposición.
El gobierno decidió apostar fuerte. Sabe que en septiembre y especialmente en octubre se juega mucho. Por eso en la Ciudad de Buenos Aires apuesta por una ministra con mucho peso propio, como Patricia Bullrich, y en Mendoza pone en juego a otro integrante del gabinete nacional, el titular de Defensa Luis Petri. Así como puso al vocero Manuel Adorni a jugar en las legislativas porteñas, Javier y Karina Milei no quieren arriesgar en unos comicios que consideran claves para llegar con posibilidades de reelección en 2027. Necesitan de la mayor cantidad de diputados y senadores en el Congreso para llevar adelante proyectos que sirvan para cambios profundos en la economía y, además, para defender los vetos presidenciales ante las leyes que logre impulsar la oposición.
La historia reciente de la democracia argentina nos muestra que estas elecciones de medio término no son determinantes para el futuro del gobierno. El propio Néstor Kirchner perdió con Francisco De Narváez en 2009, pero luego Cristina Fernández logró la reelección con más del 50 por ciento de los votos. Por el contrario, Mauricio Macri triunfó en las legislativas de 2017 -venciendo en territorio bonaerense a la propia Cristina-, y al año siguiente su gobierno se derrumbó y perdió las presidenciales.
Nada puede asegurar para Javier Milei un triunfo en octubre. Pero siente que lo necesita mucho, más mirando a la economía que a la política.
Por eso hoy hay una “economía electoral”, en la que el Gobierno busca asegurar un clima sin tensiones cambiarias o repunte inflacionario antes de los comicios.
No será el “plan platita”, pero sí el “plan llegar”.
El problema es que el mercado advierte que más que un plan parece un conjunto de actitudes desesperadas para ir tapando goteras que se van agrandando.
La suba en las tasas de interés hizo reajustar medidas al equipo económico, y este lunes será un día clave en el que se verá cómo reacciona el mercado.
Este lunes el Gobierno ejecutará la última serie de medidas que tomó para intentar que el mercado vuelva a operar sin tensiones, encendiendo la “aspiradora” de pesos a máxima potencia para absorber todos los que quedaron de la licitación de deuda del miércoles pasado.
El desafío es cómo desarmar las Letras Fiscales de Liquidez (Lefi) -la nueva palabrita que hay que aprenderse- con las que manejaba la cantidad de pesos en la economía. Para mantenerlas a raya se buscó una escalada en el costo financiero que todavía se mantuvo hasta el fin de esta semana. Claro que esto produce un fuerte costo en la actividad económica en los meses previos a las elecciones legislativas.
Por lo pronto, la última licitación de deuda en pesos cerró con un 60% de aceptación, lo que dejó fuera de la operación unos 5,7 billones de pesos. De allí que el Gobierno realice este lunes una licitación adicional, modificando el esquema de encajes para que las entidades financieras puedan integrar parte de ellos con títulos del Tesoro. Los encajes no son más que los montos que los bancos deben tener inmovilizados en el Banco Central. Estos últimos se quejan por la medida, a la que consideran una suerte de “corralón”.
¿Por qué los actores económicos le rechazaron este negocio? Allí parece haber un problema de credibilidad.
Lo grave es que la incertidumbre en torno a la política monetaria y cambiaria, particularmente por el manejo de tasas, podría empezar a reflejarse en los precios con algo de rezago en agosto y septiembre.
El Gobierno busca que la inflación empiece con 1 en septiembre y octubre y mantiene el dólar oficial estable para evitar impactos en precios. No obstante, la situación está generando dudas no ya para estos meses preelectorales sino para lo que ocurrirá después de octubre, sea cual sea el resultado en las urnas.
En medio de estas tensiones, llamaron la atención las declaraciones de Gustavo Grobocopatel. El empresario, llamado en su momento “el Rey de la soja”, señaló esta semana: “A Milei hay que apoyarlo, pero luego tenemos que elegir otra persona que nos guste más”.
¿Quiso decir que Milei no le gusta a un sector del empresariado pero que está haciendo un trabajo duro y necesario que otros no se animaron? ¿Habla representando a todo un sector del poder económico? ¿Una vez terminado el gran ajuste debe venir otro presidente que piense en un país productivo?
Son varias las preguntas que quedan flotando en un momento más que complicado.
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