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Por Hugo Ferrer

En el edificio de Bartolomé Mitre 2087, en el barrio de Congreso, se respiró periodismo. En el primer piso muchos de los invitados llegaron con la tarjeta en mano y otros en el celular. Tenía una frase única: “Diga siempre la verdad“.

Di Sandro, el periodista decano de Casa de Gobierno, a sus 93 años vive con pasión la noticia. Ahora, con barba “candado”, con 78 años como profesional y que tuvo una gran trayectoria en Crónica, celebró el reconocimiento acompañado en una mesa cabecera junto al periodista Enrique Llamas de Madariaga (viajó especialmente desde Punta del Este con su esposa, la conductora Denise Pesana, y reconoció que hacía 18 años que no se ponía corbata) y Domingo Vitale, el ex diputado presidente del Círculo, quién destacó: “Roberto siempre tuvo un compromiso con los valores republicanos”.

José Claudio Escribano dio un emotivo discurso: ““Permítanme, con la mejor onda, parafrasear a Balbín: ‘Este viejo adversario viene a saludar a un gran amigo’”.

La música de las teclas

A la derecha del salón, en una pantalla de tevé de 50 pulgadas se veían imágenes de un video: fotos en blanco y negro, sepia y en color de Di Sandro con “el mundo”, sobre todo con los presidentes. Y sólo se escuchaba el ruido de las teclas de la Olivetti cuando lo grabaron escribiendo su última columna. Esa “música” se mantuvo intacta durante todo el homenaje: se mezclaba entre las palabras de los oradores.

Para Llamas de Madariaga, Di Sandro “es mi hermano, un amigo entrañable”. Y recordó momentos sublimes de su relación: la broma por la foto “autografiada” de Isabel Perón, cuando López Rega le quiso regalar una casa y se negó (“No la quiero, porque me quiere comprar”) y hasta el día que supo cómo Di Sandro conseguía las primicias: “Me enseñó todos los trucos para encontrar la noticia. Una vez descubrió dónde tiraban los papeles carbónicos que usaban para escribir los decretos. Ahí estaba la información“.

El abrazo de Di Sandro y Escribano. Amigos desde hace casi 70 años. Se respiró periodismo. Los acompañó Enrique Llamas de Madariaga.

José Claudio Escribano, del diario La Nación, estuvo sentado en la primera fila, junto al ex diputado Francisco “Chicho” Basile, otro impulsor del homenaje. Detrás, la locutora de Radio 10 Valeria Weise, con un mensaje especial de Gustavo Sylvestre (no pudo asistir porque estaba al aire con su programa en C5N): fueron compañeros de la Sala de Periodistas y siempre agradeció cómo “El Tano” lo ayudó a conocer y hasta cómo recorrer los pasillos y oficinas de Casa Rosada.

El periodista Carlos Campolongo también destacó la figura de Di Sandro y dejó una reflexión: “El periodismo vive porque hay humanidad. Mientras haya gente que quiera escuchar historias, habrá periodistas para contarlas”.

Amigos y el diploma. Juntos recordaron los grandes momentos vividos en Casa de Gobierno. “Te merecés este reconocimiento”, le dijo Escribano.

Por su parte, Juan Pablo Peralta, actualmente acreditado en Casa de Gobierno, recordó cuando lo conoció en el baño y luego, le agradeció que durante el gobierno del presidente Alberto Fernández, en plena pandemia, logró que no lo despidieran. “Roberto llegó una madrugada vestido con el buzo blanco contra el Covid, parecía un astronauta. Me vio y me dijo: ‘Pibe, quedate tranquilo, que vos seguís trabajando’. Y todavía sigo”.

“La letra con sangre, entra”

Un momento sublime fue cuando Escribano, casi obligado para dar un discurso, se acercó al atril y habló, emocionado. Arrancó: “Permítanme, con la mejor onda, parafrasear a Balbín: ‘Este viejo adversario viene a saludar a un gran amigo’”.

Roberto Di Sandro y su diploma.

Luego de los aplausos, Escribano puso en valor la amistad. “En marzo próximo se cumplirán 70 años de que empezamos a compartir horas en la Casa Rosada. Pensábamos absolutamente distinto en aquellos años. A lo largo de toda la vida, reconozco en este querido colega el valor de la continuidad de un pensamiento, de una vida, de una emoción a la que nunca traicionó y de la cual nunca sacó provecho”. Además, hizo una semblanza histórica: “Quisiera traer a la memoria en este momento para decir que en medio de las grandes divisiones que hay entre los argentinos, nosotros vivimos un momento, que yo me atrevería a calificar, de divisiones aún más profundas. El 9 de junio de 1956, un sábado a la noche, estalló lo que se llamó entonces la Contrarrevolución de Perón. Esa misma noche hubo fusilamientos. Los fusilamientos no constituyeron un hecho, los fusilamientos constituyeron un proceso, porque se prolongaron a lo largo de una semana. A mediados de esa semana que transcurrió con fusilamientos, el órgano oficial del Partido Socialista publicó dos notas que, yo invito a que ustedes reflexionen, si a pesar de todo lo que nos separa a unos de otros en tantos casos en la Argentina contemporánea, esa situación podría repetirse nada más que con tomar registro de dos expresiones que se publicaron. Una fue La letra con sangre entra; y la otra, Se acabó la leche de la clemencia. No estamos bien, pero estuvimos peor. Y creo que debemos equilibrar nuestro juicio sobre el devenir de la Argentina, que no ha sido precisamente el que hubiéramos querido, los que somos parte de la generación más antigua acá presente. Para mí es un gran placer abrazarme con un amigo de toda la vida con quien me separaron ideas, poder seguir separándolas, pero las emociones son compartidas”.

Di Sandro, después del abrazo, del diploma, de las fotos, los saludos y las selfies especiales, se despidió: “Siento el periodismo puro encima de mí con la presencia de todos ustedes. Estoy muy feliz porque acá hay periodismo, reporteros, cronistas, analistas. Estuvimos en un lugar difícil y cumplimos nuestro deber”.

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