La noticia conmueve a todo Río Gallegos y a buena parte de la Patagonia. No solo se fue el primer cardiólogo de Santa Cruz, sino un vecino entrañable que dejó huellas profundas en la salud pública y en la vida social de la ciudad. Eduardo “Lalo” Harris dedicó más de cinco décadas a la medicina, formó equipos, impulsó instituciones y se ganó un lugar de reconocimiento unánime entre pacientes, colegas y amigos. Su apellido quedó ligado a la historia de la cardiología provincial y también al desarrollo del Río Gallegos Golf Club, donde la cancha lleva su nombre como recordatorio de su empuje y visión.

Lalo en su casa.

En un comunicado difundido en los últimos minutos, el Río Gallegos Golf Club expresó su acompañamiento “con mucho pesar y dolor” a la familia de su socio fundador, remarcó que “Lalo no solo fue socio fundador: es el responsable principal de animarse a impulsar un nuevo deporte en nuestra ciudad y de consolidar el proyecto, de puertas abiertas, como nos inculcó”, y agradeció que “cumplió un sueño que hoy es realidad”. La institución informó además que sus restos serán velados en la Funeraria Rams hoy de 16 a 21 y mañana de 9 a 14, horario tras el cual serán inhumados en el cementerio local.

En paralelo, el Colegio Médico de la Provincia de Santa Cruz manifestó: “Lamenta profundamente el fallecimiento del Dr. Eduardo Harris (M.P. 35), uno de los primeros cardiólogos de Río Gallegos y pionero de la medicina en nuestra provincia. Extendemos nuestras condolencias a su familia, especialmente a su hija, la Dra. Patricia Harris, también médica y miembro durante años de nuestro Colegio. Honramos su trayectoria y su compromiso, que dejó una huella imborrable en la comunidad médica santacruceña”.

Nacido el 6 de febrero de 1938, hijo del bioquímico Julio Alberto Harris y de la maestra Dora Dapeña, Harris se formó en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y encontró temprano su vocación. “Desde chiquito, quise ser médico”, contó en una entrevista que realizó con La Opinión Austral el 15 de junio. Ya en cuarto año, hizo guardias en el Hospital Ramos Mejía, donde comenzó a inclinarse definitivamente por la especialidad: “Los miércoles, me escapaba de la guardia e iba a ver electrocardiogramas, a escuchar soplos… me gustaba la cardiología”, recordó.

Su destino cambió para siempre en 1962, cuando, con apenas 24 años, fue trasladado a un lugar que entonces le sonaba remoto: Río Gallegos. Llegó desde el Hospital Aeronáutico de Pompeya con una valija y un electrocardiógrafo que resultó clave para una provincia que todavía no contaba con tecnología ni especialistas. “Era el único cardiólogo en la provincia. De Puerto Deseado para abajo agarraba yo, y de Deseado para el norte, Comodoro Rivadavia”, explicó en aquella entrevista. Ese espíritu pionero lo acompañó siempre: convenció a las autoridades de adquirir equipamiento y multiplicó su trabajo entre el hospital, los sanatorios y un consultorio propio en Fagnano 38.

Su vínculo con los pacientes se forjó en la cercanía y el trato humano. “Tuve buen rapport, siempre fueron bien tratados”, afirmó. Entre las anécdotas que lo pintan de cuerpo entero, solía recordar a Montes, un paciente español al que atendió por un infarto en su casa cuando no existía unidad coronaria. “Salió bien, contento, y me dijo: ‘Tenés un boleto ida y vuelta a España, quiero invitarte a mi casa’… y después se murió”, contó con la naturalidad de quien supo acompañar historias de vida y despedidas, siempre con profesionalismo y empatía.

La medicina fue su eje, pero no su única pasión. Harris participó del Aeroclub Río Gallegos, del Club de Leones y del Club Británico; jugó pelota paleta en el Atlético Boxing Club y practicó squash. Incluso obtuvo la licencia de piloto civil privado y, ya en el año 2000, ganó una competencia de aterrizaje de precisión en Tolhuin. En paralelo, impulsó con energía el Río Gallegos Golf Club, del que fue uno de sus grandes promotores. Ese compromiso quedó sellado para siempre: la cancha del club lleva su nombre, un gesto que hoy cobra un sentido todavía más profundo.

El Dr. Harris mostrando la fotografía de la competencia que ganó en Tolhuin en el 2000. FOTO: LEANDRO FRANCO/ LA OPINIÓN AUSTRAL

En la trinchera sanitaria, Harris fue más que un especialista reconocido: fue un constructor. Integró equipos privados, participó en la creación del Sanatorio del Sur y, más tarde, en el proceso que derivó en Medisur (1978). Pero su aporte decisivo estuvo en la nefrología local: junto al Dr. Fernando Peliche, impulsó la atención de diálisis en la ciudad y dio origen a DIALCOR. “El Centro de Diálisis fue un accidente”, admitió con modestia. La urgencia de atender a pacientes que llegaban “muy destruidos” desde lugares como Río Turbio los llevó a gestionar un riñón artificial, capacitarse y, finalmente, sostener un servicio que cambió la vida de muchas familias santacruceñas. “Se nos morían pacientes que venían de Río Turbio, de la mina”, recordó, para explicar por qué decidió redoblar la apuesta.

Esa vocación por armar equipos también marcó su modo de ejercer la jefatura. Exigente para reclutar profesionales —“Yo no voy a traer a cualquier zángano”, decía con franqueza—, confió en colegas como Carlos Martínez Colombres y Alejandro Avakian, de quien subrayó: “Avakian es, en este momento, el mejor clínico de Río Gallegos”. Su mirada directa, a veces filosa, se apoyó siempre en una ética de trabajo sin atajos y en la convicción de que la medicina debía sostenerse en la calidad y el compromiso cotidiano.

En el trato con los pacientes, Harris defendió una idea simple y contundente: “Los pacientes siempre son buenos, son sufrientes. Saben buscar y reconocer al buen médico, y después lo siguen”. También fue tajante cuando habló de la responsabilidad en los tratamientos: “Hacen caso y si no hacen caso, hay que echarlos”, dijo, para enfatizar que el vínculo médico-paciente se construye sobre la confianza y el cumplimiento de pautas.

Antes de despedirse en aquella entrevista con La Opinión Austral, Harris dejó una reflexión que hoy resume su legado. Evocó el consejo de René Favaloro y lo hizo propio: “La medicina había que hacerla humanitaria… Aconsejaría que sean humanitarios en la medicina que practican”. Esa frase condensa una vida dedicada a cuidar, enseñar y abrir camino donde no lo había.

Eduardo “Lalo” Harris fue un pionero, un formador y un vecino comprometido. Su nombre quedará asociado a la consolidación de la cardiología en Santa Cruz, al impulso del Río Gallegos Golf Club y a una manera honesta y cercana de ejercer la medicina. La cancha que lleva su nombre, los servicios que ayudó a crear y, sobre todo, los pacientes que atendió con entrega son, desde hoy, el testimonio vivo de una trayectoria que engrandeció a Río Gallegos. Su legado ya forma parte de la identidad de la ciudad.

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