También llegar a utilizar las comparaciones más dolorosas y exageradas, que son convalidadas siempre que caigan sobre el enemigo. Pero como la campaña electoral también nos ofrece peleas internas, este “todo vale” comienza a ser cuestionado mostrando una doble moral e hipocresía que pocos se animan a marcar.

Elisa Carrió tiene todo un historial de ataques desmesurados y acusaciones que jamás se comprueban. Ahora, de lleno en la interna de Juntos por el Cambio, eligió como enemigo al diputado Javier Milei a quien ya acusó de genocida –por su propuesta de abrir un mercado de órganos humanos-, y advirtió que si llega a presidente “puede ser Hitler; es peor todavía, porque no tiene equilibrio emocional, no tiene templanza”.

No es la primera vez que traza paralelos entre sus contrincantes políticos y el nazismo. Ya había acusado a La Cámpora de ser las nuevas Juventudes Hitlerianas, habló del “relato kirchnerista” como “la técnica fascista y nazi que la trae primero el Duce (Benito Mussolini) y después (Joseph) Goebbels”, y comparo al secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, con el teniente de la SS y responsable de la ejecución de la logística de transportes del Holocausto, Adolf Eichmann.

Claro que entonces ninguno de sus compañeros opositores se escandalizó. Ahora sí. El propio Milei dijo que Carrió “no tolera su falta de protagonismo en los últimos tres años. No soporta haber quedado reducida a una posición marginal en la consideración de la sociedad, ya que es parte del problema”.

Más allá de la respuesta del propio economista, los argumentos de Carrió fueron rechazados por dirigentes del ala más dura de Juntos por el Cambio, que en los últimos tiempos promovieron un acercamiento con el libertario. El diputado nacional Waldo Wollf le advirtió: “No Carrió. Lamento y repudio. Javier Milei, con quién me solidarizo, es un actor de la democracia y no coincidir con él no justifica esta expresión”.

También se sumó el legislador porteño libertario Oscar Zago: “Carrió debería probar trabajando, porque desde 1983 hasta hace un poco más de un año vivió y vive de Estado. Ella es la casta en estado puro. Obvio, como nosotros señalamos a toda esa clase de parásitos, la reacción de ellos es el insulto y la descalificación”.

Carrió no hace más que banalizar el nazismo. Lo vuelve como algo trivial, común. La expresión “banalidad del mal” fue acuñada por la filósofa alemana Hannah Arendt, al escribir sobre el juicio a Adolf Eichman. En su trabajo, que trajo grandes debates, Arendt señalaba que algunos individuos –como el caso de Eichman- actúan dentro de las reglas del sistema al que pertenecen sin reflexionar sobre sus actos. Arendt se refería a Eichmann como un hombre banal.

Lectora de Arendt, Carrió debería saber que no se debe banalizar el nazismo. Y se lo recordaron en distintas oportunidades.

El Museo del Holocausto reclamó “mesura” a la dirigencia política y a Carrió en particular. “Instamos a evitar la mala utilización del Holocausto para argumentar contra el adversario y el uso de conceptos relacionados al nazismo como adjetivo o insulto, a quienes dirigen los partidos políticos”, expresó el organismo en un comunicado. “Las responsabilidad política requiere de prudencia y respeto en el uso de conceptos con tanto peso en la memoria colectiva”, le explicó a Lilita.

La Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA), entidad representativa política de la comunidad judía argentina, ya le había expresado su “preocupación por la reiteración de comparaciones, en este caso por parte de la diputada nacional Elisa Carrió, entre personas y situaciones de la argentina actual con hechos y siniestros genocidas del régimen nazi”.

Ocurre que Lilita no es la única. Es más, algunos fervientes opositores y furibundos antiperonistas llegan a preferir a los nazis a los kirchneristas. Tal el caso de Marcos Aguinis, quien escribió: “Las Juventudes Hitlerianas, por asesinas y despreciables que hayan sido, luchaban por un ideal absurdo pero ideal al fin, como la raza superior y otras locuras. Los actuales paramilitares kirchneristas, y La Cámpora, y El Evita, y Tupac Amaru, y otras fórmulas igualmente confusas, en cambio, han estructurado una corporación que milita para ganar un sueldo o sentirse poderosos o meter la mano en los bienes de la nación”.

El odio en su máxima expresión.

Todo vale. Todo se banaliza. La oposición más dura no dudó en vincular la investigación judicial – a partir de sus propias denuncias-, la llegada del avión venezolano de Emtrasur con los atentados contra la Embajada de Israel y la AMIA, así como la muerte del fiscal Alberto Nisman.

En las campañas políticas muchas veces los argumentos y las pruebas no son necesarios a la hora de atacar al adversario. Todo vale, todo se banaliza. Y Elisa Carrió es un claro ejemplo.

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