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Por Roberto Suárez (Columna publicada en Diario Uno de Mendoza)
La frase “viejo meado” es un insulto que se utiliza en nuestro país para referirse a personas que se consideran obsoletas, pasadas de moda y que no entienden el lenguaje actual de las redes sociales. Lo suelen emplear los más jóvenes para descalificar a alguien que tiene una opinión diferente, que critica, o que no se adapta a las tendencias o los gustos de las nuevas generaciones. Antes, esa calificación etaria era, “viejo gaga”, o “dinosaurio”.
El calificativo “viejo meado” es un insulto generacional que refleja la brecha cultural y comunicativa entre los centennials (nacidos entre 1997 y 2012) y las generaciones anteriores.
Una legión de nuevos emprendedores, prestadores de servicios, ejecutivos, dirigentes políticos e investigadores se va abriendo paso en el mundo actual. Son inquietos, tienen ganas de romper moldes y, sobre todo, liderar un recambio en el sector. Son los sub 40, la generación que quiere ir marcando agenda.
El presidente Javier Milei fue antes que nada una voz en la pantalla televisiva que catalizó una tendencia previa de influencers, youtubers y cuentas con contenido antifeminista, xenófobo, antiprogresista, antiderechos laborales y ambientales y de exaltación de la violencia contra personas y grupos identificados como enemigos.
Los responsables de redes sociales de La Libertad Avanza, en general veinteañeros, fueron elogiados en la prensa por su capacidad para manejar un activo estrella: TikTok.
Los gritos contra los “zurdos de mierda”, amenazas de pisar a rivales “como una cucaracha”, comparaciones a los socialistas con “excremento”, descalificaciones al “imbécil que está en Roma, representante del maligno” y un largo etcétera pasaron durante mucho tiempo sin réplica.
Me ocupo de este tema porque, me parece que en Argentina preocupa más ser viejo que en otras partes del mundo, y como periodista de 53 años de oficio, me doy cuenta que entramos en la calificación, por más que sigamos vigentes y adaptados a la era líquida.
El viernes me encontré, después de mucho tiempo con uno de los más importantes fotógrafos y creativo que ha tenido Mendoza, Atilio Spinello, al que conocí cuando escribía mis primeras crónicas en la histórica revista de política mendocina Clavers, allá por 1973, que dirigía Fabián Calle. Fue un momento para repasar el pasado y preguntarnos cuántos quedamos vigentes de nosotros.
También, rescato a otro colega Osvaldo Granados que lleva más de tres décadas haciendo las columnas económicas de Radio Nihuil a donde, paso para lanzar su autobiografía en pleno ejercicio de la profesión.
Volviendo a lo general y viendo lo que pasa hoy, el mundo parece vivir instalado en una gerontocracia. Porque el rumbo ha cambiado a lo largo de la última década. Hoy, ocho de los 10 países más poblados, ya tienen un líder septuagenario u octogenario.
Veteranos que gobiernan sobre más de la mitad de la población mundial. No hay duda: los líderes mundiales son cada vez mayores. Pero ¿qué ha ocurrido para que se mantenga esta tendencia? Las causas, aseguran los expertos, son variadas y dependen entre otras cuestiones del sistema político y la región.
Los ejemplos principales son la China de Xi Jinping, la Rusia de Vladimir Putin y el Bangladesh de Sheikh Hasina. En 2022, Xi inició su tercer mandato al frente del Partido Comunista Chino. Tenía 69 años. Putin, que ascendió al poder en 1999 a la edad de 47 años, lleva un cuarto de siglo en el Kremlin. Mientras que Sheikh Hasina, que acumula 16 años en el cargo, tiene 76 años.
El actual inquilino de la Casa Blanca es el presidente más mayor de la historia de Estados Unidos, con nada menos que 86 años. Biden es el noveno jefe de Estado o de Gobierno más mayor del mundo, una lista en la que también está el brasileño Lula da Silva, de 78 años. Trump, de 77 años, es menor que Biden, pero estaría entre los 25 líderes mundiales de mayor edad.
Los líderes mayores retratan su avanzada edad como una ventaja en un momento en que las dos guerras en Ucrania y Gaza y la rivalidad entre las grandes potencias de Estados Unidos y China están cambiando el orden mundial. El ajedrez de cinco dimensiones de la diplomacia mundial requiere experiencia, argumentan sus partidarios.
Por otro lado, mucha gente se pregunta si los presidentes y primeros ministros de una generación anterior pueden liderar un mundo del siglo 21 que está siendo rápidamente redefinido por la Inteligencia Artificial y el cambio climático.
Los politólogos temen que los jóvenes se desvinculen de la política si sienten que están empantanados con políticos de la generación de sus abuelos. Aksel Sundström, profesor asociado de Ciencias Políticas en la Universidad de Gotemburgo, en Suecia, dice que el riesgo es un “ciclo de alienación”, en el que los candidatos de mayor edad provocan una caída en la participación de los electores jóvenes, lo que a su vez da a los políticos pocos incentivos para centrarse en las preocupaciones de los jóvenes.
La brecha generacional designa las diferencias en actitudes, valores y comportamientos entre los integrantes de dichas categorías. Lo más importante es identificar y potenciar las cualidades y virtudes de cada generación. Los valores y actitudes de cada grupo de edad aportan un valor único a la sociedad, si se les aprecia y emplea como corresponde.
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