Por Sara Delgado
“Mi horizonte es sacar la coparticipación nacional. El problema de Formosa no son los formoseños, es el Estado. Cualquier formoseño en otro lugar del país que no es un feudo sería exitosísimo. Vamos a sacarles el Estado de encima”, dijo Javier Milei luego de resultar el precandidato más votado en las PASO. Hasta entonces no había sido tan categórico con el sistema que constituye una de las principales fuentes de ingresos para algunas provincias argentinas. Tras el triunfo electoral, su discurso se envalentonó y entró en una fase de ultimátum. “Hay que avanzar en la eliminación del sistema de coparticipación federal de impuestos; se llama correspondencia fiscal: vos gastás en función de lo que recaudás”, insistió esta semana.
La amenaza del líder de Libertad Avanza dejó a los gobernadores y gobernadoras azorados, aunque sin demasiada capacidad de respuesta. Las reacciones que circulan van desde la advertencia de lo que esa decisión podría significar en caso de que gane en octubre, a la naturalización de semejante enunciado porque lo dice quien lo dice -alguien que avala la venta de hijos o el incesto-, hasta el silencio, como el caso de Santa Cruz, una de las provincias que hace ocho años viene discutiendo la coparticipación federal de recursos.
A la luz del escenario actual no parece que hace apenas tres meses discutíamos un fallo de la Corte a favor de CABA en detrimento de los recursos de las provincias. Ya no hay contexto.
La incapacidad de contrarrestar en forma conjunta la narrativa de Milei tiene que ver, en parte, con que el gobierno del Frente de Todos, Unión por la Patria en las PASO, atraviesa una fuerte turbulencia económica en la que tiene la obligación de mostrar resultados, pero sobre todas las cosas porque no hay consenso sobre lo que pasó el 13 de agosto. El discurso que propone salir a pedirle a la gente que defienda sus derechos se acaba cuando millones de argentinos y argentinas entienden que sus derechos son vulnerados porque viven peor y hablar desde la racionalidad ante un votante movilizado por ideas que apelan a lo inviable sería infructuoso.
En este sentido es interesante cómo, en el universo de votantes de Milei, existen quienes creen que es necesario que sea extremo con sus propuestas, aunque dudan que en realidad las piense llevar adelante o, mejor dicho, no lo desean.
A diferencia de Mauricio Macri, cuya plataforma electoral fue una estafa que en 2015 prometió “pobreza cero”, “el plan de infraestructura más importante de la historia”, “computadoras para todos los primeros grados”, “los trabajadores no van a pagar el impuesto a las Ganancias” o “tres mil jardines de infantes”, entre otras promesas, y no cumplió, Milei no tiene interés en ser un populista de derecha y ya en su presentación ante el Juzgado Electoral incluyó la derogación de la coparticipación federal en su eventual gobierno.
Además, bajo la órbita del Ministerio de Interior del cual depende la cartera de Provincias está la administración de los Aportes del Tesoro Nacional, al que acuden los distritos cuando se ven en apuros. También eso vuela en el esquema libertario del sálvese quien pueda.
Pero la cosa no queda ahí y a la larga lista de recortes vociferados en los medios de comunicación se suma que ayer el ministro de Seguridad de la Nación y exinterventor de YCRT, Aníbal Fernández, tuiteó: “Milei ahora dice que no eliminará los derechos de exportación, sino que lo tomará como crédito del impuesto a las Ganancias. Un horror. Inconstitucional y perjudicial para las provincias. Recuérdenle que el impuesto a las Ganancias es un impuesto coparticipable”.
Tiene sentido. Para eliminar la coparticipación Milei necesita aprobación del Congreso. La que le queda entonces es vaciar las fuentes de ingreso de ese esquema.
Como el personaje Leatherface (cara de cuero), que se expresa por medio de gestos y gritos en La Masacre de Texas (1973), Milei está decidido a usar la motosierra para aniquilar al Estado con la apariencia de un liberalismo centrífugo y por qué no ficticio, cuando su dimensión social es completamente conservadora.
La libertad de Milei para decir y proponer avanza contra todo pronóstico. Se impuso en las primarias y aunque tiene altas chances de ganar en octubre, una cosa puede darse por sentado: la política es cada vez más abstracta y nadie cree en algo con lo que no conecta.
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