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La noche de Vicente López ya quedó en el archivo grande de Gimnasia y Esgrima de Mendoza. El Lobo venció a Deportivo Madryn por penales, tras el 1–1 en los 120 minutos, y volvió a Primera. En ese partido que se jugó como una final de época, Matías Muñoz ocupó un lugar central: fue titular como volante de presión y primer pase, sostuvo el orden en el tramo más friccionado y salió a los 42 del segundo tiempo cuando Ariel Broggi buscó piernas frescas para la arremetida final. Después, cuando todo se resolvió desde los doce pasos, el santacruceño festejó con los suyos y dejó frases que retrataron la dimensión del logro: Lograr esto con la gente que amo, quedar en la historia del club, es algo hermoso. Tenerlos a ellos acá, que estén presentes, es un sueño”, dijo entre lagrimas abrazado de sus padres.

Copa y medalla en mano, Muñoz festejó el ascenso.

El hilo patagónico que no se cortó

Muñoz, 29 años (22/03/1996), es hijo futbolístico del Boxing Club. Desde esas canchas azotadas por el viento construyó una identidad de volante intenso, con lectura táctica y un plus de carácter que se notó en la final. Rubén Capovilla, quien lo dirigió en sexta y quinta del Boxing, lo recordó en diálogo con La Opinión Austral: Era un jugador polifuncional: volante central cuando armábamos rombo, doble cinco y también zaguero. Siempre jugó en su categoría y en la superior, porque le sobraba”. Capovilla trazó además un retrato de persona antes que de futbolista: “Es temperamental, dejaba todo; juego aéreo, marca, pase. Muy disciplinado fuera de la cancha. Esa perseverancia lo sostuvo todos estos años en el ascenso”. Y cerró con una dedicatoria: “Me alegra un montón por Mati y por Roberto, su papá, que es amigo”.

Rubén Capovilla y Matías Muñoz, campeones de la instancia local de los Juegos Evita 2009. FOTO: ARCHIVO LA OPINIÓN AUSTRAL

Desde muy chico dejó huella en Boxing: fue campeón provincial de los Evita con la 96 y viajó a Mar del Plata; en 2009 obtuvo bronce integrando un plantel de la 95 pese a ser 96; y en la proyección nacional protagonizó una serie recordada ante Cipolletti en Sub-154–1 en Río Gallegos, 0–3 en la vuelta y clasificación por penales, con Muñoz ejecutando el último disparo de la tanda—. Ese recorrido juvenil desembocó en su primer gran hito con el club: integró el plantel que se consagró en el Torneo del Interior 2014, logro que le dio a Boxing el ascenso al Federal B y que, para él, cerró el ciclo formativo con un título que todavía hoy mencionan en el club cuando nombran su apellido.

Ascenso al Federal B con el Boxing Club. FOTO: JOSÉ SILVA/LA OPNIÓN AUSTRAL

La perseverancia que señaló Capovilla aparece como hilo conductor de su carrera. Tras destacarse en Boxing dio el salto al fútbol metropolitano: inferiores en Racing, reserva de Ferro y debut profesional en Caballito. En diálogo con La Opinión Austral, Roberto Muñoz —padre de Matías— contó: “Matías, por intermedio de Boxing, hizo una prueba en Racing y lo llamaron justo cuando se fue a estudiar. Hizo dos años en inferiores y luego lo dejaron libre; ahí se fue a Ferro”.

La decisión que dolió y ordenó el camino

“Una vez estábamos de vacaciones en Mar del Plata y lo llamaron para presentarse en Chacarita —unos meses antes se había probado—. Tenía 15 o 16 años y no había terminado los estudios. Fue un baldazo de agua fría: le dijimos que no podíamos dejarlo. Lloró todas las vacaciones. No sabíamos si le estábamos frustrando su sueño… Por suerte salió todo bien”.

Roberto Muñoz, padre de Matías, a La Opinión Austral

Desde 2016 acumuló rodaje entre Ferro, Colegiales y Tristán Suárez; en All Boys disputó dos temporadas fuertes y en Unión La Calera sumó competencia internacional en 2024. A comienzos de 2025, Gimnasia (M) lo incorporó y el volante se adueñó de un lugar en el esquema: más de 30 partidos en la Primera Nacional, dos por Copa Argentina y el mano a mano del Reducido.

Muñoz durante el ascenso a la Primera Nacional con Tristán Suárez.

La noche, las palabras y el reconocimiento

Cuando le preguntaron por el minuto en que Madryn se puso 1–0, Muñoz no edulcoró la respuesta: “Me cagué todo porque la vi negra en un momento; nos hicieron un gol al final, pero este equipo demostró que tiene unos huevos bárbaros.” La frase, rugosa y auténtica, habló del clima de una definición que exigió carácter. También repartió gratitud: “Desde enero peleamos por esto. Gracias a Dios y al trabajo lo pudimos lograr. Ezequiel Medrán es parte de esto; formó el equipo y estuvo gran parte del torneo. A Ariel y a su cuerpo técnico también, hicieron un laburo bárbaro”.

El ascenso lo encontró con una novedad que ancla su historia en Río Gallegos. Boxing Club lo incorporará en noviembre a su cartelera de deportistas emblema, junto a “Toto” Avilés (Inter Miami), Benicio Romero (arquero de juveniles de Racing) y Gisel Alberto (gimnasia). No es un dato menor: la institución que lo formó lo eleva como ejemplo para las camadas que hoy sueñan en el mismo gimnasio.

La cartelera a la que se sumará Matías.

Un recorrido sin atajos

En números gruesos, Muñoz ya superó los 150 partidos oficiales como profesional. Transitó lesiones (aquella rotura de meniscos en sus primeros años en Ferro, una cirugía torácica que lo frenó y de la que volvió) y convivió con la lógica del ascenso: viajes largos, sueldos ajustados, contratos que se reinventan. Nada de eso lo sacó de eje. En Mendoza encontró un rol híbrido que lo potencia: es interno para presionar y llegar a la segunda jugada, o mediocentro para primer pase y lectura. Broggi lo utilizó en ambas funciones y en la final lo eligió para arrancar de arranque en un mediocampo que pedía piernas y cabeza.

El festejo de los jugadores tras la consagración.

La consagración de Gimnasia pertenece a una ciudad y a un club; el camino de Matías Muñoz pertenece, además, a un territorio. En su figura conviven los entrenamientos a la tarde con viento en contra, los viajes de micro que no terminan y una certeza: el interior también fabrica jugadores listos para partidos límite. En Vicente López celebró Mendoza y aplaudió Río Gallegos. En el medio, un volante que nunca dejó de empujar. Esa es la página que hoy vale la tapa: del Boxing a Primera, sin atajos.

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