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Dice la definición del diccionario que un mito es una historia fabulosa de tradición oral que explica, por medio de la narración, las acciones de seres que encarnan de forma simbólica fuerzas de la naturaleza. En la antigüedad, los mitos se aplicaban a los dioses o héroes, ensalzando sus cualidades. En la edad media se fundaron con la religión, que empobreció las cualidades de las mujeres o las explicó con olor a azufre, creando el mito de las brujas, que sirvió de chivo expiatorio para todas las desgracias. Si la cosa no funcionaba con el “Dios quiere tal cosa”, entonces la culpa era de una que pactó con el diablo.

Al mito de que ellas no pueden ingresar a las minas porque desatan tragedias podemos ubicarlo en una lista infame de creencias que circularon en torno a las mujeres, como la histeria o que no necesitábamos derechos civiles, y en ninguno de los casos se superó esa etapa sin lucha.

La segunda guerra mundial llegó cuando ya se sabía de los recursos de la Cuenca Carbonífera de Santa Cruz. Con el conflicto, el viejo mundo restringió la comercialización de carbón y Argentina empezó a trabajar en la idea de autoabastecimiento, abriendo la Mina Uno, hasta que en el 58 llegaría YCF. Nunca en estos ochenta años se permitió que las mujeres participaran de la extracción del carbón y el argumento fue que la viuda negra no lo permitía.

Los mineros decían que el diablo y ella generaban el mineral y que el ingreso de una mujer iba a ponerla celosa. Y es que al parecer el diablo ponía el lugar, ella el fruto de su vientre.

El cuatro de diciembre pasado, un equipo femenino de La Opinión Austral recorrió el socavón, pero la virgen de Santa Bárbara, patrona de los mineros, neutralizó cualquier desgracia. Al menos así lo explicaba el mito. Es el día al año en que mujeres de todo el país pueden recorrer las galerías de la única mina subterránea a manos del Estado nacional.

En los últimos tiempos el mito de la viuda negra fue perdiendo fuerza entre los mineros más jóvenes y quedó como una concesión cultural a la cosmovisión de los más viejos, aunque hubo un avance legislativo que abrió la posibilidad de desterrarlo cuando, en julio de este año, diputadas de la Nación lograron media sanción al proyecto que recategorizó el trabajo forzoso.

Se derogaron la Ley Nº 11.317 y el Decreto Nº 2.699 de 1924, que prohibía tareas peligrosas o insalubres para mujeres, como por ejemplo el trabajo en subterráneos, en la industria del vidrio o destilerías de alcohol. Eran normas abstractas, pero se las utilizaba como excusa para no incorporar mujeres en la minería o en los puertos, donde, por ejemplo, en el de Buenos Aires son en un 87% trabajadores varones.

Con la llegada de Daniel Peralta a la intervención de YCRT, su compañera, Gabriela Peralta, asumió un Consejo de Políticas Públicas de Género, desde donde iniciaron el análisis de un protocolo que se trabajó junto a ATE, durante la conducción de Olga Reinoso. Si hubo un pacto de brujas, fue para derribar el mito.

Gabriela Peralta, asesora de YCRT, muestra el acuerdo de incorporación.

En declaraciones a LU12 AM680, la exsecretaria general de ATE, que participó ayer de la firma del compromiso de la minera, dijo que “YCRT es soberanía y que ha sido punta de lanza en la discusión de la matriz energética. Esto habla de que se pueden iniciar los debates como la incorporación de las mujeres en algunas áreas productivas y es gracias a la lucha histórica de muchas compañeras, como Carla Rodríguez“.

En agoto de 2011, Carla ingresó a la empresa como hija de un minero. Entonces su DNI no concordaba con su identidad de género, que modificó gracias a la ley que se había sancionado un año antes durante el gobierno de Cristina Fernández. Hoy tiene 32 años, milita el feminismo, fue delegada y es referente del colectivo de la diversidad en santa Cruz.

Según explicó Gabriela Peralta, YCRT tiene previsto comenzar con la incorporación de cinco mujeres, que ya se capacitaron.

Carla Rodriguez y Olga Reinoso, durante el anuncio.

Lo cierto es que el anuncio de ayer pone a Santa Cruz ante un hito para la ampliación de derechos de las mujeres y diversidades, porque la discusión en torno al mito escondía una pelea de fondo: la división sexual del trabajo, que a su vez es lo que sostiene la brecha salarial, que en nuestro país, a octubre de este año, es del 17,31%.

Por otro lado, la incorporación de mujeres por primera vez en mina subterránea pone en tensión un debate en torno a una agenda que algunos suponen trivial, en un escenario en el cual el principal candidato a presidente está proponiendo privatizar empresas del Estado.

YCRT conoce bien de eso porque cuando, en 1994, el gobierno neoliberal de Carlos Menem entregó la mina con el Decreto Nº 988, no hubo inversión, ni más trabajo, ni agenda de minorías. Hubo muerte.

Después de haber padecido despidos masivos durante el gobierno anterior y que se dijera que era “inviable”, hoy YCRT avanza con la megausina y abraza nuevas formas de trabajo, perfumadas con la estepa y mujeres.

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