El trabajo dignifica al hombre”, escribió Karl Marx en el siglo XIX. Por estas tierras, Juan Domingo Perón habló a mediados del siglo XX de la “dignidad del trabajador”. Las palabras trabajo y dignidad se han mantenido unidas en la época moderna, pero en muchas oportunidades han entrado en tensión. Y en el mundo de la post pandemia esta compleja relación se ha resignificado, claro que dependiendo de la clase social a la que nos referimos, porque, y volvamos al viejo Marx, la tensión entre clases es algo que persiste en el tiempo.

En la Argentina hoy el tema laboral está en el centro del debate. Y no tiene que ver solo con el número de desocupados o con la insistencia de algunos sectores en una reforma laboral o la pérdida de poder de los sindicatos. Todo esto se discute, pero en estos días el debate tiene que ver con los planes y su control, con el pase del subsidio al trabajo en blanco, con los jóvenes que vienen de abuelos y padres desocupados.

El trabajo dignifica. ¿Cualquier trabajo dignifica? ¿Un trabajo mal pago, con recarga horaria y sin derecho al “pataleo” dignifica al empleado o lo rebaja? ¿Esas imágenes de los trabajadores golondrinas durmiendo entre chapas agujereadas y sin baños aportan dignidad o nos retrotraen a las épocas de la esclavitud?

Uno de los trabajos “golondrina” más conocidos.

También es necesario hacerse otras preguntas: ¿Qué es un empleo hoy? ¿Qué entienden las nuevas generaciones por empleo, en la Argentina y en el mundo?

El pertenecer toda la vida a una empresa es cosa del pasado, épocas en las que muchos entraban como aprendiz a una fábrica y terminaban treinta años después como capataz. Ya no ocurre eso, y menos con una flexibilización laboral de hecho.

En un interesante artículo, el periodista argentino pero radicado en Francia desde hace décadas, Eduardo Febbro, cuenta que en ese país tras la pandemia millones de personas dejaron su empleo formal para mejorar su calidad de vida. Renuncian al sistema. La crisis del empleo en Francia no es por el desempleo sino por la falta de candidatos a cubrir decenas de miles de puestos de trabajo vacantes.

Ya antes de la pandemia se daba un hecho particular en varios países de Europa. Los trabajos de servicios –mozos, por ejemplo-, eran cubiertos en su gran mayoría por jóvenes inmigrantes, los jóvenes locales preferían cobrar el subsidio por desempleo antes de tomar esos trabajos.

En la Argentina, hacer “home office” es una modalidad en aumento que heredamos de la pandemia y que hoy en algunos casos convienen tanto al empleado como al empleador.

Pero el principal debate político y económico pasa hoy por hacer que miles de trabajadores pasen de los planes al mercado formal de trabajo. En las próximas horas se publicará el decreto de “Puente al Empleo“, iniciativa anunciada por Sergio Massa al momento de asumir y que busca transformar 200 mil planes sociales en empleo formal, habilitando a los beneficiarios de los planes a acceder al mercado formal, con la diferencia entre el beneficio y el sueldo de convenio pagado por el empleador.

Las incorporaciones se darían en empresas de hasta 100 empleados que, según las estadísticas del Ministerio de Economía, son en realidad el 98 por ciento del total de empleadores. También apunta a trabajadores que tienen empleo por temporadas, como los rurales y de la construcción.

Conversión de planes sociales en empleo formal: el propósito de este programa.

Al mismo tiempo de “empalme”, las universidades comenzarán a auditar los distintos programas sociales, anuncio que no cayó bien en algunos dirigentes sociales, quienes creen que esto forma parte de una persecución política y de una estigmatización que va en aumento.

Las organizaciones sociales aseguran que sus movilizaciones apuntan a reclamar trabajo genuino, con un salario que como base cubra la canasta básica, al mismo tiempo que reclaman por un aumento de lo que se paga por el Plan Potenciar Trabajo. También rechazan que el manejo de esos planes pase totalmente a las intendencias ya que, aseguran, eso convertirá a los beneficiarios en “mano de obra barata”.

Desde el gobierno aseguran que las auditorías del manejo de los planes sociales incluirán a las intendencias, justamente para evitar el aprovechamiento por parte de los jefes comunales.

En este clima de conflictividad social que vivimos, la posibilidad de generar empleos formales con condiciones dignas se vuelve una buena estrategia para desactivar parte del problema. Algo que ocurrirá si la alta inflación no sigue produciendo trabajadores pobres. Un objetivo difícil pero central si queremos que, en este tiempo en el que la idea del empleo se ha transformado, se puedan unir las palabras trabajo y dignidad.

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