Ignacio Chiesa, doctor en Ciencias Biológicas e investigador del CADIC-CONICET en Tierra del Fuego, forma parte de una de las misiones científicas más ambiciosas e innovadoras del año: la exploración del cañón submarino de Mar del Plata, a más de 3.900 metros de profundidad, a bordo del buque de investigación Falkor, perteneciente al Schmidt Ocean Institute.
La expedición, inédita por su alcance y por los recursos tecnológicos empleados, tiene un objetivo claro: identificar zonas de alto valor ecológico, sin intervención humana, para su futura protección. Las imágenes que se obtienen en cada inmersión son transmitidas en vivo por YouTube, en una propuesta que combina ciencia de vanguardia con acceso abierto al conocimiento. Se trata, además, de una oportunidad única para visibilizar el trabajo de científicos argentinos en un escenario global.
Ciencia con mirada argentina
Chiesa representa no solo a la Patagonia, sino al sistema científico nacional. En diálogo con medios fueguinos, destacó que la expedición no es una simple misión de recolección. “No vamos a tomar organismos porque sí. Hay una responsabilidad. Cada muestra tiene que tener un fin científico, ambiental o de conservación“, explicó. Su testimonio aporta una mirada ética sobre el trabajo en territorios inexplorados y refuerza la idea de que el conocimiento debe ir de la mano de la preservación.
Desde la superficie del mar, donde el Falkor navega con su tripulación internacional, hasta el fondo del océano, la información que se genera es valiosísima. La exploración incluye la recopilación de datos sobre corrientes marinas, temperatura, composición química del agua y presencia de microplásticos, entre otros indicadores ambientales. Este material será clave para futuras investigaciones sobre biodiversidad, cambio climático y contaminación oceánica.

Una ventana al mundo subacuático
Uno de los grandes protagonistas de esta expedición es SuBastian, un vehículo operado remotamente que desciende a miles de metros bajo el mar con cámaras de ultra alta definición y herramientas delicadas para recolectar muestras sin alterar los ecosistemas. Las imágenes captadas por SuBastian muestran especies jamás filmadas en su hábitat, como corales que parecen esculturas, peces abisales, anémonas y otras criaturas que parecen salidas de una película de ciencia ficción.
La transmisión en vivo ha despertado el interés de miles de personas: en pocos días, los videos superaron el medio millón de visualizaciones. Desde científicos hasta curiosos de todo el mundo siguen con asombro este viaje hacia lo desconocido. Se estima que menos del 0,001% del océano profundo ha sido registrado con imágenes, un dato que subraya la magnitud de esta expedición. “El océano profundo es el lugar más grande del planeta, y sin embargo sabemos más sobre Marte que sobre el fondo del mar“, reflexionó Chiesa.
Tecnología internacional, formación pública
El proyecto fue seleccionado en una convocatoria internacional del Schmidt Ocean Institute, una organización sin fines de lucro con sede en Estados Unidos que financia exploraciones científicas de alto impacto. La participación argentina, a través del CONICET, fue una de las elegidas entre cientos de propuestas globales.
El buque Falkor, bautizado en homenaje al dragón de “La historia sin fin”, es una embarcación de última generación equipada con sensores, laboratorios móviles, sistemas de comunicación satelital y capacidad para transmitir en tiempo real. Pero, como destacó el propio Chiesa, nada de esto sería posible sin el sustento de la educación superior pública: “Esto es gracias a esta fundación, sin duda, que desarrolló toda esta tecnología demencial. Pero sin el estudio previo, ni la capacitación que nos dieron las universidades públicas, porque hay biólogos y doctores en biología de todo el país, no hubiera sido posible“.
Una misión que trasciende fronteras
El rol del equipo argentino en esta expedición no es menor: se trata de aportar conocimiento desde el sur del mundo, con perspectiva local y formación nacional. En un contexto global en el que la protección de los océanos se vuelve cada vez más urgente, experiencias como esta reafirman la importancia de invertir en ciencia, educación y tecnología. No sólo para comprender el mundo que habitamos, sino para protegerlo.
El trabajo de Chiesa y sus colegas abre una ventana al conocimiento de un mundo casi desconocido, a miles de metros de profundidad, donde aún quedan secretos por descubrir. En tiempos en que se habla de colonizar otros planetas, esta expedición recuerda que todavía tenemos mucho por aprender de nuestro propio planeta. Y que, desde la Patagonia, también se puede hacer ciencia de clase mundial.
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