Eliana Molina es oriunda de San Salvador de Jujuy y vive en Río Gallegos hace 10 años, hoy tiene 35.
Su madre hace cerámica y pinta, por lo que para Molina la pintura siempre fue parte de su vida. Sus trabajos no estaban atravesados por un tema o al menos eso era lo que ella pensaba hasta hace unos años.
“No me di cuenta que siempre hubo un tema. Siempre tuve esta conexión con la tierra, con la naturaleza y no sabía que eso era lo que lo que me pasaba. Cuando llegué a Gallegos fue cuando empecé esta búsqueda. Empezás a ver que hay algo y no sabes qué es, querés hacer y empezás a probar una y otra cosa, pero no te ‘encontrás’, por así decirlo”, cuenta al suplemento Arte y Cultura de La Opinión Austral.
En el invierno de 2021, en Güer Aike se viralizaron las fotografías de unos espirales gigantes sobre la tierra, eran unas que había realizado para Estéticas Contemporáneas, una materia del Profesorado de Artes Visuales del IPSA.
No podemos ser simplemente personas que miran y no dicen nadaELIANA MOLINA
“Comencé a indagar sobre la simbología de los pueblos ancestrales y me llamó la atención, quería algo simple, pero a la vez que fuera grande y que se viera, elegí los espirales. En este contacto con la tierra empecé a darme cuenta de que en realidad estaba haciendo un símbolo que tenía que ver con otras personas, con otras historias, con la memoria de lo ancestral“, señala y agrega “ahí me di cuenta, el contacto con lo natural, con la materia y estar en la naturaleza es algo para afuera, no era algo mío lo que quería mostrar. Si bien empieza como un proceso personal e interno, en realidad te das cuenta de que es con el otro lo que querés decir y lo que querés vincular, ahora el arte es eso”.
“Es con el otro con el que quiero hablar, es esta idea colectiva del arte que ya no es algo tan individualista y tiene más que ver con lo social. Todo el eje conductor de lo que hago es siempre referido a lo social, lo comunitario, las raíces”, redondea.
Raíces visibles
En septiembre de 2022, con la instalación “Habitar mi cuerpo, mi territorio“, Molina integró la muestra colectiva “Temporada de Micelios y Amores” que, curada por la Colectiva Viento Negro, se expuso en el Complejo Cultural Santa Cruz.
Un árbol colgado del techo, sobre el suelo, tierra y las imágenes -entre las ramas y al pie- de mujeres de pueblos originarios de Jujuy, tomadas por Carlos Bruch en 1906.
“En un lugar tan alejado de mi provincia, quise encontrarme, nada más lindo que indagar de dónde soy, mi raíz, mi tierra y de ahí surgió lo de las imágenes de mujeres de pueblos indígenas de Jujuy. En Jujuy está el ingenio Ledesma, ahí trabajaron muchas personas de pueblos nativos, los tenían como mano de obra esclava. Empecé a querer hacer algo con el cuerpo racializado de la mujer y después eso fue mutando, quiero hablar en general, no del cuerpo específico de la mujer”, marca.
“El lienzo se utiliza mucho en la caña de azúcar, para atar las cañas, quise usar la materia prima, siempre yéndome al origen de todo, trabajé también la tierra y las ramas, por eso el árbol invertido como la raíz de todo, es mi origen, nosotros somos un árbol genealógico gigante“, explica sobre la instalación
“La gente se tenía que acercar al árbol, se podía girar, era un árbol en movimiento. Yo lo giraba a cada rato porque al colgarlo tan fuertemente no tenía movimiento natural, a la vez eso se relacionó con los espirales, con las vueltas de la vida, cerró toda esta idea que tenía en mi cabeza”, concluye.
Hoy les estamos restando importancia a los pueblos originariosELIANA MOLINA
En la muestra “De verdor y de brotes” que se expuso en Casa España también le dio continuidad al tema.
“Hoy les estamos restando importancia a los pueblos, a lo que tienen que decir, que son cosas tan poderosas como que cuidemos la tierra”, manifiesta y consultada sobre si es un tema cerrado, sostiene “hoy en día siento que no, por la lucha que están teniendo los pueblos en mi provincia (NdR: ante la reforma de la Constitución Provincial, hubo protestas y represión), el arte tiene que ser resistencia, lucha y memoria. No quiero cerrar la serie, quiero seguir trabajando la misma idea. Me gustaría trabajar un poco más sobre el racismo”.
Por otro lado, a nivel local observó: “No vi obras de que hablen de los pueblos originarios y quería mostrar eso, lo que no se ve de la sociedad, lo que está oculto, lo que se quiere como correr del eje. Como ‘esto no importa, son minorías’, es tan elitista, tan discriminador el arte, tan selectivo“.
En el trabajo sobre los pueblos originarios, de esas raíces que se hacen visibles y de un árbol en movimiento que sigue creciendo, el proceso de obra también ha sido interno para la artista.
En su momento, repasa, “empecé a pensar ¿qué quiero hacer? ¿quiero dedicarme a la taquigrafía (NdR: es taquígrafa), ¿quiero dedicarme a la docencia?, ¿al arte?, no quiero ser el robotito que actúa así por trabajo, por inercia, por seguir al resto“.
“Hay cosas de la sociedad que no las tenemos en cuenta, pero algo de lo que pasa te tiene que movilizar, no podemos ser simplemente personas que miran y no dicen nada. No estoy en ningún partido político, hago lo mío desde mi lugar que es el arte, creo que desde ahí se pueden hacer muchísimas cosas, tu esencia, lo que querés decir, lo que querés tiene que ver con eso”, cierra Molina.
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