Por Carlos Zapico

Con buena intención, tres pilotos del Turismo Pista Santacruceño intentan probar sus unidades en la pista. Ellos son Brian Halvorsen, Agustín Vargas Martín Ojeda, cuyos autos están listos para rodar en una categoría que no compite hace mas de un año, dadas las circunstancias que se presentaron en 2023 y que apuntan a un año similar, por lo menos hasta ahora.

Lo más probable es que aprovechen las pruebas comunitarias de los próximos días para poder “sacarles un poco el polvo a los autos“, como dicen algunos amigos.

Este Turismo Pista, el que comenzara siendo Grupo 1 Clase 2 hasta 2000 cc, devenida luego a TPS sobre finales de los 90 durante la presidencia de Roberto Vido -gestor del cambio- en aquella recordada conferencia de presentación en un hotel céntrico de la ciudad, parece no tener mucho entusiasmo en la temporada que se avecina y esto complica a todos los integrantes de la especialidad.

Por estos días, cuando ya el ACRG ha dispuesto las fechas del torneo zonal, no hay grandes novedades relacionadas con ambas, motivo por el cual algunos agoreros dicen que la historia llegó a su fin, pero creemos que no es así, porque los autos están y una veintena de nombres adorna la esperanza de varios, más allá de la situación que es compleja.

Sencillamente, ya en los últimos períodos el TPS tenía costos superlativos para el automovilismo zonal, debido a que es la categoría más sofisticada en lo técnico de todo el sur argentino, sin lugar a dudas similar al Turismo Pista Nacional Clase 3, de donde se ha nutrido no solamente con autos, sino también con tecnología.

Este acercamiento, influenciado por la presidencia de Carlos Paleta Cárdenas ya concluida, dejó como saldo una similitud notoria con la categoría nacional y es dable tener en cuenta que otras han pasado por el mismo factor, tal el caso de la TC 4 litros que mutó luego a la Mecánica Regional a principios de los 70, o la poderosa “5000” compartida con los vecinos chilenos, ejemplos clásicos cuando los costos superaron la realidad.

Distinto es el tema con el Buggy Cross, que desapareció por desavenencias de sus integrantes, o de la 800 (Fiat 600), que sufrió el crecimiento desmesurado de la Monomarca 1300, que la aplastó literalmente hablando, pero parecía que estas dos eran indiscutibles, aunque la ex 850 viene sufriendo el tema desde principios de los 90.

Pero la que nos ocupa, nacida desde aquel recordado gran premio que llevara adelante Puerto San Julián en 1969, con las Fiat 1500 tanto cupé como Berlina y los Peugeot 404 de la época, fueron el puntapié inicial para que luego se vivieran las carreras de larga duración, y entonces estos autos tuvieron su apogeo notable, transformando luego los modelos con el Fiat 125 y el Peugeot 504, su gran rival.

Con el tiempo, primero el VW Gacel (el primero fue de Eduardo Chiqui” García) y luego el Renault 18 coparon la parada contra las itálicas Fiat y los afrancesados Peugeot, y ya con el autódromo de asfalto a partir de 1990, estos dos modelos hicieron bastante fuerza antes de quedar obsoletos y la categoría incorporó los nuevos modelos en esa cilindrada.

Hoy, con números estratosféricos en muchos sentidos (cada neumático está en el orden de los 180 mil pesos y un juego de pastillas de freno de la marca “Ferodo” que autoriza la categoría cuesta nada menos que 320 dólares; por lo que entre cubiertas y frenos para empezar el año se necesita un millón de pesos mínimo), pero por otro lado, un parque interesante duerme el sueño plácidamente, a la espera de alguna novedad.

Los autos de Martín López, Martín Mayorga, Agustín Vargas, Brian Halvorsen, Fernando Posada, Roberto Neil, Martín Ojeda, los dos que corrieran Emiliano González Federico Luques, los dos autos que posee el Garrafa Competición, Pablo Monte, Jano Mallada, y los que están guardados hace un tiempo, como el de Roberto Vido, el que corriera Cristóbal Riestra, el de Jorge Godoy, el que perteneciera a Iván Alberoni que aún no apareció, el que adquiriera Lucca Slamovitz, y podríamos seguir enumerando alternativas, dan un panorama cierto de que con otras condiciones económicas es totalmente viable.

La última reunión grande de pilotos la armamos con Jorge Eduardo Vargas en el taller de Hugo Palacios, con un recordado asado, y allí Carlos Sancho tomó la batuta que duró muy poco, porque no era lo mismo cuando junto a Claudio Cepollaro llevaron la categoría adelante y luego de algunos amagues, todo quedó en agua de borrajas.

El otro intento que tuvo lugar el pasado año fue compartir la participación con la categoría 2000 de los chilenos, donde ya nos habían anticipado pilotos como Matías Barría que el TPS era superior y la demostración palpable la dieron Marcos Ortiz, Pablo Monte y Brian Halvorsen, los dos últimos ganando las series respectivas y el primero clasificando muy por encima de los extranjeros.

Hoy, sin conducción y con un panorama hostil, los autos del Turismo Pista Santacruceño pretenden dejar de dormir como el trío que pretende ir a probar, pero la realidad es más que aplastante y si no aparecen más entusiastas pronto, quedarán como fantástico gallinero en el patio de cada casa, para solaz y esparcimiento de la historia.

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