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Con nostalgia y con una mezcla de bronca y pena, los santacruceños recordamos hoy la noche en que Hispano Americano marcó un hito trascendental: el ascenso a la Liga Nacional, el nivel más alto del básquetbol argentino.
Cuando hace pocas horas el club planteó la necesidad de poner en venta la plaza en la Liga Argentina, hoy a nueve años de distancia se recuerda aquella noche en que el gimnasio Tito Wilson explotó de fervor y alegría, con un triunfo espectacular sobre los cordobeses de Barrio Parque.
La cuestión había comenzado ya hacía varios días porque tanto Hispano como Barrio Parque llegaban a la instancia final en igualdad de condiciones y se jugarían cinco partidos para definir quien ascendía a lo máximo del básquetbol nacional, y el primer partido jugado en Córdoba fue para los dueños de casa por 80 a 68, lo que aplastaba un poco las intenciones sureñas, pero el segundo encuentro cambiaba toda la relación porque ganaba Hispano 74 a 66 y todo cambiaba.
El tercer juego había sido áspero y jugado en el Teatro del Parque cordobés, aquella noche en que el Seba Mignani le hizo el túnel al grandote Nicolás Lauría, algo que ni el jugador ni nosotros olvidaremos nunca y aunque sobre el final los celestes ganaban por cuatro cuando faltaban 14 segundos, un triplazo de Rivata ponía las cosas a la mínima diferencia, un simple de Mignani alargaba a dos puntos y cuando Nicolás Lauría alcanzaba a embocar un rebote en ataque, el reloj le decía que el tiempo había concluido y que Hispano había ganado el tercer juego.
El cuarto fue para los cordobeses empatando las posibilidades y se vino el último escalón que se jugaría en el Tito Wilson de la calle Alberdi, la noche que lo bautizamos “la caldera celeste” porque eso es lo que era, con mucha gente afuera que no había obtenido entrada y con un estadio repleto hasta el límite, aquella noche inolvidable del 8 de junio de 2016 transformada casi en un acto de fe mas que en un partido de básquetbol.
Allí estaban Gastón Morales y Bruno Oprandi, Sebastián Mignani y Pablo Fernández, Terry Martin y Fernando Gutman, Carlos Paredes y Gonzalo Torres, allí estaba Bernardo Murphy el gran DT, allí estábamos todos nosotros detrás de un micrófono hasta quedar sin habla, allí esa noche se vivió lo indescriptible, lo mágico, lo brillante del deporte, lo que nos regaló Hispano y su gente.
El salto de Gutman con Lauría daba inicio a la ilusión que dejaría en suspenso el primer cuarto con un 19/13 que decía poco y con un primer tiempo con 29 a 28 que decía de la paridad del juego, un tercero que favorecía a los celestes pero sin definir nunca con un 54 a 42 que regalaba una posibilidad real, y un final que nos dio la mayor alegría que define la explosión interior del ser humano cuando tiene que gritarlo, expulsarlo, decirlo, y no importa si es a gritos, la sensación es siempre maravillosa.
Ni el árbitro Hoyo ni Lezcano no Sánchez pudieron contener nada, el público invadió la cancha y nosotros, con lágrimas en los ojos y casi sin poder hablar, lloramos frente al micrófono lágrimas de felicidad que es difícil explicar, pero que existen no hay dudas, porque Hispano lo había logrado, Hispano nos regaló esa noche la satisfacción de sentirse ganadores, exultantes, voluminosamente felices, un recuerdo imborrable que perdurará por siempre, un 8 de junio como hoy, pero de hace 9 años atrás.
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