Miguel Andrade tiene 39 años, es de Comodoro Rivadavia y a los 18 se fue a Buenos Aires para estudiar Administración y Sistemas. Se recibió y durante varios años trabajó en la Universidad.  Luego de convertirse en guía de montaña, aseguró que “lo que estamos haciendo montaña sabemos que a cualquiera de nosotros nos puede pasar algo. Es la solidaridad del ambiente”, contó a ADNSUR.

Hace algunos días, una avalancha sorprendió al andinista italiano Corra Pesce mientras escalaba El Chaltén con el escalador Tomás Aguiló. Los rescatistas lograron salvar al argentino, pero no encontraron al italiano.

Carolina Codó, responsable del Centro de Rescate de Montaña de El Chaltén, tres días después confirmó que por esas horas ya no había posibilidad de encontrarlo con vida.

“A esta altura y sin protección, la muerte se produce en dos horas”, explicó la médica. Sin embargo, los grupos de rescatistas aún trataban de encontrar al escalador.

Entre ellos estaba Miguel Andrade, un hombre de Comodoro Rivadavia que hace tres años trabaja en El Chaltén llevando carga para distintos campamentos. Hace un tiempo él comenzó a ayudar en el voluntariado de rescate; una tarea difícil que coquetea permanentemente con la muerte.

Este fue el segundo rescate del que participó Miguel en el último mes. El 6 de enero también acudió a la emergencia cuando dos escaladores sufrieron un accidente en la base del nevero de la vía Fonrouge en la Aguja Guillaumet. Ese día una masa de nieve y piedras sorprendió a un alemán y a una austriaca mientras comenzaban a escalar el Guillaumet, y otra vez la tragedia se hizo presente. La mujer fue rescatada ese mismo día y trasladada al hospital, pero el hombre falleció, y allí otra vez Miguel participó del rescate.

Por estos días el rescatista comodorense, hijo de Armando Andrade, está de vuelta en el Chaltén. Desde el hostel donde vive en la montaña, conversó con ADNSUR y contó cómo es este trabajo solidario que hace un grupo de voluntarios para rescatar a aquellos andinistas que sufren algún accidente.

“Lo más difícil es la parte emocional”, dice sin dudar. “Hay rescates muy duros. Hace poquito hicimos uno de 30 horas, donde tuvimos una noche bastante fría. Ni suficiente comida ni suficiente abrigo. Teníamos que ir livianos para el rescate y lo pasamos bastante mal, pero no creo que eso sea lo más duro de todo, porque lo más duro es enfrentarte con la realidad de qué pasan estas cosas y que en cualquier momento podés ser vos el que sea rescatado” sentenció.

 

Leé más notas de La Opinión Austral