Hace aproximadamente un mes, la Confederación Argentina de Judo creó una escuela de arbitraje con modalidad similar a la universitaria. Son 8 las materias que mantienen a varios practicantes atentos a la capacitación.

Antártida

Por la Asociación Riogalleguense de Judo, manifestaron interés 4 personas. Una de ellas es José Mauricio Pauletto, que pertenece a la Fuerza Aérea y actualmente cumple su misión en la Base Marambio.
En contacto con La Opinión Austral, dio detalles de su interés por el arte marcial.
“Nací en San Fernando del Valle de Catamarca y tengo 49 años. Soy personal militar de la Fuerza Aérea Argentina, en donde revisto con el grado de suboficial principal. Actualmente estoy destinado en la Base Aérea Militar Río Gallegos”, dijo a modo de presentación.

José Pauletto: el catamarqueño que lleva el judo al destino que sea.

Interés

Se inició en el judo en el año 1987: “Fue casi de casualidad. Acompañé a unos amigos de mi barrio. Nos contaban que habían comenzado a practicar un deporte llamado judo. Con curiosidad, observé desde afuera esa clase. Fue instantáneo mi amor por el judo”.
Recuerda que sus primeras prácticas las hizo en las instalaciones de la UNCa (Universidad Nacional de Catamarca), bajo la instrucción del maestro Daniel de la Cueva. “Fueron mis primeras caídas y lances”.

El cambio

Por cuestiones de horarios de escuela secundaria, continuó sus entrenamientos en el gimnasio municipal Jigoro Kano, bajo las órdenes del maestro Carlos Romanos.
Reconoce que ese fue un cambio radical en su carrera deportiva: “El maestro Romanos generaba un ambiente de fraternidad, amistad y sana competencia, que redundó en amistades que aún conservo, en viajes por todo el país, anécdotas, triunfos y derrotas, pero siempre formando un gran y generoso grupo humano”.

Justamente, esa interacción humana y deportiva generó un gran salto en lo competitivo: “Desde el año 1988 en adelante, y siempre con el maestro Romanos como profesor y amigo, pude competir y dar lo mejor que tenía”.

Eventos

Compitió en varios torneos provinciales, regionales, nacionales e internacionales.
“Mi mejor año fue 1990, en donde gané todos los torneos disputados y terminé ternado al deportista del año en la disciplina judo. Todo un orgullo”. Al día de hoy, mantiene un contacto permanente con su mentor: “Sigo ligado con una amistad sin límites al maestro Romanos. Así también con aquellos amigos cosechados en el judo de Catamarca”.

Se unió a la escuela de los Chinchilla (José, Alejandro) en Río Gallegos, porque observó las clases: “Me agradó la calidez humana. Me hicieron sentir como en casa. Son muy dedicados, lo mismo que Verónica Cachi”.

En sus horas libres, decidió ampliar sus conocimientos para colaborar como árbitro.
“A todo esto, obvio y fundamental para mí es el apoyo familiar. Mi esposa Erica y mis hijos Chiara, Tiziana, Giovanni y Pía, son la razón y motor de que continúe en la práctica del judo. Sin ellos, que hace 10 meses esperan mi retorno desde la Antártida, nada sería posible o valedero”.

Añora el momento: “Prepararnos para asistir juntos a cada clase es algo que realmente extraño mucho”. En noviembre cumplirá con su labor y volverá a Río Gallegos para seguir disfrutando de la práctica en familia.

José junto a Alejandro Chinchilla (arriba en el centro).

 

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