Recientemente, La Opinión Austral se comunicó con autoridades del Consejo Agrario Provincial para conocer algunos aspectos de las tortugas.
Resulta que son especies que, según indicaron, “no existen en Santa Cruz naturalmente”, es decir, las que existen “han sido traídas por el hombre por el tráfico ilegal” que, se estima, comenzó hace unos 20 o 30 años. Son muy longevas y se fueron adaptando al ambiente.
Pese a este aspecto que marcaron desde el CAP, lo cierto es que hoy abundan en Río Gallegos. De hecho, fueron noticia varios casos de tortugas perdidas que, afortunadamente, pudieron reencontrarse con sus dueños.
Una de ellas es “Pancho”, que logró reencontrarse con Carlos, su dueño. En su caso, el reptil se había trasladado apenas una cuadra cuando un conductor lo vio y se detuvo para moverlo a la vereda. Otro vecino se encargó de llamar a Control Animal y así “Pancho” volvió a su casa.
Daniela, la hija de Carlos, dialogó con La Opinión Austral y contó cómo fue que llegó “Pancho” a sus vidas. Resulta que, además, se trata de una familia que conoce bastante de la especie.
“A Pancho lo dejó una persona conocida en la casa de mi padre hace más de diez años, quien ya sabía que teníamos tortugas”, relató.
La mamá de Daniela es tucumana y vivió algunos años en Buenos Aires, por lo que viajaba constantemente, lugar desde donde trajo algunas tortugas a la provincia. En aquel entonces no había mucha información ni conocimiento sobre la especie, por lo que no era una cuestión que generara controversia.
“Eran pequeñas y entraban en una cajita de quesos, esas triangulares. Así que nos criamos con ellas”, describió. Eran tan chiquitas, contó Daniela, que las traía en el avión en su cartera.
“Ellas las compraba en plaza Miserere, así como tortugas, habían muchos animales y pájaros exóticos en aquellos tiempos”, contó.
De esta manera, la familia fue interiorizándose sobre el animal, desde su base de alimentación o algún tipo de problema que pudiera surgir. “Comen lechuga, a veces manzana roja o achicoria, o simplemente pasto verde, depende del gusto de ellos”, mencionó.
Sin embargo, según Daniela, “no somos especialistas, simplemente les seguimos el gusto, nunca dejamos de tener tortugas”, agregó.
Indicó que los veterinarios no suelen tratar a animales de este tipo. “De hecho, para rescatar a Pancho tuve que firmar un acta en el Consejo Agrario”, relató.
Su padre, Carlos, incluso tenía una tortuga hembra que se reprodujo, pero con el tiempo falleció. “Nunca nacieron crías, sólo una vez hace cinco años, así que tenemos a Toby que es el hijo de Pancho”, expresó Daniela, quien hoy es la dueña del pequeño.
“Ambos son caminantes y muy despiertos y vivos. Son escapistas. Buscan la forma de huir y si no lo consiguen, usan la fuerza para derribar, si no pueden se van o quedan dormidos”, explicó respecto al comportamiento. Contó, también, que existe “una conexión entre los dueños y las tortugas, ellos se comunican con nosotros, nos escuchan y nos siguen”. Tanto es así que ya saben cuando quieren comida o agua.
“Levantan la cabeza y la inclinan para saber de dónde viene la voz y te miran”, indicó sobre la tierna escena. Para Daniela y su familia “no sólo son animales, sino que existe una conexión y eso muchas veces no lo entienden biólogos y demás profesionales que por ahí tienen la teoría y no la práctica”, dijo para concluir.
Leé más notas de La Opinión Austral
Compartir esta noticia