Marco Mañay es de Córdoba y también vivió en Formosa, mientras que Eduardo Ríos es de Santiago del Estero. Los maestros de enseñanza primaria llegaron a Santa Cruz con 11 años de diferencia, en 1998 llegó Mañay y en 2009, Ríos.

Recién en 2019 coincidieron en la Escuela Rural N° 25 de Glencross, Cacique Casimiro Biguá“, ubicada a 200 kilómetros de Río Gallegos y a 60 de 28 de Noviembre.

Antes de comenzar a trabajar en Glencross, Mañay dio clases en varios establecimientos de Río Gallegos, las escuelas primarias N° 61, la N° 47, la N° 55, la N° 63 y la N° 19. A la escuela rural la conocía, ya que había tenido un paso de cinco meses; en 2019 llegaría como director.

La Escuela Rural, nevada, a fines de julio de 2023.

La escuela es “una escuela típica de las de casas de estancia, techo rojo, de madera. Con pisos flotantes, es traída en 1971 y en 1972 se inaugura”, señala a La Opinión Austral.

Allí, Mañay da lengua y ciencias sociales y Ríos, matemáticas y ciencias naturales.

Por la tarde, junto a otros integrantes del equipo docente, se brindan talleres de huerta, inglés, educación física, ajedrez y educación artística.

En la escuela

Trabajar en la escuela rural “fue un cambio rotundo. Era vicedirector en la Escuela Primaria N° 19 con 400 chicos a cargo, se me complicaba mucho porque estudiaba y trabajaba en doble turno, era imposible. Cuando tomo la escuela de allá, me encuentro con que había ocho chicos”, recuerda Mañay durante su fin de semana de descanso en Río Gallegos.

La nueva rutina en el campo le permitió estudiar de noche y, finalmente, poder recibirse de abogado.

Representó un cambio total de paradigma, venir de una escuela muy numerosa donde tenés mucha responsabilidad a esta en la que hay otro tipo de responsabilidad, porque el maestro rural hace de cocinero, lava, limpia la escuela, si tiene que salir y llevar a los chicos en su auto, lo hace, tiene que prender el motor, hacerse de herramientas que un docente de ciudad no tiene. Es totalmente diferente, pero más tranquilo, mucho más tranquilo”, afirma.

Mañay y Ríos con alumnos y alumnas de 2022.

“En Monte Quemado era muy difícil tener cargos”, cuenta Eduardo Ríos, desde 28 de Noviembre, a La Opinión Austral. Ante la dificultad de encontrar trabajo, Ríos migró en 2019 y comenzó su trayectoria profesional en Santa Cruz. Trabajó un año en Caleta Olivia y en 2010 tomó el cargo en Glencross.

Se mudó a la localidad 28 de Noviembre, desde donde sale a las 06:30 para recorrer 60 kilómetros y llegar antes de las 08:00 para el inicio de la semana lectiva.

“Era algo nuevo, me gustaba, siempre quise trabajar en el campo. Me encontré con el frío, con la nieve. Al principio costó un poco por el clima. Es totalmente diferente a una escuela del pueblo porque uno, más allá de ser docente, en el campo también ejerce como amigo, padre, psicólogo, compañero y hace otras tareas como cocinar, cambiar algunos tubos de gas, uno se tiene que adaptar a ese sistema”, amplía.

En la escuela rural conocés vida y obra de tus alumnos

MARCO MAÑAY

La matrícula actual es reducida. “Actualmente hay un alumno en jardín, tres de primaria y tres de secundaria“, precisa Mañay y continúa “el año pasado eran 14 en total, egresaron de secundaria, egresaron de primaria, algunos se trasladaron por cuestiones familiares a otra provincia y quedamos con una matrícula muy baja”, indica Mañay.

Esta particularidad genera otro tipo de cercanía con alumnos y alumnas. “Conocés vida y obra de tus alumnos, conocés a la familia, cuáles son sus expectativas, de dónde vinieron, qué es lo que quieren ser cuando sean grandes, en ese sentido es muy personalizado”, acota.

Ríos recibiendo una placa por la visita de la escuela a Rospentek.

Cuando Ríos ingresó en 2010, la matrícula era de 21 alumnos. En 2014 abrió el secundario y “fue otra experiencia, compartir unos mates, conocer ‘profes’ nuevos itinerantes, ellos hacen el recorrido por las distintas escuelas rurales, algunos se quedaban a dormir, otros no, compartir con el tutor del secundario que se queda, turnarnos para cocinar. Hay un buen equipo y un buen ambiente entre los profes‘”.

Actualmente, todos los chicos comparten la sala de clases y realizan distintas actividades de acuerdo al año que están cursando.

Marco Mañay trabajó cinco años en una escuela aborigen en Formosa

“La convivencia es buena, hay compañerismo. La experiencia es muy linda, ver a los chicos divertirse, jugar con total normalidad, sin importar la edad, es algo maravilloso“, destaca Ríos.

Reconoce también que ante el reducido número de alumnos, representa un desafío “tratar de seguir haciendo la carrera, lo más que se pueda. Bajó mucho la matrícula, las familias empiezan a migrar (NdR: los alumnos son hijos de las familias que trabajan en las estancias) y uno corre el riesgo de que se puedan cerrar algunos cargos, es también pensar, a futuro, en conseguir un trabajo en la localidad”.

Momentos claves

Para Mañay, en estos años a cargo de la dirección hubo eventos que destaca.

En 2019, en el medio del campo, el acto del 9 de julio tuvo un gran marco.

“Tuvimos la participación del Ejército con los tanques y después el desfile, donde desfilaron hombres a caballo de la estancia, el personal del Ejército, también fue Gendarmería”, recuerda el director.

Me gusta la docencia, es lo mejor que me pudo pasar

EDUARDO RÍOS

La pandemia por Covid-19 también les presentó diferentes escenarios a los maestros rurales. “Nosotros no hemos parado nunca, hemos hecho burbujas. Los profesores itinerantes se quedaban una semana completa, nos hisopábamos y de ahí ellos se hisopaban e iban a otra sede”.

“En la ciudad no había clases, era virtual y nosotros habíamos arrancado el 2021 completamente presencial. En 2020 sí fue virtual, íbamos con un par de docentes a entregar las computadoras, a ver cómo estaban los chicos y abrir la escuela”.

Hallar la vocación

La elección por la docencia y la vocación no llegaron exactamente juntas. En el caso de Ríos, era la única carrera que se podía estudiar en Monte Quemado, mientras que Mañay, de madre docente y padre militar, “no quería saber nada” de la enseñanza, pero en su ciudad tampoco eran muchas las opciones, sólo estaba el Profesorado en Literatura y el de Enseñanza Primaria.

Un desafío familiar de demostrar que, como su madre, que enseñaba en El Potrillo, podía trabajar en el campo lo decidió a irse a trabajar a la escuela aborigen en El Tucumancito, en Formosa. “¿Cómo te puedo decir? Ahí te sentís útil. No son solamente las clases, en las escuelas rurales sos todo, si te preguntan sobre salud, sobre esto, sobre aquello… ahí encontré la vocación, hasta ese momento yo me había recibido y no tenía vocación“.

Mañay junto a alumnos de la escuela aborigen en El Tucumancito en 1995.

“Podés saber mucho en pedagogía, salir con 10 de promedio, pero si te golpea un aula donde hay chicos sin papás, sin comer y si vos sentís que eso no es para vos, te asusta. He visto docentes que se recibieron, fueron al campo y dicen: ‘Esto no es para mí’, vuelven a la ciudad y después terminan trabajando de otra cosa con el título docente”.

A Ríos le pasó algo similar, ya que era la única carrera que se podía estudiar en su ciudad. “Cuando tuve la primera experiencia, me gustó. Al día de hoy me encanta trabajar con los chicos, es lo que por hoy agradezco a Dios, tener el trabajo y dar lo mejor de mí para que los chicos aprendan”.

Maestros que aprenden

En un escenario de trabajo totalmente diferente al de la mayoría de los maestros y las maestras, ¿qué aprende un docente en una escuela rural?

“Trabajé cinco años en una escuela aborigen en Formosa con wichis y estaba todo el año ahí, no había forma de volverme a mi casa porque eran 700 kilómetros. Lo que aprendés es la solidaridad, la amistad con los colegasel poder empujar entre todos para un objetivo. Después te hace fuerte en buscar la forma de solucionar inconvenientes, sean edilicios o de otra índole, y aprender a que no solamente das clases, todo esto te fortalece en el espíritu”, manifiesta.

“Hablo por mí, pero creo que hablo por la mayoría de los colegas, hago 200 kilómetros desde Río Gallegos, la mayoría somos de Gallegos y el recorrido, el ir para allá, uno lo hace contento, caiga nieve, llueva, esté nevado, esté escarchado, vos va y te sentís útil, esa es la palabra“, afirma Mañay.

En 2022, la Escuela Rural N° 25 Glencross “Cacique Casimiro Bigüá” cumplió 50 años

Ríos coincide y suma: “Si no estás vos, no hay nadie ahí que pueda ayudar, eso es la escuela rural, eso es lo que te marca“.

Para el docente cordobés, la vocación de maestro es de “quien deja la vida, vuelca los conocimientos que aprendió sobre los pequeños, es un padre, un amigo, un compañero. Es la vocación lo que hacemos por amor al conocimiento y a que los chicos aprendan, que tengan una visión de futuro diferente”.

La docencia es lo mejor que me pudo pasar, me gusta y doy todo lo mejor de mí para que mañana ese niño también sea profesional, al igual que nosotros”, cierra.

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