“Cuando entré a ese lugar, vi que atrás de la puerta había más de diez personas y gente viéndote detrás de un vidrio, me sentí super asfixiada porque jamás había hablado de esto”, recuerda Sabrina sobre la Cámara Gesell. En ese momento tenía 14 años. Siete años antes, su hermano la había violado por primera vez. En diciembre, ella va a cumplir 17 y tiene dos hermanas más, de 18 y 14 años.

En junio de 2018, Claudia, la mamá de Sabrina, se presentó en la Fiscalía de Instrucción N° 2 de Río Gallegos y denunció a propio hijo, Nicolás, de 21 años, asegurando que los abusos también se extendieron a su hija mayor.

La madre sospechó que algo pasaba cuando vio un episodio que le llamó la atención: corría el año 2012 y volvía de trabajar, cuando vio a dos de sus hijas abrazadas y mirando la puerta de la habitación de su hijo. Al abrirla, encontró a Nicolás atacando a Sabrina. Su hija le confirmó a su mamá, a mediados de 2018, lo que había visto. Su único hijo varón abusaba de dos de sus hijas.

Pasó la Cámara Gesell y la causa, pese a la denuncia, nunca más avanzó. En enero de 2019, el juez Antonio Andrade solicitó la orden de restricción de acercamiento y eso fue lo último que ocurrió. La causa está en manos del Juzgado de Primera Instancia del Menor N° 2, hoy vacante.

“A mí me duele porque ellos te ven como un caso más. Y yo toda mi vida quise ejercer psicología para ayudar, no somos un caso más. Somos una persona, todas somos diferentes y nos duele diferente”, relata desde adentro Sabrina.

En la actualidad, la adolescente se considera su “propia psicóloga” y para estar bien hace meditación y música. “Casi ni está la tristeza ni el rencor en mi vida. Poco a poco, me fui liberando de todo eso”, recordó.

Su experiencia por los “laberintos” de la Justicia no fue buena y recuerda, una vez más, lo que atraviesan las víctimas de violencia de género. “Me tuve que desnudar y me llevaron con un médico, me sacó fotos del cuerpo, de todas partes. Había una policía conmigo, por suerte ella fue super dulce, pero me sentí rara porque era un hombre el que me sacaba las fotos”, recordó sobre aquella Cámara Gesell.

La denuncia descansa en algún cajón y Sabrina quiere que el tema avance. La orden de restricción venció, pero pedirá una actualización. “Esta semana con mi mamá vamos a retomar el caso. Ahora estamos fuertes y voy a declarar”, asegura Sabrina.

Lo último que supo de su hermano es que se fue a Chile y ahora está de nuevo en Río Gallegos. Intentó contactarse con Sabrina hace un tiempo para hablar. “Cuando me contactó, sufrí un ataque de nervios, estaba en pleno almuerzo y comencé a tener un ataque, no podía dejar de llorar y ahí es cuando empieza esa ansiedad de m”, describió. Sabrina bloqueó el número y no quiere recibir más mensajes ni ser hostigada.

La re-victimización

La adolescente vuelve el tiempo atrás y recuerda una vez más la Cámara Gesell. Le dijo al psicólogo que su hermano la obligaba a tener relaciones sexuales. Textualmente esa frase. “Me obligó a tener relaciones sexuales”, pero le pedían detalles.

“Sólo dije eso. Yo lloraba y él me presionó, me preguntó reiteradas veces qué eran las relaciones sexuales para mí. Yo le decía que entendía lo que todos entienden”, argumentó. Porque Sabrina todavía siente que tiene que dar explicaciones y argumentar. El psicólogo le preguntó si ella podía explicárselo con muñecos.

¿Muñecos? Sabrina no tiene buenos recuerdos de su infancia. La pesadilla empezó cuando tenía siete años y no puede entender por qué le pedían que explicara con muñecos, si le habían arrebatado la infancia.
“Yo sentía asco. Jamás tuve mente de niña. Esto me chocó desde los siete años. Jamás supe lo que era ser una niña y yo no entendía por qué me preguntaba eso. El sólo quería que le dijera me violaron y yo jamás había dicho eso en voz alta”, recuerda.

Hoy Sabrina tiene momentos difíciles, pero puede decirlo en voz alta, sin embargo, los oídos de la Justicia no la escuchan.

EN ESTA NOTA Abuso sexual

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