Gladys del Carmen Mansilla es la mamá de Roberto Jara, de 21 años, que padece autismo con hipersensibilidad a los ruidos. “Es lo que más le afecta, si no hay sonidos Robert está feliz”, dijo a La Opinión Austral.
Desde la música fuerte hasta el ruido de camiones y autos, la vida de Roberto está condicionada por los sonidos extremos que lo perjudican severamente.
La familia vive sobre la calle Fitz Roy, en el barrio El Puerto.
A gritos, su hijo pide que por favor paren, pero los vecinos no hacen caso y su mamá está desesperada. Se trata de personas a cargo de un taller mecánico y un camionero que, casualmente, coinciden y viven en la cuadra de la familia de Roberto.
Los ruidos son constantes y, pese a que pidieron y denunciaron el hecho, el panorama no cambió nada. “Tengo videos desgarradores de mi hijo pidiendo por favor. ¿Cómo no voy a sufrir al ver a mi hijo que no es escuchado?”, se lamentó su madre.
En 2017, la familia de Roberto hizo una consulta con una psiquiatra de Buenos Aires que les recomendó una terapista sensorial para evaluar mejoras.
Con esa ayuda profesional, Roberto fue avanzando: “Se empezaba a golpear la cabeza y se lastimaba solo, pero durante el 2018 empezamos a ver cambios positivos. Con ayuda de la terapista empezamos a darle herramientas para que pueda autorregularse”, explicó Gladys.
Viendo la mejora, todo iba por buen camino. “Hacía ejercicios para descargar energía, tenía tapones y auriculares, nos enseñaron lo que puede hacer cuando hay ruidos, fuimos avanzando”, señaló Gladys.
Roberto es alumno de la Escuela Especial N° 10, donde el año pasado las maestras trabajaron mucho para que pudiera avanzar en el tema, buscando soluciones en clases y teniendo distintas actividades recreativas.
Cuando no hay ruidos es feliz
Sin embargo, los ruidos que hacen sus vecinos tiraron abajo ese trabajo y Roberto no la está pasando bien. “Tengo dos vecinos que parecen tener poca empatía, uno es camionero, vive enfrente y tiene un auto con escape libre, le hablamos personalmente sobre el autismo de mi hijo y como no dio resultado, lo denunciamos”, contó su madre.
El vecino fue a pedir que se retirara la denuncia, la retiraron y en junio de este año Roberto se golpeó muy fuerte, así que volvieron a pedirle que parara con los ruidos.
“Le dijimos que íbamos a ir al juzgado y no cambió nada, así que cortamos todo tipo de relación con ese vecino. Todavía le doy la posibilidad de que cambie su actitud y sea más solidario”, agregó la mamá de Roberto.
Para peor, el vecino de al lado tiene un taller mecánico. Ni bien llegaron al barrio, Gladys les tocó la puerta y les advirtió, nuevamente, del autismo de Roberto. “Ellos sí fueron más considerados y tratan de no hacer tanto ruido, pero los autos vienen y estacionan en la vereda”, agregó.
Roberto se lastima. ¿Cómo no voy a sufrir al ver que mi hijo no es escuchado?
Gladys envió imágenes a La Opinión Austral de Roberto en sus momentos de crisis, donde se lo ve visiblemente lastimado por él mismo, entre arañazos y golpes en su rostro. Todo por el ruido ensordecedor de los autos.
“Si no hay ruidos molestos por mucho tiempo, Robert siempre está así, sonriente y feliz”, dijo para finalizar Gladys sobre la foto donde su hijo posa con una gran sonrisa.
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