Laura Mansilla es empleada de un kiosco céntrico de Río Gallegos hace dos años. Denunció públicamente al propietario del comercio por las irregularidades en la relación laboral.

Se trata de una serie de hechos que viene dándose hace un tiempo, pero que tuvieron su “punto final” cuando se contagió de coronavirus y le descontaron los días de aislamiento.

En principio, contó a La Opinión Austral que tuvo síntomas varios días, pero que no se animaba a contarles a los jefes por temor a perder su trabajo. Con el hisopado positivo en mano, hizo el aislamiento obligatorio, pero se lo descontaron del sueldo.

A todo esto, la mayor parte de los síntomas los tuve en el kiosco, porque estuve mal. Le decía a mi encargada y ella minimizó todo. Decía que los que hacían el aislamiento eran unos vagos, es como que no cae en la gravedad de todo esto, relató Laura.

Temor al despido

Describió que no se animaba a decirles a sus jefes que se sentía mal: “Es como que te inhibís, tenés miedo que te despidan. Aguanté todos los síntomas que pude, un día no podía ni mantenerme en pie porque me dolía todo, ahí me di cuenta que no era un resfrío común”.

Perdí el olfato y noté que no era un resfrío más, pero no me animaba a decirlo

Laura entró hace dos años a trabajar al lugar. El propietario tiene varios comercios, así que hacía horas rotativas en distintos locales. Su hermana tiene tres hijos y también trabaja en el kiosco, pero hace un año. Teme que tomen represalias y también la despidan a ella.

Precarización laboral

En cuanto a la relación laboral, Laura está en blanco, pero figura como franquera y su recibo de sueldo señala que gana seis mil pesos. Sin embargo, hace ocho horas diarias de lunes a lunes, con un franco semanal rotativo.

También trabaja en días feriados y festivos. “Nunca me pagaron un peso de esos días que corresponden el doble, ni me preguntaron si podía trabajar los feriados”, dijo entre el enojo y la tristeza.

Desde que comenzó la pandemia, su sueldo se redujo considerablemente y cobra hace varios meses entre 15 y 17 mil pesos, dependiendo el mes.

Cuando les dijo a sus jefes que era COVID positivo, le dijeron que se quedara en su casa una semana más, “por las dudas”. Contó que tampoco desinfectaron el kiosco ni aislaron al resto de los empleados de manera preventiva.

Una vez que logró el alta médica, no la reincorporaron para trabajar, pero tampoco la despidieron.
El panorama para ella es inestable, pero sólo quiere cobrar la liquidación. Aún no le pagaron el último sueldo del mes.

 

Del último dinero que cobró, no le pagaron los días de aislamiento, pese a que está prohibido

 

La propuesta que llegó desde sus jefes fue que trabajara como franquera, tal cual figura en los papeles. “Les pedí que me pagaran el sueldo porque tengo que pagar el alquiler y no tengo nada en la heladera. Mi pareja se quedó sin las changas porque también estuvo aislada y eso nos complicó, yo contaba con mi plata”, se lamentó Laura.

Cero empatía

Ahora seguirá su caso ante el Ministerio de Trabajo para encontrar una solución a su situación.
“Yo le dije a mi encargada: ¿Te pensás que me gusta haber tenido COVID?” y me dijo: Al parecer te gusta quedarte en tu casa”, relató para finalizar.
Laura está angustiada, tiene un hijo que mantener y no sabe cómo seguirá su situación laboral, pero tampoco quiere volver a vivir bajo esas premisas.

“¿Qué hice mal? ¿Haberme quedado en mi casa? Me dijeron: Esto es una empresa y todos trabajamos para la empresa, tus compañeros no pueden trabajar para pagarte el sueldo a vos”, contó para finalizar.

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