Después de dos o tres años en los que el mercado lanero vivió en el Edén, producto de una gran demanda que traccionó y puso los precios en la cúspide histórica, desde fines de 2019, a la producción y comercialización de lana la taba le cayó del lado malo. Cambios en el gusto de la demanda, recrudecidos por un menor poder adquisitivo por la pandemia, configuraron la tormenta perfecta para un derrumbe de precios que preocupa. Sin embargo, la lana patagónica tiene enorme potencial.

Santa Cruz Produce consultó a Marco Gallia, presidente de la Federación Lanera Argentina (FLA) y miembro de la Mesa Ovina sobre esta realidad. “En lo productivo fue un año bastante bueno, salvo cuando llegaron las nevadas que tienen dos caras: en las zonas afectadas va a repercutir con mermas de rendimiento, pero en el mediano plazo es una bendición porque trae agua que tanto hace falta”, analizó Gallia.

“Está demostrado que se conserva más produciendo de manera sustentable que dejando de producir”.

Puso bajo la lupa lo comercial: “Luego de tres años de precios récord, la lana venía con una corrección hacia la baja incluso antes de la pandemia, porque es un bien de lujo, pero tiene un techo con respecto a la aceptación del mercado y ese límite se había ido corriendo, pero tocó un techo”.

Este 2020, con el parate de la cuarentena mundial, sin turismo y recortes en los gastos suntuarios, hizo que todo se complicara más. Argentina está por ingresar a una nueva zafra lanera con un 30% de lana 2019/20 sin vender (en años normales es el 10 o 15%). “Hoy estamos en un mercado dominado por los compradores en el que los exportadores, que siempre somos tomadores de precio, hoy lo somos más que nunca”, dijo Gallia.

 

Compra selectiva

“Lo primero que pasa cuando baja la espuma (léase, cuando hay más oferta que demanda), es que quienes compramos lana para vender nos ponemos también más selectivos”. Buscan el producto “no sólo por su calidad per se, sino que tengan, en el ideal, tres cosas: certificación orgánica, bienestar animal y esquila Pro Lana, el productor que tenga todas estas características va a poder vender a precios llenos, el resto ya está más complicado”, resumió Gallia. Y advirtió: “En tiempos como estos, no tener estas cosas es lo que hace la diferencia entre vender y no vender”.

Además, en un momento de coyuntura como el actual, para Gallia sería importante que desde el Estado se renueve la Ley Ovina Nacional, porque “es un instrumento que ayudaría a aliviar situaciones de productores más vulnerables”.

Criticó igualmente que “con la mano de obra y el arraigo que genera el sector lanero, que haya retenciones” y consideró que, al menos por 180 días, “vendría bien considerar eliminarlas”.

Otro tema al que apunta Gallia es la mano de obra, que impacta en el 50% de la estructura de costos y se paga 20% adicional por zona desfavorable. “Creo que es un buen momento para evaluar si es una ley justa y si queremos seguir subsidiando el juego y gravando la mano de obra”, apuntó.

 

Liderazgo

Históricamente, la lana patagónica se consideraba de segundo orden comparada con la australiana y la sudafricana, porque en el clima semiárido es difícil controlar ciertos parámetros de calidad. Sin embargo, hace unos años la cosa cambió.

“Si está la habilidad de transmitir que vendemos un pedazo de Patagonia, el potencial es enorme”.

“Se empezó a valorar el ambiente en el que se produce, el bajo uso de productos veterinarios, menor residualidad en la fibra, la garantía de no afectar al medioambiente, porque hoy no se evalúa solamente que sea una lana linda, también tiene que ser sustentable, es ahí donde la lana patagónica argentina pasa al primer puesto mundial, algo que impacta en la mejora de precios y resulta un mensaje esperanzador”, resumió Gallia.

“Ya de por sí la lana tiene atributos respecto de las fibras sintéticas, como que es biodegradable, renovable, mantiene la humedad, no toma olor, pero además, si tenemos la habilidad de transmitir que vendemos un pedazo de Patagonia y que lo cuidamos con la producción, creo el potencial es enorme”, resumió Gallia. Y agregó: “Es un mito que la única forma de conservar el medioambiente es no haciendo nada, transformando todo en una reserva o parque nacional, está demostrado que se conserva más produciendo de manera sustentable que dejando de producir”.

“El consumidor racional quiere que su producto, además de ser lindo, bueno y con buen packaging, sea ético, y el productor moderno tiene que estar preparado para dar esas respuestas”, dijo Gallia. Y cerró: “La lana patagónica ha dado grandes pasos en este sentido y estamos a la vanguardia en el mundo, de hecho, Argentina es el primer exportador mundial de lana orgánica y con certificaciones de bienestar animal, pero tenemos que seguir apuntalando ese camino, apuntando a que toda la Patagonia tenga estas certificaciones”.

Leé más notas de Juan I. Martínez Dodda