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Se anunció el punto de inicio de una nueva fase en la lucha contra el coronavirus, la pandemia que azota al mundo y para la cual no existe todavía otra vacuna más que la prevención.

La idea de una nueva dimensión para que la Argentina atraviese los días que faltan hasta el diez de mayo, fue denominada como ‘focalizada’, atendiendo las particularidades de aquellos sectores que no podían soportar el aislamiento obligatorio sin poner en peligro su continuidad como engranajes de la economía.

Pero ¿de dónde surgen esos parámetros? ¿quién evaluó cuál era el camino a seguir? Cierto es que durante la última semana, el Presidente volvió a convocar a un equipo de expertos del sistema de Salud, quienes dieron su mirada respecto de la situación actual y la proyección sobre cómo debería comportarse el virus.

Sin embargo, es la política el verdadero actor que se sacó a relucir con una mirada atenta sobre las dinámicas de un país extenso y heterogéneo como es el nuestro.

No es lo mismo el Gran Buenos Aires que Santa Cruz, no es lo mismo Chubut que Formosa. Porque la fisonomía de sus sociedades difiere, como también sus niveles de desempleo, informalidad, de pobreza y su calidad en los sistemas de salud pública.

Que la liberación de ciertos sectores en esta nueva cuarentena focalizada se dé atendiendo a algunas actividades productivas y servicios en algunas provincias, habla de federalismo. Ese gran escenario en el cual las prioridades se ordenan en una mesa en la que todos los distritos asumen que están en igualdad de condiciones.

Después de varias reuniones con las provincias, que se dieron por videoconferencia, incluso con las ciudades que fueron bautizadas como capitales alternativas, hay quienes naturalizan que esto sea así porque se trata de un gobierno peronista que prometió consensos.

Sin embargo, hay que recordar que hasta hace algunos meses nada más, los gobernadores y gobernadoras se enteraban de las decisiones del poder central cuando aparecían publicadas en el Boletín Oficial.

No había más debate que aquel gobernador o gobernadora podía lograr en los medios o en la Justicia. Porque además, las decisiones iban por lo general -por no decir siempre- en perjuicio de las provincias, como las resoluciones vinculadas a las tarifas y la eliminación de subsidios para el sur.

O incluso peor, entre las raras veces en las que sí se llegó a firmar un acuerdo, poco tiempo después se lo borró con el codo, tal como hizo el Gobierno Nacional con el consenso fiscal y la eliminación del Fondo Federal Solidario.

La respuesta de las provincias cuando este viernes concluyó la videconferencia federal fue abrumadora. No hubo distrito que dijera haber estado en desacuerdo con extender el aislamiento preventivo social y obligatorio que arrastramos desde el veinte de marzo. Y no lo hicieron, justamente, porque la decisión de continuar priorizando la salud de los argentinos y argentinas les corresponde. Nación no las tomó por ellos.

Se instauró en la Argentina un Gobierno de un Presidente y veinticuatro gobernadores y que en el marco de esta pandemia, que genera incertidumbre, pero también, tantas consecuencias reales para la economía de cientos de miles de familias que todavía esperan ayuda para salir a flote, están demostrando madurez política.

No hay otra manera. Así como el trabajo es un ordenador social, la política es la ingeniería para que las piezas encajen y nos contengan a todos y a todas. Nadie se salva solo, se dijo hasta el cansancio en lo que va de este verdadero drama sanitario, pero no sólo eso, no hay posibilidad de una salida siquiera colectiva, si acaso no hay política y falta una lectura de las distintas realidades que conviven en el territorio argentino.

Por lo pronto, asumimos el desafío de seguir poniendo a la salud antes que todo, con esperanzas de que vendrán tiempos mejores para nuestro país, siempre y cuando haya federalismo.

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