El aislamiento social y obligatorio llega hoy a su décimo sexto día, con la impaciente necesidad de volver a una rutina que probablemente no se dé.
Estas semanas de cuarentena total sirvieron para aplanar la curva de casos en nuestro país, donde ya hay más de treinta muertos, pero en un escenario bien diferente al que viven otros países afectados por el COVID-19.
La idea de que a la cero hora del trece de abril volvamos a la normalidad es apenas una ilusión; no sólo porque nos encaminamos hacia el proceso de mayor algidez para el virus, sino porque ya nada va a ser como fue antes.
Ayer mismo, el presidente de la Nación confirmó la publicación de La Opinión Austral, que este viernes tuvo un mano a mano con autoridades del Ministerio de Salud de la Nación.
La cuarentena no se rompe de manera masiva, sino que se transforma en un camino paulatino hacia la vuelta al espacio público.
Seguiremos sin saludarnos con un beso, dejando de lado los abrazos, seguiremos protegiendo muy especialmente a nuestros adultos mayores, que deberán permanecer en sus casas, seguiremos sin llevar a los niños, niñas y adolescentes a los colegios y continuaremos manteniendo las distancias en los lugares de concurrencia.
“No hay una receta, esto va ser gradual”, habían dicho las autoridades del Ministerio que conduce Ginés González García acerca del día en el que la cuarentena total se termine.
En Santa Cruz, el gobierno de Alicia Kirchner está en idéntica situación que muchos otros mandatarios argentinos que vieron paralizados sus yacimientos y apenas si mantienen la obra pública, esa que todavía no logra levantarse del letargo impuesto por la era Cambiemos.
El petróleo cae, sube con algún tuit de Trump -al menos eso le endilgan- y vuelve a desplomarse horas después por desavenencias de Arabia y Rusia.
En el medio, el Gobierno junto con los demás productores de petróleo no logran definir todavía el mecanismo para garantizar la producción y el empleo, en función de un barril criollo.
Cuando transcurran los pocos días que quedan de esta cuarentena, cada provincia deberá decidir de qué modo habilita la vuelta a la normalidad.
“Estamos evaluando la posibilidad de flexibilizar el aislamiento, no levantarlo, y permitir que de a poco algunas otras actividades vuelvan a operar. Pero seguramente los chicos seguirán sin ir al colegio”, dijo el presidente ayer.
Lo cierto es que habrá que armarse de paciencia. Un día más, un día menos, no pueden empujarnos a retroceder en todo lo que logramos quedándonos todo este tiempo en nuestras casas.
Vayamos despacio, para que le enfermedad también lo haga.
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